Contracrítica: Nerón y Séneca en clave posmoderna

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Contracrítica: Nerón y Séneca en clave posmoderna
Fecha de publicación: 
3 Mayo 2024
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Hay veces que el mejor cine no es el que recibe toda la promoción en el mercado ni el que aparece en las pancartas con recomendaciones de la crítica. Uno termina preguntándose adónde se fueron todas esas producciones con tesis interesantes y con una factura que merezca realmente ser tenida en cuenta. Quizás, en el caso de Séneca, una película del 2023 de la cual no se ha hablado mucho, sea el caso. Hecha en medio de toda una reinterpretación de la antigüedad y su abordaje de la moral, la cinta nos replantea cuestiones éticas y humanas que siguen formando parte del debate en torno a lo que somos. Se trata de una producción que posee todos los códigos del cine posmoderno y que no escatima en un tono irónico a lo largo de la trama, pero que a la vez es hiriente, atrevido, en ocasiones hasta grotesco. Y todos esos elementos le construyen a la obra una estela brillante que merece ser vista, admirada y puesta en un sitio relevante entre las últimas ofertas del séptimo arte.

Ante todo, hay que tener en cuenta que se trata de una cinta que posee el ritmo del cine europeo y por ende no se preocupa porque la velocidad de los sucedidos esté a la altura de lo que estamos acostumbrados a consumir como parte de la lógica de Hollywood. Lo mejor que posee el filme de Robert Schwentke es precisamente el juego con todo ese referente universal y la manera en que lo particulariza en una historia donde no se nos pierden los personajes ya que son arquetipos, sino personas de carne y hueso con todos sus absurdos, crueldades, miserias, espantos del alma. En el abordaje de la historia hay que tener en cuenta que se está siempre en peligro de no ahondar lo suficiente en los caracteres y de quedarnos en la imagen que los libros nos otorgan de los mismos. En este caso, Séneca, filósofo de la corte del emperador Claudio y luego de Nerón, es el centro de la reflexión cinematográfica y por ende cumple una doble función. Por un lado, representa a la razón y el equilibrio en un tiempo de desorden y de muerte total, de sinsentido; por otro su presencia en la trama justifica la tesis del director.  

John Malkovich, un anciano actor que ya se halla en lo más alto de su carrera y solo se permite hacer papeles que enaltezcan esa inmensa trayectoria, encarna a Séneca. Se traza de esa forma un arco dramático que parte de las cualidades y el profesionalismo de este histrión y que para nada queda impostado, sino que se aviene con las necesidades de la trama. En la historia existen marcas que de alguna forma se conectan con el presente y que revelan la intención del guionista de ridiculizar la naturaleza del poder. Mientras que por una parte se hace todo lo posible por respetar la historicidad de Roma, hay en la trama momentos que rozan con el presente y lo ensombrecen con una crítica feroz. De alguna manera, ese Nerón terrible que ejerce el sometimiento de su pueblo no es algo lejano ni baladí, sino un tema que pervive en el imaginario de la humanidad. La cinta no solo enaltece la necesidad de que exista una línea razonable en medio de la sinrazón que es el poder en sí, sino que nos trasmite un aliento de desilusión con respecto a la forma en que los hombres y mujeres resuelven los entuertos generados por el totalitarismo. La ideología de Nerón se torna cada vez más atrabiliaria y la persona de Séneca a la vez que corre peligro, toma una relevancia mayor, así como la necesidad de que sus ideas prevalezcan.

Pero es que este filme es una parábola en la cual nada pareciera conducir a un buen sentido. Si Nerón es un adolescente gordo, con megalomanía y complejo de poeta, que además reivindica el papel de la violencia y de la impiedad; Séneca es un anciano que no posee ningún poder y que ya ha sido desterrado por Claudio con anterioridad y ha sufrido hasta casi la muerte. La razón, en medio del decadente imperio, no solo no posee poder, sino que se hace poco razonable a los ojos del monstruo. Séneca era el mentor del joven Nerón, pero cuando el muchacho llega al gobierno se propone hacer todo lo contrario de lo que aprendió de su maestro. Se establece entonces una tensión en la cual por cuestiones de la historia no se podía esperar un buen desenlace. En esta película, además, existe todo un regodeo en torno a la noción de qué cosa es lo civilizado. Un imperio que se decía superior al resto de los pueblos no solo era inestable en su cúpula de poder, sino que carecía de presupuestos éticos de comportamiento y propagaba el caos como resolución de conflictos. Lo paradójico de esto reside en la propia naturaleza de las élites, acostumbradas a actuar al margen y de ser incluso autodestructivas. En la lógica imperial, Nerón puede hacer lo que quiera, porque su sola persona encarna no solo la potestad de la autoridad, sino la moral.

Este tipo de cintas por lo general se filman para dar lugar a una hipótesis que se relacione con el presente. Y en la actualidad se vive una ola de antipolítica que está arrasando con los propios fundamentos del liberalismo clásico. Desde la irrupción de las redes sociales en la creación del relato, ya no interesan otras cuestiones que antes eran medibles en el tema de la legitimidad. Solo importa el alcance en los medios y las redes, de ahí se deriva todo lo demás. Y por eso ha cobrado peso la figura del outsider que no es otra cosa que la máscara para llevar adelante proyectos de poder que se saltan las reglas del juego. En cierta medida, en la cinta, Séneca es la democracia y el poder de la gente y Nerón representa el despotismo de las élites. Entre ambos extremos está invisibilizada la masa de la gente que no tiene manera de ver representado su drama. Precisamente el rejuego del poder oculta las armaduras del sistema y evita que sea desmontable. Pero si algo hay que agradecerle a la película es que nos enseña esas costuras sin cortapisas y de esa forma no se queda nada afuera en el debate sobre el poder. El emperador es un idiota que es capaz de mandar a morir a un pueblo de hambre solo por diversión y también de imponer la sinrazón como base de su autoridad. No solo podemos apreciar ello en los asesinatos de familiares de Nerón a manos de este mismo, sino en la manera en que Séneca como intelectual de la corte se vio obligado a escribir panegíricos que justifiquen esos hechos tan aberrantes. La decencia y el núcleo duro de la intelectualidad se van pervirtiendo y se produce una transformación que solo puede terminar con la muerte. El filósofo percibe que ya ni él mismo era una pieza limpia en un tablero que todo lo destruye y lo coloca en crisis.

A estas alturas del juego, la cinta nos ha dejado bien claro que nada está a salvo y que lo que pudimos ver en algún momento como la maldad de una persona o sea en Nerón, es la de la política en su apogeo. El filósofo se va dando cuenta de que solo en la medida en que se consume esa obra oscura, irá pasando para Roma ese periodo de perversión y de imposición de la violencia y la muerte. Si la película comienza con un diálogo entre Nerón y Séneca donde este último le dice que es mejor tener misericordia y gobernar a partir de la paz y del consenso, lo cual es una muestra de poder real y de estabilidad, el final de la cinta se nos torna atrabiliario y doloroso. El poder desbocado no va a entender de razones y tiene que morir matando. Así es como la película comprende el personaje de Nerón que funciona como un contrapunto perfecto y que se nos hace repugnante a la par que temible. En ese sentido, hay que hablar de una humanización de los personajes a partir de su deshumanización. Por lo cual la paradoja es la figura que domina la cinta y que la hace impecable en su trayectoria dramática.

Existe otro detalle en el cual conviene que nos detengamos. La corte de Nerón que se retrata en la cinta no es esa de los grabados y los frescos, no hay una belleza opulenta, sino una miseria a ojos vista. Podemos ver junto a los vestidos relucientes de la nobleza, la fealdad de los mismos, su falta de higiene, sus caras llenas de falsos valores, de maldad, de deslealtad y de disfrute de la vileza. Eso nos proyecta un panorama completo que hace más comprensible lo que sucede con Nerón. Y es que la obra nos trae hasta el presente un momento en la historia en el cual los valores de la vieja sociedad romana, que estaban fundados en la sabiduría de los griegos clásicos, se comenzaban a tambalear y aparecían aquí y allá conatos de resistencia de formas de ideología contestatarias que representaban a las clases más oprimidas.

En tiempos de Nerón ya existía el cristianismo como corriente social que de forma metamorfoseada expresaba el descontento no solo de los elementos más oprimidos, sino de miembros de la nobleza con el sistema. La injusticia y la corrupción, la violencia y la inseguridad de los valores de la élite, hacían que literalmente nadie estuviera a salvo de la muerte. De hecho, mientras más arriba, más peligro corrías en la antigua Roma y de eso no se salvaba ni siquiera la figura del emperador. En la cinta se refleja muy bien con la manera en que es sofocada la Conspiración de Pisón, cuyo objetivo era derribar al tirano debido a que este representaba una fuente de inseguridad para los miembros del senado. Por lo cual el director capta muy bien los entresijos de una sociedad en decadencia en la que se estaba produciendo un cambio de era entre lo viejo y lo nuevo. Precisamente la descomposición de los valores es expresada con estilo contundente en la vestimenta, en los modales, en la proyección de los personajes y es uno de los logros en la construcción de una obra que merece ser vista y analizada.

Quizás no somos conscientes del poder que posee el cine como arma de deconstrucción de la realidad. Durante mucho tiempo ha estado al servicio del poder. Es bueno que estas cuestiones menos amables de la política queden expuestas, de manera que no seamos del todo ignaros ante la esencia malévola de lo que se cuece a nuestras espaldas por parte de las élites. Además, la cinta no tiene reparos en evidenciar que todo ese mal conduce de manera indiscutible a un colapso de los valores y de la realidad que nos afecta a todos y que no solo se trata de una caída de los más poderosos. Séneca es una película para ser vista en una clave especialmente analítica y usarla en la comprensión de lo que somos. En su aura cosmovisiva estamos quienes vivimos en este presente en el cual los imperios son muy dañinos y poseen redes de actuación más potentes. Hablamos de los comandos de poder de las élites que se efectúan a partir de las redes de corporaciones y que son la base del sistema mercantil. Allí se define tanto a nivel de discurso como de realidad lo que va a ser moral o no, aceptable o no. Y en ese sentido hay que tomar la hechura de esta película, en el de una obra de acercamiento al poder y sus derivaciones terribles.

A favor del director hay que hablar también del manejo de un actor tan exigente como John Malkovich, quien no solo ha encarnado a personajes tan altos en la historia como Séneca, sino que es una especie de ícono del cine y que posee de por sí un prestigio más allá de lo común. Es casi una leyenda que se mueve por los platós de filmación y su aire de suficiencia puede enaltecer cualquier personaje. Pero el reto es balancear una figura de la talla de Malkovich con el resto del elenco y darles a los demás el peso requerido para que la trama funcione en materia de arco dramático. Este histrión no solo constituye una fortaleza que sabe encarnar bien el sujeto esencial dentro de la historia, sino que con su maestría coloca en la crisis perfecta al resto del equipo. Sin dudas, esta cinta es un ejemplo más de que el buen cine seguirá dependiendo de la singularidad de sus genios para existir.

¿Qué más hay que esperar de Séneca? La historia real, la de los libros, está contada. Entonces nos quedan la reflexión, el acercamiento moderno y crítico, la relectura y la posmodernidad fehaciente en la manera en que se construye la obra. No es el cine que más promoción recibe, porque no es el que políticamente conviene a las élites, pero es el que marca la creación a partir de una toma de conciencia. A ese punto deberíamos llegar siempre como consumidores de este arte hecho para las masas, pero que posee un impacto en la soledad de las personas y en su formación de valores conductuales.

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