Ernesto Camilo Vega: música con clarinete a cuestas

Ernesto Camilo Vega: música con clarinete a cuestas
Fecha de publicación: 
14 Octubre 2011
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Ernesto Camilo Vega es uno de los pocos músicos jóvenes cubanos que se ha dedicado enteramente al clarinete. Y lo ha hecho tan bien que en revistas especializadas como Down Beat fue comparado con el norteamericano Artie Shaw.

 

Desde que era un estudiante colaboró con el músico chileno Carlos Maza, con quien hizo tres discos y recorrió varios festivales internacionales en Europa. Su talento lo convirtió en ganador del concurso JoJazz en 2002 y 2003, y en 2009 se alzó con el premio Cubadisco en la categoría de Jazz.

“Fue algo curioso porque desde niño me gustaba la música, pero lo primero que me llamó la atención fue la batería. Desde pequeñito intentaba tocar las canciones de los Beatles con las cazuelas de la casa. El año en que entré a la vocacional de arte había pocas plazas para percusión y me sugirieron matricular en otra categoría para luego cambiarme. Entonces comencé a identificarme con el clarinete porque no lo conocía, me gustaba su historia y cuando lo tuve en mis manos, supe que quería dedicarme a él. Tenía 10 años”.
 
Son pocos los jazzistas cubanos que estudian el clarinete. Aquí hay mucha herencia del piano, es de lo que más abunda en las escuelas de arte. Además, la demanda no es de clarinete, más bien este se dedica a la música sinfónica y folclórica de los países. En Cuba Paquito de Rivera con Irakere es un buen ejemplo de clarinetista.

Ahora está Javier Zalba y otros de mi generación. Yo le he puesto mucho énfasis no solo desde la interpretación, sino también a la composición. Mi idea es abarcar de todo un poco, hacer todos los estilos posibles.

-¿Cómo logras esa mezcla?, lo mismo haces música clásica que ritmos cubanos más modernos u otros foráneos de Brasil, África…

-Trabajando con otras personas te puedes influenciar. Aquí hay bastante tradicionalismo, no se hacen muchas cosas pensando en el folclor de otros países. Y eso lo experimenté trabajando con Carlos Maza. A él le gusta la improvisación dentro de la composición, pero no es un jazzista per se y el trabajo con él me despertó conocer más sobre los timbres, las familias de los instrumentos…

Para mí es importante ver la música de una manera global, no quiero ser simplemente un jazzista cubano que toca tal cosa, sino explorar la música, el folclor de cada nación.

-¿Qué te aportaron esas giras y encuentros en festivales internacionales, siendo estudiante?

-Aprendí de mucha gente. Yo conocí a un gran músico que me decía que dentro de un tiempo se unirían todas las músicas del mundo porque hay mucha información. Es lo que pasa ahora, cada cual se nutre de lo que ve y cada vez hay más cosas, existen más posibilidades de conocer otras culturas.

En mi disco Venir al mundo, aunque hay piezas bien cubanas como “Guajirito de ciudad”, no se habla solo de Cuba.

Hay que ver la música en su espiritualidad, no regirse por el mercado porque este va muy rápido. Solo lo genuinamente artístico prevalecerá, hoy quizás no te da para vivir, pero mañana sí.

Por eso he seguido mi trabajo, a pesar de muchos contratiempos como la fatalidad geográfica. Yo soy de Holguín y luego de graduarme me vine a vivir a La Habana porque aquí tengo más posibilidades. Es un caso repetido en varios músicos.

-En tu disco tú fuiste el compositor de todos los temas.

-Sí, en realidad empecé a componer un año más o menos antes de hacer el disco, antes me dedicaba más a la interpretación. Ahora mismo tengo material para otros dos discos. Uno pienso hacerlo el año próximo con Bis Music, es completamente distinto al primero. Los temas serán más largos, es más música. Quizás haya unos 9 tracks, algunos de 10 minutos aproximadamente.

-¿En qué te influye presentarte como un músico cubano jazzista?

-Siempre es bueno porque los empresarios en el mundo, que son quienes mueven el mercado de la música, saben que en Cuba hay mucho nivel musical. Lo que pasa es que Cuba no tiene un acceso directo a los grandes eventos del disco a nivel internacional, independientemente de la crisis que hay en el mundo entero.

Nombres muy conocidos como Chucho Valdés o Silvio Rodríguez, desde la trova, pueden trascender fronteras, pero a los jóvenes les es muy difícil colocar su obra grabada en el mercado.

-¿Dónde se puede ver a tu grupo de forma asidua?

-Nosotros no tenemos muchas posibilidades para tocar, a no ser en La Zorra y el Cuervo, un par de veces al mes, pero estamos conscientes de que es un público extranjero, pues es un lugar caro.

Ese es uno de los problemas de nuestro género. A veces la dificultad no es solo de lugares, sino de financiamiento: tener donde ensayar, que la gente gane su dinero…, es necesario un apoyo mayor desde las instituciones. Muchos artistas tienen ideas de proyectos, pero es difícil realizarlos.

Antes había otros espacios gratis en el Hotel Nacional, pero eso terminó. Yo estoy tratando de conseguir un espacio fijo. Pero ya componer y trabajar en equipo lleva bastante tiempo.

En la apertura del JoJazz, este año, haremos un concierto, y quizás para finales de noviembre o principios de diciembre tendremos una actuación en Bellas Artes.

En tu disco Venir al mundo todos los participantes eran jóvenes, ¿crees que eso le da un sello de distinción a tu música?

En los discos hay que ser bien selectivos. Conmigo tocaron tres pianistas: Harold López-Nussa, Alfredito Rodríguez y Alejandro Vargas. Yo los escogí porque sabía que cada uno de ellos pondría su identidad. En el caso de los bajistas y demás músicos e intérpretes fue igual.

Con todos logré una química, no pensando en el resultado, sino en la espiritualidad de cada uno de ellos. No es un disco largo, pero tiene una esencia que era lo que me interesaba, incluso puede gustarle a cualquiera que no sea seguidor del jazz.

-Lo que los jóvenes jazzistas están haciendo ahora es diferente a lo que hicieron los maestros del jazz en Cuba…

Todas las generaciones han sido importantes. Cada cual fue revolucionario en su momento. Sí creo que hace años se tocaba más estándares y los temas eran más cercanos a la manera estadounidense. Ahora los jóvenes han encontrado su camino propio, es una forma de encontrarse a sí mismo. Creo que el público busca más la originalidad.

Chucho con Irakere creó un emblema de sonoridad, pero si escuchas los proyectos de jazz de hoy, verás que no tienen nada que ver con aquello. Cada cosa se corresponde con la experiencia de vida de quien lo haga. Hay discos fantásticos de jóvenes cubanos, incluso que viven fuera de la isla, ellos tienen otra manera de ver la música.

-De los discos que estás preparando, ¿todos serán temas tuyos también?

-Sí. Creo que los primeros discos de un músico deben dejar claro lo que este quiere. Por ejemplo, quiero hacer uno de danzones, pero de una manera muy personal. La música tiene un camino abierto.

Un disco de jazz desde el clarinete es un tipo de música que no se ha grabado. Parte de la música de otro de los discos que quiero hacer la toqué en un festival en Trinidad y Tobago recientemente y gustó mucho. No creo que sea un tipo de música de mucha demanda, más bien interesará a la crítica, pero es algo que hago para mí.

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