Burla de la NRA: Entre los malos, los peores

En la ciudad texana de Houston, a pocos centenares de kilómetros de una escuela primaria en la que acaban de matar a balazos a 19 niños y dos maestros, se desarrolla hasta este domingo 29 la Convención Anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés), con la «flor y nata» del cabildeo legislativo norteamericano y sus «agradecidos donantes» de la entidad, que esperan sortear todo tipo de dificultades, protegerse con la Segunda Enmienda de la Constitución y seguir defendiendo y lucrando con el mercadeo de armas de fuego.

Faltan algunas figuras políticas y de las estrellas de la música country que no quieren que se les vincule demasiado con la matanza de niños en la otrora pacífica localidad texana de Uvalde.

La ausencia, por razones electorales, del gobernador republicano de Texas, Greg Abbott, se compensó con la presencia de otros halcones de las armas, como la del expresidente Donald Trump y el senador de origen cubano Ted Cruz, con sendos discursos que no se han apartado de la línea que ahora se debe defender por lo peor del establishment: no prohibir ni limitar la venta de armas de fuego, y echar la culpa de cualquier suceso infausto a los problemas de salud mental y la falta de prevención a la violencia armada. 

Infobae, un medio muy conservador, se hizo eco de un comunicado de la NRA que señala que las personas que asistan a la exhibición de armas «reflexionarán sobre el tiroteo en la escuela de Uvalde, orarán por las víctimas, reconocerán que no se debe prohibir o limitar el acceso a nuestros miembros patrióticos y se comprometerán a redoblar nuestro compromiso para hacer que nuestras escuelas sean seguras».

Texas ha experimentado una serie de tiroteos masivos en los últimos años. Durante ese tiempo, la Legislatura liderada por los republicanos y el gobernador han relajado las leyes sobre armas, y existe un precedente de que la NRA se reúna en medio del luto y la controversia locales. La organización siguió adelante con una versión abreviada de su reunión de 1999 en Denver, aproximadamente una semana después del tiroteo mortal en la escuela secundaria Columbine, en Colorado. El actor Charlton Heston, presidente de la NRA en ese momento, dijo a los asistentes que los «actos horribles» no deberían convertirse en oportunidades para limitar los derechos constitucionales, y denunció a los críticos por presentar a los miembros de la NRA como «villanos». 

Rocky Marshall, exmiembro de la junta de la NRA, comentó que, aunque la tragedia en Uvalde «sí hace ver mal la reunión», esa no es razón para cancelarla. «Tirar piedras a la NRA, eso no resuelve el próximo tiroteo masivo», apuntó. Pero el cantante de música country Larry Galton, quien se retiró de la aparición prevista en el evento, dijo que espera que «la NRA reconsidere algunas de sus posiciones obsoletas y mal pensadas».

La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karina Jean-Pierre, dijo que los líderes de la NRA «están contribuyendo al problema de la violencia armada y no están tratando de resolverlo». Los acusó de representar los intereses de fabricantes «que comercializan armas de guerra entre adultos jóvenes».

El alcalde de Houston, Sylvester Turner, demócrata, dijo que la ciudad está obligada a albergar el evento de la NRA, que ha estado bajo contrato durante más de dos años. Pero instó a los políticos a saltárselo. «No se puede rezar y enviar condolencias un día y luego ir y defender las armas al día siguiente. Eso está mal», dijo. Shannon Watts, fundadora del grupo de control de armas Moms Demand Action, comentó que no estaba sorprendida de que la NRA no cancelara su reunión: «La verdadera pregunta ahora es qué funcionarios electos elegirán ponerse del lado de la violencia e ir a besar el anillo en Houston, en lugar de ponerse del lado de las comunidades que claman por la seguridad pública».

Con anterioridad, Marco Rubio, otro legislador de origen cubano, un «demócrata», había expresado que se debía elevar de 18 a 21 años la edad para portar armas, pero luego se retractó, y navegó en la corriente de quienes ha$ta ahora $e imponen.

VIDA Y PASIÓN DE LA SEGUNDA ENMIENDA

Hay que ser sinceros: ahora se habla de salir al paso de la venta de armas que tanto cercenan vidas inocentes en Estados Unidos, pero durante la anterior era de Trump los medios de comunicación ya habían exaltado el uso de armas de tal manera, que diversas encuestas daban hasta el 76% favorable a su posesión. Unos, porque ya las tenían; otros, porque temían a quienes ya las poseían.

En fin, se ha sembrado mucho el virtual convencimiento de que nada va a cambiar y solo se harán tenues maquillajes que no pueden ocultar las continuas matanzas.

La Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos de América (o Enmienda II), propuesta el 25 de septiembre de 1789 y aprobada el 15 de diciembre de 1791, protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. Estados Unidos es uno de los países con menores limitaciones para adquirir y portar armas de fuego. Es parte de la llamada Bill of Light o Carta de Derechos estadounidense. 

El texto de la Segunda Enmienda dice en su totalidad: «Una milicia bien regulada, siendo necesaria para la seguridad de un Estado libre, no violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas». Varios otros borradores cambian las mayúsculas y la puntuación, aunque el texto sigue siendo el mismo. El meollo del debate es si permite o no a los estadounidenses poseer armas, específicamente armas de fuego, y, de ser así, qué tipo de armas de fuego pueden poseer.

La Corte Suprema de los Estados Unidos ha aclarado en numerosas ocasiones el texto constitucional: ha afirmado que el derecho a portar armas es un derecho individual que tienen todos los estadounidenses, pero también ha declarado que el derecho no es ilimitado y que no prohíbe la regulación de la producción y compra de armas de fuego o de dispositivos similares. La Segunda Enmienda establece que ni el gobierno federal de los Estados Unidos ni los gobiernos estatales y locales pueden infringir el derecho a portar armas.

Desde finales del siglo XX, la Segunda Enmienda ha estado sujeta a un renovado interés académico, político y judicial. La Corte Suprema de los Estados Unidos, órgano supremo en asuntos de interpretación del texto de la Constitución, aclaró en el 2008 que la Segunda Enmienda protege el derecho de un individuo a portar armas. 

A pesar de los numerosos casos judiciales, el debate sociopolítico continúa. Los defensores del derecho a portar armas dicen que un pueblo armado realiza una mejor ejecución de la legítima defensa y que evita que la autoridad gubernamental se vuelva tiránica. Los defensores del control de armas afirman que las ciudades estadounidenses serían más seguras si no hubiese tantas armas de fuego, aunque los defensores del derecho a portar armas argumentan que cuando los ciudadanos respetuosos con las leyes se arman, actúan «más rápido y mejor» que la policía estadounidense y, por tanto, las armas reducen las tasas de criminalidad.

En el 2016, cuatro de cada diez estadounidenses afirmaban tener al menos un arma de fuego en sus casas, aunque esta proporción podría ser mucho mayor, ya que los datos solo recogen a aquellas personas que quieren revelar voluntariamente si poseen un arma de fuego o no. 

Desde la década de 1990, el apoyo a la Segunda Enmienda se ha incrementado progresivamente tanto entre votantes liberales como conservadores. En 2016, el antes mencionado 76% de los estadounidenses se oponía a la derogación de la Segunda Enmienda; esta cifra era solo del 36% en 1960.