Lula ante un escenario distinto y alentador

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Lula ante un escenario distinto y alentador
Fecha de publicación: 
8 Noviembre 2022
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Los partidarios de Luiz Inácio Lula da Silva celebran su victoria en las elecciones presidenciales. Foto: AFP

La historia política de Brasil ha estado durante los últimos 30 años estrechamente vinculada a la figura de Luiz Inácio Lula da Silva, un hombre de origen humilde, inteligente y con profundo sentido social, que administró esa nación con no pocas presiones, como suele suceder con todo gobierno que tenga un pequeño matiz de izquierda.

Dirigir el país más extenso de Suramérica es todo un reto, un desafío de enormes dimensiones, no solo por las características físicas de ese territorio, sino por su diversidad, desigualdad, y aún más por sus riquezas, por la complicada tarea de trabajar en equipo para repartirlas.

No se trata de una actividad pasiva o medianamente normal, sino de una gestión convulsa que desde el minuto cero es azuzada por factores externos ante la intensión de enderezar y, sobre todo, de proteger a las minorías, de acuerdo con las bases de su propuesta socialista.   

Aún cuando Lula no ha estado activo en el poder su nombre sí ha permanecido en el tintero, citado, reclamado, consultado, siempre con el favor de multitudes que valoran su labor durante sus mandatos presidenciales, e incluso, desde antes por sus ideas progresistas, cuando solo era dirigente del Partido de los Trabajadores (PT).

Lula da Silva es un político centrado y tenaz, posee el don de la palabra y es un incansable luchador social. Desde el inicio su proyecto de país incluía sacar de la pobreza extrema a gran cantidad de brasileños que históricamente no tenían, ni siquiera, voz. Se lo propuso y así lo consiguió. Nunca es suficiente, pero las estadísticas indican que millones de personas fueron menos pobres durante su gestión presidencial porque ofreció oportunidades de superación y empleo, y trabajó duro por conseguir trasformaciones económicas que favorecieran no solo a la clase privilegiada, al punto de destacar como potencia en la región.

En temas políticos la perfección no existe, nunca el cien por ciento de los votantes estará a favor, sin embargo, hasta hoy Lula da Silva ha tenido que sortear importantes obstáculos desde campañas internacionales hasta movimientos antidemocráticos en su propia tierra, muchas veces de manera injusta, basados en calumnias y argumentos estériles; otras veces no contó con los recursos precisos para resolver situaciones.

De manera general siempre los gobiernos de izquierda son cruelmente atacados. La derecha tiene mucha fuerza y una maquinaria potente creada para silenciar y desacreditar lo alternativo. Esta vez Lula se enfrenta a un país distinto, lacerado y desorganizado, se lo entrega un Jair Bolsonaro que ha jugado, o hecho el de la vista gorda, con la violencia y el fascismo. También él mismo ha cambiado, ya tiene 77 años y necesitará mayor esfuerzo y apoyo para aglutinar. Además, el contexto regional tampoco es igual al de hace dos décadas atrás cuando estuvo fortalecido con mayor presencia izquierdista. Por eso su victoria en las elecciones de octubre tienen gran valor, más de 60 millones de personas confían en que recomponga Brasil, pero es solo un poco más de un cuarto de la población de ese país, el reto es sustancial, y el futuro es prometedor. No solo bastará la voluntad, sino articular un nuevo gobierno que consiga identificar las debilidades a tiempo y ocuparse en ellas mientras crean la nación que pretenden.

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