Estados Unidos: Agua sucia electoral

Estados Unidos: Agua sucia electoral
Fecha de publicación: 
11 Junio 2014
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Solo insinuada la posible candidatura presidencial de Hillary Clinton para 2016, sus rivales ya intentan perjudicarla.
Volvieron a mencionar el famoso romance que hubo entre su esposo, el ex presidente William Clinton, y la joven Mónica Lewinski.

Este lunes, durante una entrevista con la cadena televisiva ABC, Hillary se vio precisada a decir que  “ha pasado la página” de tal suceso.

Asimismo, restó importancia a la vuelta a escenarios públicos de la ex becaria, luego que permaneció  10 años alejada de estos.

“No es algo sobre lo que yo piense demasiado”, aseguró la ex Secretaria de Estado.

Durante su extenso diálogo con la ABC evadió frases que le achacan haber dicho contra Lewinsky en los años 90.
Ella formuló sus palabras  horas antes de iniciar una gira por Estados Unidos para presentar su libro de Memorias, Hard Choices (Decisiones Difíciles).

La obra recorre experiencias vividas cuando estuvo al frente de la diplomacia del país hasta 2013.
Su gira no confirma que será la candidata presidencial demócrata en el 2016, pero implícitamente fortalecería un anuncio posterior.

No solo la golpearon con el caso de Lewinski, también apelaron a lo dicho en sus Memorias sobre Cuba y el “embargo”.

Allí, Hillary acentúa dos razones que la hacen sugerir modificar la postura hacia su vecino caribeño: el embargo ya no conviene a Washington ni beneficia “fomentar el cambio en Cuba”.

Ello está en absoluta sintonía  con las numerosas resoluciones de la Asamblea General de la ONU que han exigido el cese de tal política.

También con la posición de su Cámara de Comercio, y de otras muchas voces de hombres de negocios, instituciones religiosas, artistas e intelectuales de Estados Unidos.

Sin embargo, que alguien como Hillary Clinton piense así en estos momentos corrobora que el fin del bloqueo no está cercano, pero mucho menos para las calendas griegas.

Junto a esos dos argumentos esgrimen un tercero no menos sensible: el asunto Benghazi.

Tuvo su expresión el 15 de mayo, cuando en sitios digitales repitieron una idea que decía:  “El caso Beghazi podría ser el Watergate de Obama e Hillary Clinton.”

Su texto, difundido generosamente, subrayaba que, hace solo unos días, Obama, Hillary, y el alto mando del Partido Demócrata creían que Benghazi “era un tema olvidado”.  

Les añadía la seguridad de que no ejercería efecto alguno sobre las elecciones de 2014 y 2016, así como que estaban convencidos del éxito de su campaña.

Pero, subrayó el texto, la organización conservadora, Judicial Watch, les interpuso una demanda para que el gobierno tuviera que revelar documentos comprometedores.

Estas presiones sobre la administración Obama tienen su origen el 11 de septiembre de 2012, en Libia, cuando se produjo el asalto al consulado estadounidense en la ciudad de Benghazi.

Uno de los muertos en aquella ocasión fue su embajador, Christopher Stevens, así como hubo otras bajas entre soldados y funcionarios.

Desde entonces, la oposición republicana ha lanzado distintas acusaciones contra el gobierno,  al que imputan tener responsabilidad en lo acontecido.

Hasta The New York Times publicó un artículo el 28 de diciembre último donde se refirió a la existencia de un intento de encubrimiento sobre el caso.

Otros medios han ido aún más lejos al opinar que este capitulo podría desembocar en un juicio político a relevantes figuras no identificadas.  

Pero muchos concuerdan en un punto, el renovado ajetreo que gira alrededor del tema Benghazi tiene –igual que otros- una fuerte pestilencia electoral.

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