Con Netanyahu, aún más represión

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Con Netanyahu, aún más represión
Fecha de publicación: 
10 Marzo 2023
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Además de los asesinatos de palestinos este jueves, los soldados ocupantes cometieron otra masacre en Yenín el martes 7 de marzo, hecho que ya dejó siete fallecidos. | Foto: Prensa Latina

“Crece presión mundial sobre Netanyahu para que elimine la política de represión contra los palestinos”, decía la agencia alemana Deutsche Welle… hace nueve años, porque ahora apenas hay algunas tímidas llamadas al nuevamente premier para que no sea tan abierta la política de exterminio o expulsión contra la población autóctona de Palestina.

Aunque se dice que Benjamín Netanyahu se sentiría más cómodo con Donald Trump que con el actual mandatario norteamericano, Joe Biden, nada impide que se sienta satisfecho, porque triunfó en su intento de regreso al poder y librarse así de la casi segura cárcel que le esperaba por haber cometido diversos y comprobados delitos.

Netanyahu, el premier con más larga estadía en ese cargo en Israel, venció por apenas un voto de ventaja en el Knesset o Parlamento israelí, 60 a 59, y una abstención, nombro un gabinete en el que se hallaban algunos implicados, como él, en asuntos turbios, y lo primero que hizo fue cuestionar el trabajo de la judicatura en represalia por las denuncias y procesos en su contra.

Ahora, con el temor de ir a prisión, ha tomado tal ínfula que ha ordenado a su aviación a atacar el aeropuerto internacional de Alepo, un barrio de Damasco y posiciones iraníes, todo en territorio de Siria, amén de que enviará hasta 100 000 colonos al Golán, que ocupa ilegalmente desde 1967 en esa nación árabe.

Se especulaba que Biden iba a llamarle la atención al líder sionista, pero eso está muy lejos de los deseos de un presidente que se aprovecha de otras naciones para atacar a los que considera sus principales enemigos, como utiliza ahora a Ucrania contra Rusia, mientras mantiene la ayuda militar a Tel Aviv ascendente cada año a cerca de 5 000 millones de dólares y el respaldo aéreo con pilotos estadounidenses de ascendencia judía.

Israel es una potencia nuclear a pesar de no figurar en la lista oficial al efecto y no responde al control de la Organización Internacional de Energía Atómica, respaldada por Estados Unidos, que ayudó a que tenga unas 800 bombas de esa índole, y sea un grave peligro no sólo para sus vecinos, sino también para el resto del mundo.

Ahora Netanyahu se ha dado a la tarea de reclutar a otros 5 000 paramilitares, a quienes llama voluntarios, con el fin de atacar las constantes manifestaciones de los palestinos contra el poderoso ocupante; ya no le importa que critiquen el permitir a los colonos apoderarse de Cisjordania y proseguir sus bombarderos contra la Franja de Gaza.

NADIE SE ACUERDA

Ya nadie habla de la solución de los dos Estados acordada en Oslo, uno para israelíes y otro para palestinos, una ficción que solo se escucha en discursos de diplomáticos occidentales y funcionarios de la ONU. Sobre el terreno hay un solo Estado que controla la vida y movimientos de todos los que viven entre el Jordán y el Mediterráneo.

La ocupación es una especie de ente paralelo y, gobierne quien gobierne en la Knesset, sigue adelante con todo el respaldo de instituciones y fuerzas de seguridad. Las palabras de los mandatarios extranjeros rara vez pasan de la “preocupación” ante la expansión de los asentamientos, los ataques de colonos o el derribo de casas palestinas.

La construcción del muro de separación, que se empezó a levantar hace dos décadas, avanza pese a la condena internacional; y los informes de organismos que acusan a Israel del crimen de apartheid tienen impacto cero sobre el terreno.

Cuanto más se aleja uno del muro de separación, más lejano le parece el conflicto. En ciudades como Tel Aviv solo se acuerdan de los palestinos cuando hay una ofensiva en Gaza y Hamás lanza cohetes o cuando se produce algún ataque con cuchillo como los que se repiten desde el 2015.

El muro, el draconiano sistema de permisos de salida y el intento de silenciar y apagar las acciones de los palestinos que han tomado las armas contra el sionismo ayudan a los dirigentes del Estado judío a obviar el conflicto.

Es lamentable decirlo, pero suena natural y mutuo el odio entre comunidades, entre ocupantes y ocupados.

Israel apela al derecho divino para justificar su existencia en el siglo XXI, pero junto al Viejo Testamento, la fuerza militar y el apoyo sin fisuras de Estados Unidos son las claves de su supervivencia. Pasan las elecciones, el conflicto permanece, el odio crece y no hay un líder en el Estado judío que sienta presión alguna por intentar solucionarlo.
Para Netanyahu la prioridad es librarse de la cárcel, no lograr la paz e incrementar la represión contra el oprimido pueblo palestino.

 

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