Estados Unidos, una democracia falsa y una hegemonía
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La democracia como un valor común ha sido manipulada.
Estados Unidos la ha estado utilizando para engañar al mundo y encubrir su naturaleza de falsa democracia pero una hegemonía real.
Para contener a sus rivales y cosechar beneficios, Washington, en los últimos años, ha montado una llamada "alianza de valor", ha fortalecido sus alianzas militares y ha provocado la confrontación de bloques, perjudicando gravemente el orden mundial, la paz y la seguridad globales.
Cuando EE. UU. habla de la democracia, en realidad lo hace de una democracia al estilo estadounidense, o "americracia", construida sobre la hegemonía, la intimidación y la dominación.
En primer lugar, la democracia al estilo estadounidense no tiene que ver con la igualdad, sino con la hegemonía. Desde embargos económicos hasta intervenciones militares y subversión a regímenes, Washington castiga con determinación a cualquier país desobediente.
En su libro America's Deadliest Export: Democracy, el autor estadounidense William Blum escribió que desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se ha esforzado por derrocar a más de 50 Gobiernos extranjeros, la mayoría de los cuales fueron elegidos democráticamente, interfiriendo de manera grocera en las elecciones democráticas en al menos 30 países, e intentó asesinar a más de 50 líderes extranjeros.
Durante años, Estados Unidos ha creado malestar político en América Latina, desempeñado un papel en la llamada "primavera árabe" e instigado revoluciones de colores en Eurasia. Los problemas que ha fabricado han gestado enormes desastres humanitarios, e incluso alimentado el terrorismo y el extremismo. Ahora, sigue obteniendo beneficios al obligar a sus aliados a avivar la llama del conflicto entre Rusia y Ucrania.
En segundo lugar, la democracia al estilo estadounidense no se trata de justicia sino de intimidación. Los políticos estadounidenses siguen las doctrinas egoístas de "Estados Unidos primero" y "el ganador se lo lleva todo".
Poniendo sus propios intereses por encima de todos los demás, Estados Unidos empuña de manera arbitraria el bastón de las sanciones contra quienes desobedecen. Un EE. UU. unilateralista ignora las reglas internacionales y, sin dudarlo, abandona lo que predica: los principios de la economía de mercado y el libre comercio.
Ha impuesto sanciones sistemáticas contra Irán, Siria, Cuba y Venezuela, y ha apuntado colateralmente a terceros países, lo que no solo ha puesto en riesgo la economía y los medios de vida de esas naciones, sino que también ha perturbado gravemente el orden económico mundial.
En la búsqueda de intereses propios, el Tío Sam ni siquiera ha sido blando con sus aliados. Con la UE asediada por una crisis energética en medio de la crisis de Ucrania, Estados Unidos ha hecho una fortuna al exportar gas natural licuado (GNL) estadounidense a Europa a muy alto costo.
En un intento de proteger e incluso promover su industria manufacturera, Washington aprobó un histórico proyecto de ley en temas de clima, impuestos y salud por 430 mil millones de dólares llamado Ley para la Reducción de la Inflación, que amenaza a Europa con la desindustrialización.
El presidente francés, Emmanuel Macron, criticó la ley estadounidense por "no estar en línea con las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ni con la amistad".
Además, Estados Unidos ha generalizado el concepto de "seguridad nacional" y ha colocado arbitrariamente a empresas de otros países en la llamada "lista de entidades" para imponer embargos comerciales y jurisdicción de largo brazo.
No importa la Ley de CHIPS y Ciencias o el llamado "friend-shoring" ("países amigos"), todos violaron las normas de la OMC y socavaron gravemente la estabilidad de las cadenas de suministro industriales mundiales, que trajo consigo condenas e incluso boicots.
En un artículo reciente, The Economist dijo que Estados Unidos ha "pasado de una política de 'correr más rápido' a una política de 'correr más rápido y atropellar al otro'".
En tercer lugar, la democracia al estilo estadounidense no se trata de reglas, sino de dominación o excepcionalismo estadounidense. Un EE. UU. egoísta aplica las reglas cuando le convienen y las abandona cuando no le convienen, habiéndose retirado voluntariamente de los acuerdos multilaterales y de las organizaciones internacionales.
El llamado "orden internacional basado en reglas" que ha estado insistiendo e instando a otros a mantener, no es más que un orden internacional basado en reglas establecidas por Washington.
Estados Unidos ha ignorado durante mucho tiempo los principios básicos del derecho internacional que prohíben la amenaza de la fuerza y el uso ilegal de la fuerza, y ha lanzado abiertamente guerras contra Estados soberanos en muchas ocasiones.
Ha estado obstaculizando las negociaciones para un protocolo de la Convención sobre Armas Biológicas que incluya un régimen de verificación. Ha construido la Fuerza Espacial y el Comando Espacial de EE. UU., y ha acelerado las pruebas de armas y ejercicios militares en el espacio exterior, que van gravemente contra el concepto de usos pacíficos del espacio exterior.
El escándalo del abuso de prisioneros en el campo de detención de la bahía de Guantánamo pisotea la Convención contra la Tortura; las sanciones unilaterales contra países como Irán y Siria violan las disposiciones del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU.
Mientras tanto, este "árbitro" global de derechos humanos habitualmente hace la vista gorda ante sus propias violaciones de derechos humanos en casa.
Desde incitar a la discriminación y el odio racial hasta repatriar por la fuerza a inmigrantes indocumentados a pesar de la pandemia, Washington ha violado gravemente una serie de convenciones y reglamentos internacionales, entre ellos la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
Un informe de la OMC muestra que Estados Unidos es, por mucho, la nación más "incumplidora" de las normas de la OMC, causando dos tercios de las violaciones de la organización.
"A principios del siglo XXI, si alguna potencia buscaba la dominación mundial, coaccionando a otros y burlándose de las reglas, era Estados Unidos", comentaba un artículo de opinión del New York Times.
Pero las mentiras no pueden soportar el escrutinio. Al entonar la llamada "democracia, derechos humanos y libertad", Estados Unidos de hecho se ha aferrado a la hegemonía, la intimidación y el dominismo. Un país así no está en condiciones de hablar de democracia y no tiene ninguna credibilidad internacional.
"Desde la pandemia de COVID-19 a las reglas del comercio global, desde el cambio climático al desarrollo económico, Estados Unidos está frustrando activamente las prioridades de la mayoría de las democracias del mundo. En el proceso, la política exterior de Estados Unidos está, en nombre de la democracia, agravando la crisis global de la democracia y deslegitimizando el poder de Estados Unidos", comentó la revista estadounidense Foreign Affairs.
Abuso de la fuerza, violación de los derechos humanos, jurisdicción de largo brazo, despotismo extranjero, presunción, intimidación diplomática... Estados Unidos se ha expuesto cada vez más a sí mismo como una democracia falsa pero hegemonía real y los hechos son abrumadores.
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