El mejor mexicano: Gigante de las siete leguas

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El mejor mexicano: Gigante de las siete leguas
Fecha de publicación: 
21 Marzo 2021
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Foto: EFE

No recuerdo ni un solo instante en que, a pesar de la casi nula información, una parte de los mexicanos que intentan o logran cruzar la frontera con Estados Unidos no encuentran la muerte a manos de “justicieros” e individuos solitarios que los cazan como conejos.

Ello es acorde con la inhumana teoría de los supremacistas blancos norteamericanos de que “el mejor mexicano es el mexicano muerto”, para intentar justificar los asesinatos y las matanzas que han contribuido a lo que se ha dado en llamar la impunidad, es decir, el conocimiento por los perpetradores de que por estos delitos no se les someterá al debido procedimiento judicial, ni se les castigará por sus crímenes.

Y esto es solo un episodio de la crueldad del que Martí llamó “el gigante de las siete leguas”, cuando consideró la agresión de Estados Unidos a México como ejemplo del carácter expansionista de un vecino tan peligroso, considerando que para enfrentarlo había que convocar a la unidad continental.

Así está recogido en el Tomo 22 de la Edición Crítica del 2011 de las Obras Completas, y ello hace imprescindible historiar sobre la guerra entre Estados Unidos y México, que el pasado 8 marzo cumplió 175 años de iniciada, y concluyó el 30 también de marzo, pero de 1948.

En este contexto, urgido de mejoras económicas para aliviar la situación del país, cuando se sufre la letal COVID-19, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha reiterado su llamado a EE.UU. para que se dé un trato justo a sus conciudadanos allí, tanto a los que residen legal como ilegalmente.

A su vez, el actual mandatario, Joe Biden, prometió una política más justa que la de su antecesor, Donald Trump, con la legalización de residencia de nueve millones de indocumentados, la mayoría mexicanos, además de un trato digno en todas las circunstancias, como le pidió AMLO.

De todas maneras, no se puede confiar en que todo marcha bien con la hegemónica potencia septentrional, siempre despreciativa en sus relaciones con el Sur, como se recuerda tanto en hechos recientes, en situaciones relacionadas con el narcotráfico y el tráfico de armas en una etapa en que es difícil de olvidar el robo de una gran parte de México por Estados Unidos.

Esto se conoce en Estados Unidos como la Guerra Mexicana, y en México, como la intervención americana y la invasión estadounidense a México, entre otras denominaciones más exactas.

Historia imprescindible

Y aunque quizás en un comentario no se debe “abusar” de hechos históricos para hacer comprender las circunstancias en torno a una relación, aquí es importante en los vínculos entre México y Estados Unidos, que tuvo un momento culminante en el inicio de disputas fronterizas entre México y Texas, que se independizó en 1836 y fue anexado por EE.UU. en 1845.

El gobierno estadounidense sostenía que el límite sur de Texas era el río Grande, mientras que México afirmaba que era el Nueces. El presidente James K. Polk ordenó al general Zachary Taylor emplazar tropas entre los dos ríos. Taylor cruzó el Nueces, ignorando los reclamos mexicanos, y marchó hacia el sur del Grande, donde comenzó la construcción de Fort Brown.

El 24 de abril tuvo lugar el primer enfrentamiento, cuando la caballería mexicana capturó uno de los destacamentos invasores. Después de la ruptura del límite y de las batallas de Palo Alto y Resaca de la Palma, Polk anunció al Congreso que los mexicanos “habían invadido nuestro territorio y derramado sangre americana sobre suelo americano”. El Congreso declaró la guerra el 13 de mayo de 1846, y México lo hizo oficialmente diez días después.

Posteriormente, las fuerzas estadounidenses invadieron el territorio mexicano por varios frentes. En el Pacífico, la Marina envió a John D. Slot a ocupar California, ayudado por colonos ingleses, mientras las tropas comandadas por Stephen W. Kearny lo hicieron en Santa Fe, Nuevo México, y un destacamento pasó a apoyar a las fuerzas navales de Robert F. Stockton que tomaron San Diego y Los Ángeles.

El ejército principal, comandado por Taylor, cruzó el río Grande y siguió su marcha hacia México para ganar la batalla de Monterrey en septiembre de 1846. El presidente mexicano, Antonio López de Santa Ana. marchó personalmente al norte, a enfrentar a Taylor, pero fue derrotado en Buena Vista el 22 de febrero de 1847.

Mientras estos continuaban avanzando, Polk envió un segundo ejército, a las órdenes de Winfield Scott, que fue transportado por mar a Veracruz, con la misión de sitiarla, rendirla y marchar a Ciudad de México. Estas tropas ganaron batallas importantes como Cerro Gordo y Chapultepec, y ocuparon la capital.

El Tratado de Cahuenga, firmado el 13 de enero de 1847 puso fin a la lucha en California, y el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, suscrito el 2 de febrero de 1848, dio por terminada la guerra de agresión y ocupación, que le concedió a Estados Unidos el control de Texas, California, Nevada, Utah, y parte de Colorado, Arizona, Nuevo México y Wyoming.

A cambio, y como indemnización, México recibió la irrisoria suma de 18 millones 250 mil dólares, consumándose así el despojo de casi la mitad de su territorio.

Esta contienda fue vista dentro de Estados Unidos como una reafirmación del Destino Manifiesto, y generó tal euforia que llevó a la presidencia en 1848 a Zachary Taylor, convertido en héroe nacional. Sin embargo, creó conflictos internos, pues el Sur esclavista reclamaba los nuevos territorios, lo cual no se resolvió nunca satisfactoriamente y condicionó, en gran medida al estallido de la Guerra de Secesión.

Lo anterior es un ejemplo del carácter expansionista de Estados Unidos, un peligroso vecino al que, subrayo, Martí denominó Gigante de las siete leguas.

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