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Que por motivos del bloqueo impuesto a Cuba por Estados Unidos se le prohíba a un ciudadano o ciudadana estadounidense viajar a Cuba, es algo inconcebible en un país que se ufana por ser el supuesto “campeón de la libertad” y “defensor del mundo libre”. Pero tal vez algunos se sorprenderían que por ese mismo bloqueo impuesto unilateralmente por Estados Unidos a Cuba, se le haya prohibido a un residente permanente del país debidamente acreditado, ciudadano cubano para más, el viajar a su propio país de forma legal, en momentos en que lo precisaba por una tragedia familiar. El protagonista de esa historia fue el que esto escribe. Sucedió bajo la administración del señor Bush hijo, allá por el 2007. Mi hija mayor, lamentablemente, había llegado a un estado tal de gravedad que inevitablemente la conduciría a la muerte. La devastadora noticia me llegó un sábado, recuerdo, y sin perder tiempo me dirigí en un mensaje vía Internet, a solicitar el permiso de viajar a Cuba - era obligatorio - al Departamento del Tesoro donde una de sus dependencias se encargaba de autorizar dichos viajes. El siguiente lunes, y a menos de 48 horas de haber enviado mi solicitud, demostrando su gran eficiencia en tales asuntos, por la misma vía electrónica ya tenía la respuesta negándome la posibilidad de viajar a La Habana. La justificación para no concederme la autorización de viajar fue que aún no se había vencido el plazo de tres años desde mi último regreso de un viaje a Cuba, medida que se había implantado durante aquella administración. Faltaban nada más que menos de cinco meses para que tal absurdo plazo se cumpliera.
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