Represión e injusticia de la mano de Duque

Tal como se burló de los Acuerdos de Paz firmados hace cinco años en La Habana para poner fin a una guerra de más de cinco décadas en Colombia, el presidente Iván Duque lo acaba de hacer con los representantes del paro nacional que se realiza intermitentemente desde hace cinco semanas, al negarle acuerdo alguno.

Todo esto ocurría mientras se vanagloriaba que su Ministro de Defensa derrotaba una moción de censura en el legislativo, y el de Justicia aplicaba sin cortapisas condenas a diestra y siniestra y hacía oídos sordos a las condenas a la represión de las protestas, que ha causado cerca del centenar de muertes, un número indeterminado de heridos y centenares de desaparecidos.

La influencia de poderosos intereses beneficiados desde el comienzo de la etapa uribista, con un neoliberalismo entronizado que Duque trata de fortalecer aún más, son factores que explican por qué el mandatario desprecia a quienes participan en las protestas sociales, ordena al ejército y la policía que disparen a los manifestantes y trata de justificar sus más recientes crímenes, en los que participan paramilitares urbanos, con el pretexto de asaltos a propiedades privadas.

La retirada momentánea de una reforma tributaria que dio comienzo a las protestas, no amainaron el descontento popular contra las políticas neoliberales, que mantienen todos los privilegios para los dueños de las finanzas y grandes empresarios y pretende que los trabajadores y la población en general paguen por la crisis económica, agudizada por la pandemia, pero que venía de antes.

La movilización se ha producido también en repudio a las masacres y al asesinato permanente de líderes sociales y de ex combatientes de las antiguas FARC, sin que el gobierno tome medidas para frenarlos.

El descontento se ha expresado también contra el manejo irresponsable y cínico de la pandemia. Colombia está hoy en día entre los cuatro países con mayor número de muertes diarias y el proceso de vacunación ha sido extremadamente lento.

Frente a esta enorme movilización, Duque se niega a hablar con los movimientos sociales, estudiantes, indígenas y campesinos que integran el Comité Nacional de Paro, mientras coordina con algunas alcaldías y gobernaciones una feroz represión por las fuerzas militares, especialmente en la ciudad de Cali y el Valle del Cauca, así como en las zonas adyacentes a la Carretera Panamericana.

Toda esta reacción se incrementó a partir de que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez –su mentor- llamara a apoyar a las fuerzas militares que responden con sus armas de dotación a los manifestantes.

Es cierto que, como en todos los procesos de gran movilización social, se han producido hechos vandálicos, explicables en parte por las gravísimas condiciones de pobreza y hambre que viven numerosos sectores de la población. Sin embargo, la inmensa mayoría de las manifestaciones populares ha sido completamente pacífica. Pero el gobierno, los organismos de control y los grandes medios a su servicio se empeñan en mostrar solo estos hechos, ocultando la magnitud del descontento y la movilización social.

Y es que la represión y la injusticia van de la mano de Duque.