El periodista que descifró a la CIA

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El periodista que descifró a la CIA
Fecha de publicación: 
1 Abril 2021
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Rodolfo Walsh, escritor y periodista argentino

La preparación  de la invasión de Bahía de Cochinos entró en su etapa final durante marzo de1961, cuando mantenía a los oficiales de la estación CIA en Guatemala implicados en un febril tránsito de cables cifrados hacia y desde Estados Unidos, sin imaginar que uno de esos informes sobre el entrenamiento de la brigada invasora en el país centroamericano alertaría a la dirección cubana sobre peculiaridades de la agresión.
   
No obstante, el rompimiento del secreto de los planes de la invasión  no se logró precisamente por los servicios de seguridad cubanos y sí obedeció a la conjunción de la casualidad, la perseverancia y el extraordinario talento de Rodolfo Walsh, escritor y periodista argentino de 32 años, quien en 1960 laboraba como jefe de Servicios Especiales de la Agencia Prensa Latina en La Habana, donde compartía sus labores  en la redacción con otro joven para entonces recién  iniciado en el periodismo, Gabriel García Márquez.
   
Ricardo Massetti, también periodista argentino, fundó y dirigió la agencia latinoamericana Prensa Latina en 1959, por inspiración de Fidel Castro y  Ernesto Che Guevara para romper el bloqueo informativo de la prensa occidental sobre la Revolución cubana.
  
En su afán de perfeccionar el trabajo de la Agencia, el joven director estableció un sistemático seguimiento de la competencia mediante el examen  diario de decenas de rollos de papel con despachos noticiosos de los teletipos, que los recibían por onda de radio e imprimían en textos de forma inmediata, pues era la tecnología fundamental para las comunicaciones periodísticas.
  
Esa rutina se rompió cuando llegó al despacho de Massetti un largo mensaje en clave de una empresa de comunicaciones, la Tropical Cable de Guatemala, que levantó la suspicacia de muchos y sobre todo de Walsh quien prefiguró una historia policíaca en aquel encriptado que decidió descifrar y lo hizo después de semanas de trabajo solo auxiliado de un texto elemental sobre la materia.
  
La historia quizás hubiera quedado en el olvido o en la inercia de los secretos del pasado hasta que en 1977 Gabriel García Márquez, participante en la historia, escribió un artículo en su memoria titulado: “Rodolfo Walsh, el escritor que se adelantó a la CIA”, en el cual narra aquella aventura de su amigo.
  
Reveló El Gabo en el artículo sobre  Walsh que “ El cable estaba dirigido a Washington por el jefe de la CIA en Guatemala, adscrito al personal de la embajada en ese país, y era un informe minucioso de los preparativos de un desembarco en Cuba por cuenta del gobierno norteamericano. Se revelaba, inclusive, el lugar en donde empezaban a prepararse los reclutas; la hacienda de Retalhuleu, un antiguo cafetal al norte de Guatemala”.
  
Precisó que  compartió con Massetti la idea de enviar a Walsh a Guatemala con un pasaporte falso y con la fachada de pastor de iglesia protestante, vía Nicaragua y Panamá, “hasta encontrar el lugar exacto del campo de instrucción. Si lograba hacerse a la confianza de un recluta habría podido escribir un reportaje excepcional. Todo el plan fracasó porque Rodolfo Walsh fue detenido en Panamá por un error de información del gobierno istmeño. Su identidad quedó entonces tan bien establecida que no se atrevió a insistir en su farsa de vendedor de biblias.”
  
Aquel episodio de solidaridad con la Revolución cubana en la etapa previa de Playa Girón no quedó como un hecho aislado de juventud de Walsh, quien dedicaría el resto de su vida a la literatura y el periodismo revolucionario contra los regímenes pro imperialistas en la región.  Coherente con esos principios se convirtió en  luchador clandestino en su patria, Argentina, durante la última  dictadura militar .
  
El 25 de marzo de 1977, en Buenos Aires, un grupo de tarea del mayor centro de tortura y muerte Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), le tiende un cerco a Rodolfo Walsh, quien   resistió solo con su revólver  y fue acribillado por los fusiles automáticos de los esbirros que desaparecieron su cuerpo. (Por Jorge Wejebe Cobo,

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