Johen Lefont: Dame una piscina y un balón y moveré los Guinnes

Johen Lefont: Dame una piscina y un balón y moveré los Guinnes
Fecha de publicación: 
10 Agosto 2013
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Una esférica, parece sencillo controlarla, baste preguntarle a Lionel Messí y Crisitano Ronaldo, o a Douglas y Erick Hernández, capaces de domesticar desde un balón de baloncesto hasta una pelota de béisbol. Para el ex polista Johen Lefont, quien parece ceñido a la máxima de dame un balón, colócame en el agua y moveré los Guinnes, aquella capacidad que comenzó siendo un joven hoy constituye razón de vida, de ahí que su cuarto récord mundial en la modalidad de más toques con la cabeza nadando (1 503 esta vez) se antoje una hombrada para la casi totalidad de los mortales.

Sin embargo, este joven de 25 años comienza, como el típico adagio de pez en el agua, a asumirlo con total naturalidad, y se enfrasca en un desafío ante Cronos, las posibles condiciones adversas, aire o cualquier otro escollo que intente sacarlo de su estado de concentración absoluto, su endemoniada capacidad física, y esa magia para asir el balón a su testa, esta vez logrando la cota en poco más de diez minutos, para sellar el mejor regalo en el cumpleaños 52 de su mentor Jorge del Valle.

En abril dejó boquiabiertos a muchos cuando se desplazó 200 metros en un canal de la Marina Heminway ejerciendo su control absoluto de la redonda, retando a Poseidón, en busca de la inmensidad azul, para dar fe que entre cielo, mar y balón, basta con sus brazos, piernas, y cabeza para acariciar la gloria.

Así llegamos hoy a una nueva cita con la piscina del Hotel Nacional. Su cuarta de este tipo desde el 2010, cuando la alberca del Habana libre lo vio despuntar con 534 golpes o caricias, que más da. Luego en Cayo Coco elevó su poderío hasta 1010 toques, eso antes de que el 28 de abril del 2012 lo fijara en 1203. Justo la cifra que destrozó en la mañana de este sábado.

Quien iba a decir que aquel muchacho que luego de sus sesiones de entrenamiento de natación en Matanzas, materializaba 30-40 contactos en el agua, hoy sería poseedor de dos cotas universales en el libro Guinnes. Ni siquiera el propio Lefont lo pudo augurar cuando integró la preselección nacional de polo acuático.

Entonces conoció a Douglas Hernández, su precursor y también pionero de la disciplina en Cuba, capaz de posar la mirada en su talento e iniciarlo en la sui géneris modalidad.

Así, lo que dentro de sus largas sesiones de entrenamiento de polo acuático constituía una actividad colateral, un hobby extra y paralelo, se convirtió en una razón para encarar el nuevo día, un horizonte plagado de quimeras y ambiciones, el refugio de su arte para controlar el balón y establecer un puente entre las hazañas terrestres de los hermanos Erick y Douglas y las suyas en el agua.
Poco más de tres meses de intenso trabajo antes de quebrar su tope anterior, dos sesiones diarias de preparación, una fuerte dosis de ejercicios para desarrollar la capacidad psicológica, la concentración y conjugarlo con el esfuerzo y la puesta en forma física.

Ese híbrido crucial, al decir del entrenador jorge del Valle, le toma a Lefont casi cuatro horas diarias en la pileta de la Ciudad Deportiva, con una alta dosis de hincapié en la técnica de control del balón, tanto en el agua combinado con la natación en las mañanas, y carrera, gimnasio y dominio terrestre en las tardes. Eso sin renunciar nunca en el fortalecimiento de la mente y esa capacidad de respuesta ante el posible surgimiento de una contrariedad.

Así esa yunta atleta-entrenador vio caer 90 días, y el fruto de su constancia no fue en vano, también cayó el registro precedente.
Luego de materializarlo, poco importó a Lefont el dolor acumulado en sus piernas, brazos y cuello, regiones que acusan el mayor desgaste durante cada una de sus conquistas. Tampoco parece preocuparle su próxima hazaña: golpear el mayor número de veces la pelota con un lastre de entre 15 y 20 kilogramos de peso.

Lo digo por la naturalidad, casi inmutable con que hizo alusión a su proyecto futuro, tan distante como a la vuelta de finales de diciembre, luego de no pensar en otra cosa durante el resto de agosto, que no sea en un merecido descanso.

Repaso mi mañana, llegué al Hotel Nacional sobre las 9:40 a.m, sorprendí a Lefont con su habitual bata azul, envuelto hasta el último de los cabellos, enajenado en busca de un pacto fiel con el factor concentración, detuvo su viaje hacia los confines de Buda unos instantes para dedicarme un abrazo y entre sonrisas hacerme una señal de que todo estaba bajo control…

Cronos acechaba, cerca de las 10:20 descubrió su habitual isotérmico rojo y se lanzó al agua, en sus manos, ceñida y conciente de ese romance que regalaría otra escena de gloria, la esférica, por esas coincidencias del destino blanca estrellada. Se fusionaron hombre agua y balón el espacio quedó diseñado para las estrellas, incluso la presencia de Javier Sotomayor presagiaba un coquetear exclusivo con las alturas.

Enhorabuena por este nuevo Arquímedes, que en lugar de la palanca para mover al mundo, ustedes saben sencillamente que necesita.

 

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