Por una nueva normalidad sin Covid y sin violencias machistas

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Por una nueva normalidad sin Covid y sin violencias machistas
Fecha de publicación: 
25 Noviembre 2020
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El confinamiento por la Covid 19 disparó en el mundo entero las alertas sobre la violencia intrafamiliar y, específicamente, la basada en género. Especialistas, activistas y medios de prensa la han llamado incluso “la otra pandemia”, ante el análisis de datos espeluznantes como los aportados por ONU Mujeres sobre el aumento de las denuncias o de las llamadas a las autoridades por violencia doméstica del 30 por ciento en Chipre y Francia, 33 por ciento en Singapur o 25 por ciento en Argentina.

Esta entidad de la ONU afirma que en países como Nigeria y Sudáfrica se dispararon las violaciones, en Perú aumentaron las desapariciones de mujeres y en Brasil y México los feminicidios, durante estos meses.

Sin embargo, este  25 de noviembre, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, se celebra también por las que no están incluidas en esas cifras, pero callaron y soportaron en silencio la violencia física, psicológica o simbólica. Las que se dejaron llevar por situaciones naturalizadas como  “la doble jornada laboral”, más intensa teniendo toda la familia y el trabajo dentro de casa o las que cargan solas sobre sus espaldas labores de cuidado a los miembros más vulnerables, como si fuera una responsabilidad innata de la mujer.

Cuba no ha estado ausente a estas preocupaciones por nuestras mujeres y niñas. La psicóloga Mareelen Díaz tenorio, especialista del Área de Equidad Social, Género y Desarrollo del Centro Oscar Arnulfo Romero lo explica en su artículo Familias y equidad en tiempos de pandemia:

“Hasta hoy, todas las investigaciones sobre el tema apuntan a la tendencia de la sobrecarga femenina en labores domésticas y de cuidado, con las consiguientes afectaciones para la salud y el bienestar de ellas. Esta es una desigualdad injusta. La impronta de estos tiempos de pandemia conlleva un incremento de tareas domésticas y de la complejidad para realizarlas; recae en ellas gran peso del funcionamiento familiar en condiciones adversas…”

En el propio texto, la profesional y activista reconoce que, aunque nunca es suficiente, “se ha advertido el peligro y, de hecho,  las consecuencias negativas del posible incremento de la violencia de género hacia las mujeres en las circunstancias que impone la pandemia: quedarse en casa para protegerse. Estas mujeres, como toda la población, temen al contagio, pero también temen a la violencia que sobre ellas se ejerce, pues “es quedarse en casa con el maltratador”.

Varios productos audiovisuales pusieron sobre el tapete alguno de estos debates, los llevaron a la sala de nuestros hogares, no siempre con el mejor mensaje, es cierto, pero al menos los colocaron en las agendas familiares y de los medios de comunicación.

Campañas, activistas sociales, espacios académicos como la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, organizaciones como la Federación de Mujeres cubanas, también abrieron espacios de reflexión y acompañamiento. Experiencias que tendrían necesariamente que multiplicarse y relanzarse en la nueva normalidad.

“Todas las alternativas de ayuda por vía telefónica, e-mail, redes vecinales, comunitarias y sociales cumplen una función imprescindible aún cuando no puedan erradicar el problema”, afirma la doctora Mareelen.

Si bien 60 años batallando por alcanzar toda la justicia no nos han rescatado definitivamente del machismo ancestral, nadie puede negar que ese gesto absolutamente liberador que fue y es la Revolución, nos ha dado el impulso, el respaldo y muchas herramientas para convertirnos en mujeres empoderadas y seguras. Mambisas y rebeldes. Alfabetizadoras, internacionalistas, presentes en todos los sectores de la nación, jefas, científicas, agricultoras. Entonces no podemos permitir que nada, ni nadie, nos limite, ni siquiera nuestras propias resistencias.

Hoy la nueva normalidad nos reta, eso está claro, a reinventar nuestros espacios y actividades habituales bajo prácticas de higiene y protección que nos mantengan a salvo. Valdría la pena además repensarlos como espacios seguros para todos y todas, sin discriminaciones ni violencias machistas. Eso también sería mantenernos a salvo.

 

Comentarios

Realmente es inaceptable quedarse callado, todos tenemos derechos y en Cuba hay que cumplirlos, aunque muchas mujeres, y personas con diversidad sexual no lo hacen. La lucha debe continuar por lograr la igualdad.

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