DE LA HISTORIA DEPORTIVA: La odisea de Valeri Brúmel

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: La odisea de Valeri Brúmel
Fecha de publicación: 
6 Enero 2020
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La carrera de impulso. Danza hacia el salto. Vuela, Nuevo récord para el certamen; 2 metros y 18 centímetros. Valeri Brúmel ha logrado otra medalla dorada para la URSS en la XVIII Juegos Olímpicos, efectuados en Tokio. Las cosas de la vida, hacia una esquina se atraganta el estadounidense John Thomas con su premio plateado: logró la misma marca pero tumbó la varilla en su intento inicial. Viajemos desde 1964 hacia atrás y lo comprenderán.

Valeri deseaba ser practicante de hockey sobre hielo. También gustaba del ajedrez. Sus intentos en ambas disciplinas no eran desafortunados, cuando este estudiante siberiano lee una noticia fechada en Filadelfia sobre Thomas y su logro de 2.02 en salto de altura. "Me gustaría probar" se dijo el estudiante siberiano de 15 años. Y del deseo a la batalla... Avanza y... ¡avanza!

Más que una promesa, asiste a su primer magno certamen: Roma 1960. Debut hermoso: 2.16 y segundo puesto. Solo lo supera su compatriota Robert Shavlacadze con igual resultado pero sin fallar. ¡Thomas al tercero: 2.14! No podrá desquitarse cuatro años después del muchacho que lo envía detrás de él siempre, enamorado de la
la prueba por aquella información que loaba los 2.02 de John.

El soviético se prepara para México 1968. Tal vez se bata en decatlón. Veloz, fuerte, resistente. En su especialidad llevó la varilla a 2.28. Ningún otro rival ha llegado tan alto en esta etapa... ¡Olvídelo: esas cosas de la vida de nuevo...!

¡Salta, salta, Brúmel! No puede oírme. La mota que maneja un amigo va hacia el accidente. El está sentado atrás. Silba una canción de moda. En mi enajenación al recibir la noticia, me creo un demiurgo, expreso frases de aviso. Uno ama así a los deportistas; sobre todo si son ases, éticos fuera y dentro de las contiendas del músculo también.

Yace el plusmarquista mundial y olímpico debajo del vehículo, piernas y ambiciones laceradas seriamente. Después, tristeza y rabia sobre el lecho del hospital. No cabe la cobardía en él. La derrota tendrá en contra la lucha por convertirse en atleta otra vez. Dos operaciones. El Doctor Ilizarov. Aparatos y procesos modernos. Una de las piernas había perdido dos centímetros: Vuelve a ser normal. Pesas. Carreras. Natación. Hay sus incrédulos: "Nunca regresará a las competencias; que se conforme con volver a caminar sin tanto bamboleo".

El narrador comenta: ¡Ahí viene Valeri Brúmel! Parece curado, vamos a verlo en acción. Corre. En el aire. Salta. ¡Cruzó la varilla! Ha ganado la medalla dorada. Como en sus tiempos..." El deportista sabe que no es así. Ha sido atleta otra vez como se propuso. No se engaña: no es el mismo. Profesor de educación física entonces; descubrirá valores. Será ayuda con sus conocimientos, su experiencia y el poema de su regreso al atletismo. Aunque cierto halo de tristeza suele rodearlo.

Munich 1972. Su compatriota Yuri Tarmak vence con 2.23. Declara a la prensa: "La actuación de Brúmel, su lucha, me sirvieron de gran inspiración". El más brillante saltador de altura de todos los tiempos, el cubano Javier Sotomayor, habla acerca de Valeri con cariño y respeto. El atletismo, el olimpismo no lo olvidan. El Saltador Cósmico, como le llegaron a nombrar, continúa saltando.

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