Disfrute del tiempo libre: ¡los libros… esos bálsamos del espíritu!

Disfrute del tiempo libre: ¡los libros… esos bálsamos del espíritu!
Fecha de publicación: 
10 Agosto 2016
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Fotos: Anabel Díaz Mena

Tengo en mis manos un buen libro. Leyendo sus páginas he conocido de lo “humano y lo divino”. Monseñor Carlos Manuel se confiesa*  me ha permitido adentrarme en la vida de un hombre que se entregó al sacerdocio con la misma pasión que sintió siempre por su patria. Un ejemplo de ciudadano, en toda la extensión de la palabra.  

Hoy tomo Monseñor Carlos Manuel …—¡pudieran ser tantos otros!— para hablar de la lectura y de su necesario rescate, también urgente, pues en ocasiones siento que este maravilloso hábito se nos va de las manos.
¿Leen nuestros jóvenes?, ¿en qué soporte lo hacen? Tales interrogantes tienen muchas aristas y, al mismo tiempo, más de una respuesta.

Ante todo los invito a mirar a su alrededor, el hogar, los hijos. En sentido general, los más jóvenes son “altos consumidores”, por decirlo de alguna manera,  de las nuevas tecnologías (celulares, conexiones en la red, presencia en las redes sociales).

Mas no creo —salvo excepciones— que estén cautivados por la letra impresa que, sin dudas, puede ser una compañía perfecta a cualquier hora del día, instantes y circunstancias.

El libro nos transporta a culturas y lugares por muy distantes que sean. ¿Quién duda que pueda ser un “calmante” cuando la soledad toca a nuestra puerta y la lejanía (física o espiritual) nos hace sentirnos de una manera inexplicable?

 
Alguien dijo alguna vez que “los libros son bálsamos para el espíritu”. Verdad inequívoca, y bien lo saben quienes se han refugiado en sus páginas y hasta se han sentido reflejados en sus historias.  

Un informe presentado recientemente en la comisión de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de la Asamblea Nacional del Poder Popular expresa que estudios sobre el comportamiento del hábito de la lectura (y otros indicadores culturales) demuestran que si bien este se sigue reconociendo en nuestro país como un valor, no siempre se lee con la asiduidad y el entusiasmo de antes.  

 

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La investigación arroja que “alrededor del 40 % de la población reconoce leer libros y un 50 % revistas y periódicos; mientras que un 20 %, aproximadamente, admite leer como promedio dos libros al año”.

Además, se constata que ver televisión, oír radio y ver películas constituyen las prácticas culturales fundamentales de más del 60 % de los cubanos.

Un aspecto favorable es que un porcentaje importante de la población, alrededor de un 50 %, reconoce tener interés en la literatura. Aunque ello no conlleva directamente al acto de leer, sí revela cierto reconocimiento social del libro, lo cual constituye una potencialidad para incentivar el fomento de esta práctica.

Al debatir sobre este asunto, el académico, historiador y pedagogo Eduardo Torres Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí —en su condición de diputado— afirmó estar convencido de que “hoy se lee más que nunca”, ya que los jóvenes lo hacen sobre todo en soporte digital, pues nacieron en la era de las nuevas tecnologías.

La disyuntiva según él no está en si se lee o no, sino en lo que se consume por esta vía.

Por su parte, la escritora e investigadora  Zuleica Romay señaló la necesidad de modernizar librerías y bibliotecas, pues las actuales son muy antiguas, diseñadas al estilo del siglo pasado, lo cual no resulta funcional en nuestros días.

Asimismo, abogó por la independencia de los niños respecto a qué libro adquirir, pues muchas veces son los padres los que deciden qué comprar para ellos. Se mostró partidaria de la necesaria “libertad” que debe existir al respecto y que los pequeños deben ir a divertirse a librerías y a bibliotecas. “Este puede ser el camino para no abandonar la letra impresa”, enfatizó.

Un estudio de hábitos y consumo de la lectura —realizado el pasado curso escolar por el Observatorio Cubano del Libro y la Literatura, a través de una encuesta aplicada en 34 universidades— reveló como uno de sus principales resultados que los estudiantes plantean de forma mayoritaria un gusto hacia la lectura e incluso la gran mayoría dice leer diariamente, mientras no supera el 15 % la cifra de quienes han leído más de un libro en un año.

El asunto tiene mucha tela por donde cortar, sin embargo dos conclusiones saltan a la vista. Primero, en la Cuba de nuestros días (todo parece indicar que la tendencia es mundial), los jóvenes privilegian el soporte digital por encima del impreso.

Lo segundo, guarda más relación con la infraestructura —moderna, asequible y atractiva— necesaria para que la lectura siga siendo ese espacio único y privado que nos permite “saborear” ese olor a tinta como lo disfrutaban nuestros antepasados.

“De lo que se trata —comentaba Elba Martín, una maestra de gran experiencia en la enseñanza primaria— es que nuestro niños, adolescentes y jóvenes sientan atracción por la lectura, como la vía más expedita para enriquecer el conocimiento y la cultura personales. Y en eso mucho tiene que ver la escuela y la familia. Maestros y padres tienen esa alta responsabilidad”.    

*De la autoría de los periodistas Luis Báez (La Habana,
1936-2015)  y Pedro de la Hoz. Casa Editora Abril

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