Un líder diferente: Fracaso imperial en Belarús

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Un líder diferente: Fracaso imperial en Belarús
Fecha de publicación: 
26 Febrero 2021
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Alexander Lukashenko

Millones de vacunas rusas están siendo aplicadas en Belarús como parte de la ayuda solidaria de Moscú a las autoridades de Minsk, encabezadas por su presidente, Alexander Lukashenko, quien ha vuelto a demostrar al imperialismo que no permitirá que desgarre a su país.

Varias intentonas de subvertir el orden en la otrora república soviética han fracasado estruendosamente, porque las inteligencias occidentales encargada de ello, con la cooperación de una minoría local mercenaria, no han comprendido que Lukashenko es un líder muy diferente a los que virtualmente entregaron la soberanía de sus naciones a quienes ayudaron a acelerar la destrucción del campo socialista.

Así, fracasaron las “revoluciones de colores” emprendas en Belarús en el 2010 y el 2020, bajo el falso pretexto del fraude en las elecciones que ratificaron como presidente a Lukashenko.

La más reciente acción, como la anterior, contaron con el apoyo y la complicidad de los dirigentes de ex repúblicas soviéticas, principalmente las del Báltico, y otros de Polonia y Rumanía, que han permitido que Estados Unidos instale misiles con cabezas nucleares en su territorio, apuntando a Rusia.

Belarús era el eslabón que faltaba, pero fracasaron estruendosamente, porque no consideraron que su dirigente ha tenido una actitud limpia, es incorruptible, y cuenta con el apoyo mayoritario de su pueblo.

“Lukashenko, dice el portal Habana Radio, sigue siendo la mejor opción para una nación donde hay un gobierno que sí se preocupa por el bienestar de la población, hace que la educación llegue a todos y la salud está garantizada, y más en estos tiempos de enfrentamiento a la epidemia de la COVID-19”., y agrega:

”Como gobernante legítimo de su país, que asume todas las responsabilidades por sus destinos, no ha pactado acuerdo secreto alguno con ninguna oposición, ni políticos occidentales para una ´capitulación honorable”.

Tales “revoluciones” triunfaron en las naciones donde la cúpula gobernante era corrupta e insostenible en su papel de dirigente y –lo más importante- muy atadas a Occidente por lazos financieros y políticos.

Para los barridos por el movimiento –Shevardnadze, Akayev, Milosevich- semejante amenaza fue una de las más terribles, además de parecerles muy natural su afán de fusionarse y capitular en el momento decisivo. En verdad, nunca dirigieron a sus propios estados en aras de una gran idea. Es por eso que las “revoluciones de color” trascurren casi sin derramamiento de sangre, ya que no hay causa por la cual asumirlo.

Retornando a Belarús, huelga decir que los políticos de Occidente no pueden considerar aceptable la figura de Alexandr Lukashenko en virtud de haber construido un Estado con un sistema de relaciones económicas casi socialistas.

Tampoco porque él no pretende en absoluto integrarse a la sociedad occidental, ya sea en forma política o económica, al tiempo que lleva a cabo una línea propia en las relaciones internacionales.

Por cierto, ese modo de “autarquía” ha salvado al país de las crisis económicas mundiales y enfrentado con éxito los problemas que puedan afectar directamente a la población, como la actual pandemia.

Es, subrayo, un líder diferente dispuesto a hacer fracasar cualquier intento imperial en Belarús.

 

 

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