Con la bendición de Sile Junco ¿se repite la historia?

Con la bendición de Sile Junco ¿se repite la historia?
Fecha de publicación: 
16 Enero 2020
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En casi treinta años, se han tejido mil leyendas sobre por qué los Cocodrilos de Matanzas no ganan un campeonato, a pesar de haber estado cerca tantas veces, a pesar de los equipazos que, por temporadas, han sido grandes hombre por hombre.

En los últimos tiempos, muchos le cargaron las culpas a Víctor Mesa (total ingratitud en mi opinión, porque si algo hizo el 32 fue despertarnos del letargo y meternos otra vez en el juego). Pero hay una vieja leyenda sobre la maldición de Sile Junco ¡Dígame usted! El último que nos llevó al podio, vaya cosa.

Pero por sí o por no, este año Sile y sus campeones de 1991, le dieron bendición y legado al equipo actual. Cuando los vi ahí, en el terreno, en esa suerte de ceremonia espiritual que fue entregarles los guantes posición por posición supe que este año sí. Con Ferrer al frente, quien acompañó a Sile en la serie que ganamos, tenía que ser. Era ahora o nunca.

La final no se ha terminado, pero mi equipo ya ganó. Puede incluso que los camagüeyanos, inmensos como han sido en estos play off, se lleven la copa, pero mi equipo ganó el respeto de ese pueblo que llenó el estadio, bajo un sol que rajaba las piedras; mi equipo ganó cuando nos dio la oportunidad de confiar; cuando demostró que el amarillo de Matanzas es tradición y quizás cosa nostra porque tres ríos nos atraviesan y Oshun nos acompaña desde el cabildo Iyesá, pero nunca por miedo, ni por esa tiradera de toalla que les achacaban los detractores o los malos aficionados.

Mi equipo puede ganar hoy el campeonato. Tiene con qué. Brazos y corazón le sobran. Los Toros también embisten, con todo, luchan como campeones. Ellos podrían llevarse el campeonato a casa para hacer la historia más larga o para ganar. Pero el hecho es que esto ha sido una final de verdad, la que merece un país donde todos tenemos historia en la pelota, decir otra cosa es chovinismo. Ganaderos y Henequeneros se enfrentaron en el 91, como ahora, con garra y alma. Camagüey y Matanzas están dando una final de campeones.

Tanto en la ciudad de los tinajones como en la de los puentes, ha reinado el deporte, la rivalidad sana, picante y amable como somos los cubanos. Que así sea hasta el último out y que la pasión nunca sea violencia. Que gane el mejor, aunque yo, ya estoy camino al Victoria de Girón, roja rojita, por si, con la bendición de Sile Junco, se repite la historia.

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