Afganistán: Frutos de la agresión

Afganistán: Frutos de la agresión
Fecha de publicación: 
13 Febrero 2022
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Sin precedentes la hambruna en Afganistán

Mientras tres millones de afganos, de ellos un millón de niños, están amenazados de morir de hambre, el presidente norteamericano, Joe Biden, acaba de descongelar los 7 000 millones que la nación centroasiática tiene en bancos occidentales para dar la mitad a los familiares de las víctimas de los atentados a las Torres Gemelas neoyorquinas y sólo 308 millones del resto para la necesaria ayuda humanitaria a la población del país que EE.UU. agredió, destruyó y ocupó durante 20 años sin lograr doblegarlo.

Cabe decir que entre los presuntos autores de los atentados en Estados Unidos no hubo ni un talibán y sí muchos de nacionalidad saudita, incluidos entes relacionados con la jerarquía oficial, pero Washington se abstuvo de acusar a algunos de ellos, debido a sus jugosos negocios con Riad.

Naciones Unidas y varias organizaciones humanitarias llevaron meses presionando a los gobiernos de todo el mundo, especialmente al de Estados Unidos, para que desbloqueen los fondos afganos que congelaron tras la toma del poder por los talibanes en agosto del año pasado.

Antes de que los talibanes se hicieran con el poder, el banco central afgano había depositado en el extranjero  9 000 millones de dólares, 7 000 millones en EE.UU. y el resto se encuentra en Suiza, Alemania y Emiratos Árabes Unidos.

Ahora se pretende que los talibanes integren un gobierno a la manera que sus detractores deseen, hablando eufemísticamente de integración y hasta apuntando la participación de elementos no afines, aunque, realmente, lo más importante es evitar que terroristas prosigan sus acciones contra el gobierno integrado en Kabul y no agredan territorios vecinos, una cuestión en la que el peligro mayor es el Estado Islámico, en el que algunos miles de sus integrantes fueron trasladados desde Siria e Iraq a Afganistán por Estados Unidos para combatir a su enemigo común, el Talibán.

LA VERDAD OCULTA

Tantos años de mentiras, ocultamientos, engaños, dilapidación de recursos del erario de muchos países, muerte, destrucción y enorme corrupción, merecen una versión no oficial de los hechos ocurridos a lo largo de 20 años desde la invasión de Afganistán.

Los medios de comunicación, en su mayoría, han contribuido a ese ocultamiento de lo que verdaderamente acontecía en Afganistán. Pocas veces la población de los países occidentales conocía de las atrocidades que tenían lugar en ese país asiático. Ahora, tras la vergonzosa retirada de Estados Unidos y sus aliados, el marketing político inunda de información sobre el caos en el aeropuerto de Kabul y las “atrocidades” de los talibanes tratando de impedir que salgan del país los llamados “traductores”, colaboradores de los militares estadounidenses y la OTAN.

En una labor con cierto sentido de la dignidad y el compromiso contraído, las tropas invasoras tratan de “acoger” a esos “traductores” y sus familias. Dentro del caos existente, no se sabe a ciencia cierta cuántos de esos afganos van a llegar ni cuál es su verdadera filiación. ¿Cuántas mujeres tienen?, ¿Cuántos son los hijos e hijas que llegan?, ¿qué más familiares les acompaña?

En medio de ese caos por huir, medios progresistas de la península ibérica informaron que Estados Unidos ha designado a España como centro de acogida internacional en las bases militares que USA tiene allí. Ni el Congreso de los Diputados ni el Senado se dieron por enterados. De debate sobre ello nada que decir. Pura imposición y puro sometimiento. La soberanía nacional brilló por su ausencia.

De momento, la mayoría de los afganos se van a quedar en España. La entrada en Estados Unidos va para largo; allí van a mirar con lupa a cada uno de los refugiados.

Sin embargo, a los ciudadanos saharauis (Sáhara Occidental) y guineanos (Guinea Ecuatorial), se les deniega o retrasa excesivamente el asilo político, la residencia y la nacionalidad española.

Por si algún lector los desconoce, hay que recordar que Guinea Ecuatorial y el Sáhara Occidental fueron colonias españolas, pero también provincias, la 52 y la 53.

DESASTRE

La retirada norteamericana deja al país hundido en un desastre. Es una de las derrotas más grave de Estados Unidos después de Vietnam y se produce en el momento de una grave crisis política, económica y militar del imperialismo norteamericano. El presidente Biden culpa a Trump, porque acordó con los talibanes la retirada. El secretario de Defensa de Gran Bretaña, el principal aliado de Estados Unidos en la invasión, tachó de “podrido” el acuerdo entre Washington y los talibanes.

En febrero del 2020, el gobierno de Trump llegó a un acuerdo con los talibanes para retirar a sus soldados en mayo del 2021. Biden dijo que la retirada iba a ser en septiembre, pero se vio obligado a adelantarla. El domingo 15 de agosto los talibanes tomaban Kabul, mientras unos 6 000 soldados norteamericanos y británicos se limitaban, en medio del caos, a custodiar el aeropuerto de la capital para permitir escapar a sus colaboradores directos y a los funcionarios del gobierno títere.
Ashraf Ghani, el ex presidente afgano, ya había huido del país.

Afganistán comparte fronteras con China, Paquistán, Irán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán. Hoy, con 38 millones de habitantes, es uno de los países más pobres del mundo. De economía centralmente agraria, dominada en gran parte por los talibanes, con campesinos y pequeños comerciantes, su principal exportación es el opio, del que es el mayor productor mundial, con 328 000 hectáreas cultivadas de amapolas (para opio y heroína). Precisamente, de esto se beneficiaron los “señores de la guerra” -enemigos de los talibanes-, el ex gobierno local y algunos funcionarios y militares norteamericanos, que disponían de tropas para evitar que se dañaran los sembrados. 

Lo cierto es que el pueblo de Afganistán exhibe hoy los frutos de la agresión de Estados Unidos, que, de una u otra manera, causó decenas de miles de muertes, mutiló a otros tantos e incluso aprovechó malsanamente su poderío científico para lograr que muchos afganos vendieran sus órganos para no morir de hambre.
 

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