OPINIÓN: ¿Por qué arrancarle la alegría deportiva al pueblo colombiano?

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OPINIÓN: ¿Por qué arrancarle la alegría deportiva al pueblo colombiano?
Fecha de publicación: 
4 Marzo 2024
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Quitarle la sede de los próximos Panamericanos a Barranquilla, por no haber abonado una gran cantidad de dólares a Panamá Sport entre otras cosas, tiene una causa esencial denunciada en varias ocasiones por el rescatador del olimpismo, sintetizadas a fines del siglo XIX cuando atacó el “(...) espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero” (1894).

Estará estipulada dicha entrega, será una especie de ley, contrato o algo así. Sera lo que sea, pero es turbiedad, desgarradura para los países subdesarrollados víctimas mayores de golpes de esta clase. El destacado pedagogo se refirió acerca del escenario del certamen, remontándose a las etapas griega y romana: pues no debíamos considerar “(...) a los Juegos Olímpicos la gallina de los huevos de oro, aunque sería pueril creer que los antiguos no se preocupaban de la prosperidad engendrada por los Juegos y que el movimiento del tráfico alrededor de Olimpia no les interesaba” (1925). Para Pierre tampoco era ni puede ser lo principal.

Sobre el teatro escogido y la realización general de la justa expresó: “(...) la calidad del lujo (durante los Juegos) su vulgaridad lo transformaría en estéril y solo tenderla a inutilizar las fuerzas de tipo medio y a hacer más irritantes los contrastes sociales. Organizaciones más simplificadas, alojamientos más uniformes y más tranquilos a la vez, menos festejos y sobre todo contactos más íntimos y más frecuentes entre atletas y dirigentes sin políticos y oportunistas que los dividan” (12 de octubre de 1912). Subrayaba: “¿Es necesario recordar que los Juegos Olímpicos no son propiedad de ningún país, ni de ninguna raza en particular y que no pueden ser monopolizados por ningún grupo? Colofón con estas palabras: “Son mundiales. Todos los pueblos deben ser admitidos sin discusión, igual que todos los deportes deben ser tratados en un plano de igualdad sin preocuparnos de las fluctuaciones o de los caprichos de la opinión pública” (Mayo 29 de 1925).

Desde el inicio del olimpismo el combate por la sede tuvo manchas. Yanqui tenía que ser la acción indigna por convertirse en el escenario de la tercera edición. Acerca de ello escribí en mi libro Las olimpiadas de Atenas a Moscú (Editorial Gente Nueva, 1979) en el capítulo titulado Olimpiada made in U.S.A. “No hay que asombrarse con las atrocidades que se cometen en la Tercera Olimpiada, a la que sirve de sede San Luis- Estados Unidos, en 1904.

Cuatro años atrás, ¡qué enfrentamiento entre dos ciudades norteamericanas- Chicago y San Luis. en la cuarta sesión del Comité Olímpico Internacional! Ambas desean ser el escenario de la contienda. Chicago vence: sus representantes afirman que ya tienen 120 000 dólares recogidos con vista al gran deseo y aseguran más de 200 00 de taquilla. El idioma de los pesos se impuso.

Mas, los perdedores no se dieron por derrotados. Quieren obtener los Juegos para apoyar la exposición por el centenario de la cesión de la Lousiana a la entonces joven república estadounidense. Presionan, y el COI cede ante palabras convincentes, demasiado convincentes: si no sucede, los sanluiseños efectuarán pruebas atléticas en la fecha de la lid y darán jugosos premios. ¿Asombroso? ¡Qué va! Es una pelea en yanquilandia”.

Ahora agrego: el propio presidente de la nación, Roosevelt, intercedió para que San Luis fuera la triunfadora. Lo fue, mediante la compra, el chantaje y la intervención política del señor del garrote. Lo nefasto de lo ocurrido en el escenario hizo publicar a periódicos nada izquierdistas opiniones como las siguientes: “El sensacionalismo y el afán de hacer las cosas en grande fue perjudicial para los Juegos... La Tercera Olimpiada ha sido una auténtica juerga deportiva”. Lo peor se los voy a narrar. Pasan los corredores la meta. Ha ganado un negro; un sirio le siguió los pasos... Presencia una prueba extraoficial. Son las llamadas jornadas antropológicas, dedicadas a las competencias entre la gente inferior según los yanquis: negros, mestizos, indios, filipinos, turcos, chinos, judíos, árabes, aborígenes sioux, nacidos o naturalizados en EUA sin ser reconocidos como estadounidenses auténticos.
               
Imposibilitados de batirse en la batalla real, los involucraban en carreras sobre el fango, subidas a un poste vertical amenazante. Hubo hasta luchas entre pigmeos. Muchos de los participantes estaban golpeados por problemas físicos y mentales. Se burlaban de ellos, los humillaban. Coubertin no asistió a los Juegos, lo representaron varios colegas y criticó duramente la barbarie. Han seguido ocurriendo discriminaciones, y se ha incrementado la ambición por ser el teatro de operaciones del músculo a favor de los mercaderes, las trasnacionales con el gran bocado, especialmente después del impulso de Samaranch y su cuento de abrazar la dialéctica para salvar el olimpismo, y en verdad abismar la esencia de la lidia, al abrazar más fuerte el maridaje dogmático de Don Dinero con la derecha.

Con el jueguito de ser apolítico, el COI ha sido capaz de danzar con la maldad en diversas etapas. Por ejemplo, las sedes a Berlín en 1936 y, por tanto, brindar apoyo al fascismo y permitir la utilización de la liza para divulgar la ideología nazi; a Los Ángeles en 1984 mientras allá vibraba públicamente una histeria peligrosa anticomunista y contra todo lo que olía a progreso; y a Seúl en 1988, en momentos inconvenientes dado lo que se vivía en Corea del Sur entonces, amén del soslayamiento a Corea del Norte. Cuba se abstuvo de participar en los XXIII y XXIV Juegos por solidaridad, deportividad, humanismo.
 
También propuso soluciones antisectarias en busca de la unidad. Las desoyeron. La ausencia reportó perjuicios para nuestro movimiento deportivo. Sin embargo, Fidel nos había enseñado mucho antes que “nos gusta ganar medallas de oro, pero más importante que las medallas de oro son el deporte y la educación física en sí” (Primero de septiembre de 1976). Lo profundizó aún más el 24 de febrero de 1988: “¡Nosotros los principios no los cambiamos por unas cuantas medallas de oro…” A partir de dichos conceptos, actuamos.

El Comandante en Jefe ha opinado sobre los asuntos relacionados con las sedes de los certámenes múltiples reconociendo primero que “los principios del olimpismo de que tanto se habla, han sido transformados en políticas comerciales alrededor del deportel(26 de julio 1999). Y que “el deporte se ha prostituido y mercantilizado, sin que importe para nada su papel como instrumento para la salud y el bienestar del pueblo (13 agosto 1999). Ahí reside la raíz de las arbitrariedades en ese sentido, del dopaje, del robo de músculos.

Como añade el Comandante en Jefe en esa fecha: “los países de mayor riqueza y desarrollo en el mundo, han sido privilegiados de forma exclusiva a lo largo del siglo con las sedes de los Juegos Olímpicos(...). La concesión de la sede para unas olimpiadas en un país determinado debe apartarse del método que se ha ido estableciendo progresivamente de sacar a subasta la sede, donde el país que tiene más dinero y ofrece más cosas tiene posibilidad de alcanzar la misma...”

En el discurso señala a uno de los victimados por ese flagelo irrespetuoso aun con la historia: “Al cumplirse el centenario de las Olimpiada de 1896, debió entregársele a Atenas. Recibieron (los Estados Unidos) la sede por cuarta vez en este siglo y relegaron a Atenas” . El 26 de julio de 1999 había arremetido contra aquel tipo de injusticia: “Son los países ricos los únicos que pueden, en realidad, ser constantemente sedes de grandes competencias, organizar olimpiadas, comprar atletas.”

En marzo de 1988 señaló: “Las olimpiadas hasta ahora han servido, sobre todo, para exhibir la riqueza, la buena alimentación, la excelente técnica de los países ricos industrializados”. Llamó a continuar batallando “para que las olimpiadas sean también un derecho de los países pobres y no de los súper ricos” (29 de septiembre 2000). Va más allá: “Tenemos que luchar contra la vil y vulgar comercialización del deporte” (23 de febrero de 2001).  Esclarece: “El deporte sano es incompatible con el consumismo y el derroche, que está en la raíz de la actual e irreversible crisis económica y social del mundo globalizado” (7 de agosto de 2007). Todo lo planteado en el presente texto tiene que ver con los otros certámenes múltiples.

Lo advertido por nuestro Atleta Mayor el 15 de julio de 1983 está vigente: “El deporte, la ODEPA y el movimiento olímpico, se hicieron también para los pueblos del Caribe y Latinoamérica”. Panamá Sport debe interpretarla especialmente. No quiero dejar de señalar que no pueden ser permitidas barbaridades realizadas en contra de la América de Bolívar y Martí, como el intento gringo de impedir la labor de los cubanos en San Juan 1966, derrotado por la Delegación de la Dignidad, y las más recientes: no entregar las visas o darlas con atraso para competir en diversos torneos, y la escenificación de la Serie del Caribe en Miami sin ser del área ni merecerlo, en busca de ganancias, del espectáculo. Si se efectúan, los culpables deben ser sancionados sean quienes sean.

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