Una telenovela para reír de lo lindo
En Cuba, el estreno de una telenovela siempre es un acontecimiento. Y si es cubana, mucho más. Los televidentes son fieles a las producciones nacionales, a pesar de que buena parte de ellas al final no cubren las expectativas. Después de propuestas más bien mediocres, la Televisión Cubana apuesta por un folletín con todas las de la ley: cien capítulos pletóricos de peripecias, más de 70 actores, una historia ambientada en los años 50 del siglo pasado. La pretensión es que el espacio de la serie nacional en Cubavisión (lunes, miércoles y viernes, 9:00 p.m.) transmita solo telenovelas. Auténticas telenovelas, las teleseries de otro tipo tendrán otro horario. Santa María del Porvenir debe marcar la diferencia.
Este lunes se transmitirá un making-of de la obra, el primer capítulo se emitirá el miércoles. Hace algunos días tuvo lugar la premier de la serie en el capitalino cine La Rampa. A los centenares de asistentes pareció encantarles la primera entrega: «Y eso que en ese capítulo no pasa mucho, más bien es la presentación» —dice Rolando Chiong (más conocido en el medio como el Chino Chiong), director de esta propuesta escrita por Gerardo Fernández y Lucía Chiong, a partir de una idea original de Fernández.
El Chino cree que Santa María del Porvenir va a enganchar a la gente. Primero, por la cantidad de peripecias de su historia. «Siempre está pasando algo, es muy dinámica». En segundo lugar, y no menos importante, por los personajes, «que son deliciosos, muy simpáticos, los arquetipos del folletín».
El punto de partida de la telenovela parece interesante. En un pueblo tranquilo de la provincia de Matanzas —Santa María del Porvenir, pura invención— comienza una noche a caer dinero desde el cielo. La gente se apresura a recogerlo, creyendo que se trataba de un milagro. Pero en realidad el dinero lo dejaron caer unos tránsfugas desde una avioneta. Todos los enredos empiezan cuando esos individuos llegan al pueblo para tratar de recuperar el dinero.
Al Chino Chiong le parece que lo más atractivo de la serie es su capacidad para hacer reír. «Es una tragicomedia, básicamente. Es una historia con mucho costumbrismo, con mucha farsa, mucha comedia. Claro, tiene también su drama. En la telenovela caben casi todos los géneros dramáticos. Yo la he definido ya como una mezcla entre el programa humorístico San Nicolás del Peladero y la telenovela brasileña Roque Santeiro».
El Chino había dirigido hacía algunos años otra telenovela, Al compás del son, ambientada en la década de los treinta del siglo pasado. Fue, sin duda, un éxito de público. Aunque, en honor a la verdad, la ambientación y la escenografía no estuvieron a la altura de la historia. Pero fue un buen debut en el género. Es de suponer que la experiencia lo haya ayudado en este nuevo empeño: «Claro, no cometí algunos errores. Aunque, francamente, algunas cosas ya se me habían olvidado. Me tuvieron en el banco mucho tiempo. Pareciera que no les gustó Al compás…»
El caso es que apenas le propusieron realizar este libreto, aceptó. «Me llamó la atención la originalidad de la propuesta. Bueno, no es que sea el non plus ultra de la originalidad, pero para el contexto cubano es bastante novedosa. No hacemos muchas telenovelas donde el principal ingrediente sea el humor. Además, era una historia de época, y a mí me gusta mucho la época, porque ahí puedes decir cosas, tratar aspectos que quizás en una serie ambientada en la actualidad no te dejarían decir».
Pero la época, obviamente, es mucho más compleja desde el punto de vista de producción. Y no vivimos precisamente tiempos de vacas gordas. «Yo por poco me corto las venas. Tuvimos muchos problemas con los recursos. No aparecía nada, había que estar inventando. Incluso hubo que cambiar el guión, adaptarlo a las circunstancias. Corríamos siempre el riesgo del anacronismo. Yo te digo que un director extranjero no podría hacer una telenovela en Cuba. Eso lo podemos hacer solo nosotros, que estamos al tanto de las carencias y somos especialistas en inventar. Yo me convertí en un mago.
«De todas formas, algunas cosas no quedaron bien. Te pongo un ejemplo, no hubo manera de conseguir una reja que pareciera de hierro para encerrar a uno de los personajes. La que conseguimos es evidentemente de madera, hubo problemas con la producción. Por ese estilo, pasaron muchas cosas. Pero el caso es que hicimos la telenovela, contra viento y marea».
La pregunta es: si resulta tan difícil hacer una telenovela, ¿por qué un realizador la asume entonces, pudiendo dedicarse a otras producciones? «La respuesta es sencilla: yo soy un masoquista. Me encanta el género, su capacidad de comunicación, la empatía que crea con el público. Yo soy un hombre de televisión, me gusta el reto de asumir un trabajo complejo, que me tenga un año entero trabajando. De hecho, eso es lo que más me gusta. No había pensado mucho en el tema, pero creo que la mayor satisfacción que tuve en esta oportunidad fue la de trabajar con tantos actores, para darle cuerpo a una idea tan compleja».
Y lo cierto es que la lista de intérpretes impresiona. Están aquí actores consagrados y también muchos jóvenes. Estos son solo algunos: Edwin Fernández, Félix Beatón, Sheila Roche, Rubén Breña, Zelma Morales, Teherán Aguilar, Max Álvarez, Jorge Luis López, Roberto Perdomo, Raúl Pomares, Armando Tomey, Eslinda Núñez, Deisi Quintana, Patricio Wood, Carlos Massola… y algunos familiares del Chino Chiong —porque el Chino es un hombre de familia: su hermana Lucía Chiong y dos de sus hijos. Son muchos más, «esta es una telenovela coral».
Rolando Chiong luce satisfecho con la telenovela. «Aunque no del todo. Hubo gente que estuvo en el equipo que no merecía estar allí. No quedé contento con su trabajo. No voy a decir nombres para no herir sensibilidades».
Pero con todo, cree que Santa María del Porvenir será un éxito. A la gente le gusta ese realismo mágico que ha hecho época en este lado del mundo. Y la telenovela tiene mucho de eso. «Va a gustar, estoy casi convencido».
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