Joe Biden: Atrapado entre el Odio y la Unidad

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Joe Biden: Atrapado entre el Odio y la Unidad
Fecha de publicación: 
17 Septiembre 2022
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En la muy anunciada cumbre contra el odio United We Stand (Permanecemos Unidos) organizada por la Casa Blanca, celebrada este jueves, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llamó a «silenciar» las ideas extremistas, racistas y la incitación a la violencia.

En su discurso recordó a una joven madre asesinada durante una manifestación de blancos supremacistas en Charlottesville, Virginia Oriental, Heather Heyer, de 32 años, quien murió en agosto de 2017 cuando un simpatizante neonazi arremetió contra una multitud de activistas antirracistas, evento que, según Biden, lo convenció de salir del ostracismo y lanzarse a la presidencia.

«El odio nunca se vence, solo se oculta, y si se le da oxígeno, sale de su escondite. En los últimos años le hemos dado demasiado oxígeno en la política, en los medios y en internet», denunció el presidente estadounidense y pidió al Congreso «poner fin a la inmunidad especial» de la que gozan las redes sociales en difundir el odio e incitar a la violencia.

Pero en su llamado a la unidad y la reconciliación, una postura que ha marcado su mandato desde el inicio, se limitó a condenar sobre todo al supremacismo blanco de derecha, más que a sus incitadores, quizás porque como, según dijo, «hay quienes dicen que cuando hablamos de eso (extremismo), dividimos al país».

En su intervención, que tiene la mira puesta en las elecciones legislativas del 8 de noviembre, en las que los demócratas se arriesgan a perder el control del Congreso, un Biden visiblemente enfadado afirmó con tono solemne: «Tenemos que decirlo, de manera clara y con fuerza. No hay sitio en Estados Unidos para el supremacismo blanco ni para cualquier forma de odio alimentada por la violencia. No llamarlo por su nombre es ser cómplice».

La acusación en su contra de querer dividir el país surgió luego de que, hace unas semanas, el presidente llamara semifascistas a Trump y sus seguidores, a quienes acusó de sacudir los «cimientos» mismos de la democracia estadounidense. 

Evidentemente, el presidente se encuentra atrapado entre las contradicciones de sus propósitos y las diatribas de su discurso. Al mismo tiempo que intenta acabar con el odio, pretende lograr la unidad del país, e intenta desactivar políticamente a Trump, parece no tener reparos en aceptar las políticas de quienes no solo incitan el odio dentro de Estados Unidos, sino más allá de sus fronteras.

El mismo día que Biden celebraba su cumbre contra el odio, el senador de Florida, Rick Scott, en una conferencia de prensa celebrada frente a la Casa Blanca, acusó de débil a la actual administración por apoyar a dictaduras de Latinoamérica como Cuba, Nicaragua y Venezuela.

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Manifestantes contra el odio y la violencia en EEUU. Foto UPI

«El presidente de Estados Unidos es el líder del mundo libre. Necesita empezar a actuar como tal. Nuestro hemisferio se está convirtiendo en un lugar más peligroso por culpa de la debilidad de Biden», dijo Rick Scott, para quien lo primero que debería hacer el mandatario es introducir las restricciones y sanciones a Cuba que se remontaban al mandato de Donald Trump (2017-2021) y que, según él, fueron levantadas en parte el pasado mayo.

De igual forma, los partidarios de Trump, quienes confían en que las elecciones legislativas del 8 de noviembre den el poder del Congreso a los republicanos, le exigieron al actual inquilino de la Casa Blanca cerrar la embajada cubana en Washington, reabierta en 2015, y volver a incluir a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en su lista de organizaciones terroristas, tras haberlas retirado en 2021.

Otro de la misma camada de incitadores, el senador republicano Marco Rubio, añadió en la misma conferencia que hace solo dos años, con Trump al mando, «la Casa Blanca era un lugar donde se hacía activismo en favor de la democracia», mientras que en la actual administración se encargan de esa región «simpatizantes de esos regímenes».

Tales dislates no hubieran pasado de una simple contraofensiva electoralista republicana si, —¿casualmente?— también este mismo jueves, el subsecretario del Departamento de Estado para América Latina, Brian Nichols, no asegurara que la paciencia del gobierno de Estados Unidos no es «infinita» y amenazara con intensificar las sanciones contra Venezuela, si no reanuda las negociaciones con la oposición en Ciudad de México, que fueron interrumpidas el año pasado.

Según la agencia EFE, las declaraciones del subsecretario, quien, además, considera que (Maduro) ha «cometido crímenes contra la humanidad», fueron hechas bajo la presión del senador demócrata, con piel de republicano, Bob Menéndez, el principal representante de la mafia trumpista de Miami, en la actual administración. 

Volviendo a Biden y su cumbre United We Stand, mientras el actual presidente mantenga, en pos de permanecer supuestamente unidos, su condescendencia con los semifascistas seguidores de Trump, le será muy difícil hacer creíble su discurso contra el odio. Por mucho que en su esencia imperial se asemejen ambos partidos, no se puede ser demócrata y republicano, ni estar con Trump y con Obama al mismo tiempo. Como bien él mismo sugirió, no se puede defender el bien dándole oxígeno al mal, como no se puede vencer al contrario a base de demagogia electoral.

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