Colombia: Atada de pies y manos

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Colombia: Atada de pies y manos
Fecha de publicación: 
23 Agosto 2020
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Durante la Segunda Guerra Mundial, los ejércitos nazis llegaban a los poblados de las naciones ocupadas, reunían a los habitantes del lugar y, mediante amenazas de exterminio total, lograban aprehender a opositores y colaboradores de la resistencia, tras lo cual los fusilaban delante de todos.

Este procedimiento no ha sido extraño en nuestras latitudes y sigue estando muy de moda en Colombia, donde en los últimos días grupos paramilitares han irrumpido en poblados campesinos y de indígenas en Arauca y Cauca, con la única variante que secuestran a los sospechosos y los torturan hasta la muerte, si tienen tiempo, o, si no, los asesinan inmediatamente.

El procedimiento se ha hecho común en zonas alejadas de las ciudades, y forma parte de la continuación de crímenes selectivos –como hace Israel con los dirigentes palestinos, libaneses e iraníes— contra líderes y activistas sociales y ex combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, quienes habían dejado las armas y acogido el hoy moribundo plan de paz firmado hace cuatro años en La Habana por la organización (devenida en partido político) y el entonces presidente, Juan Manuel Santos.
 
No es noticia para nadie que el actual mandatario, Iván Duque, es un peón fiel del imperialismo norteamericano, y la virtual debacle del convenio es algo tramado desde Washington y Miami –cuna de las variadas “gusaneras”-,  con el asesoramiento de su mentor, el ex presidente Álvaro Urbe, hoy en prisión domiciliaria en una de sus inmensas propiedades, por haber sobornado a diez testigos en falsas acusaciones contra el diputado Iván Cepeda, pero no por sus  crímenes contra la población colombiana.

Duque no sólo ha estado muy ligado a las conspiraciones para derrocar al Gobierno Bolivariano de Venezuela, sino que ha sido el peón indispensable para la puesta en marcha de un nuevo Plan Colombia, bajo el falso pretexto del combate al narcotráfico, y que mantiene a tropas norteamericanas en nueve bases militares en el territorio nacional.

BENEFICIADOS

En vez de tener restos de humanidad y dedicarse a aliviar los extensos e intensos problemas que la epidemia del nuevo coronavirus causa a la población colombiana, Duque arremete contra la oposición y trata de comprar voluntades en el legislativo para seguir beneficiando a los protagonistas del modelo económico extractivista y especulativo, principales apoyos en su campaña electoral, símbolos del neoliberalismo que sigue haciendo estragos en la gran masa desposeída.

Asimismo, Colombia ha sido entregada a un tratado con Estados Unidos que incluye la demanda de empresas estadounidenses de una mayor seguridad jurídica, el cumplimiento de una ley de patentes que impida cualquier decisión soberana (especialmente en medicamentos) y la generación de mayores desregulaciones laborales.

Estas medidas fueron anunciadas por Duque en su campaña y se suman a la restauración plena de la política punitiva de la “guerra contra las drogas” adelantada por EEUU, que contradice las premisas del acuerdo de paz, y se constituye en una de las principales amenazas para “hacer trizas” las aspiraciones de paz en los territorios, donde las comunidades campesinas han optado por la sustitución de los cultivos de uso ilícito en el marco del convenio de La Habana. 

Los efectos de la política punitiva de la lucha contra el tráfico de drogas son conocidos, pues desencadenaron la violación sistemática de los derechos humanos y, lejos de acabar con los cultivos, los ampliaron y con ello el precio en las calles estadounidenses. En ese camino, Duque y los funcionarios estadounidenses celebraron la decisión de Santos de convertir a Colombia en socio-global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

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