Fotos de la autora
Hablamos siempre de los primeros y de los segundos solo lo hacemos con amigos muy especiales.
Los Orishas en Cuba para mi pertenece a los primeros, incluso cuando no tenía ese nombre. Natalia Bolivar Aróstegui fue a El Caimán Barbudo para que le publicara uno de los capítulos. Me dejó tres. Los leí pero todos eran muy largos y le rogué que antes de hacer una gestión con una editorial extranjera, me dejara “mover” en Cuba ese posible libro.
Se abrieron las puertas. Unos tres años después, en 1991, con edición y prólogo de Reynaldo González, el volumen se presentaba en la UNEAC. Yo, por suerte, tenía mi ejemplar porque la cola fue inmensa. Días más tarde se presentó en el Pabellón Cuba: las personas marcaron desde la madrugada: no exagero, existen testigos como Tato Quiñones que ha estado en todas esas fiestas de cubanía.
Durante la primera no puedo olvidar la sonrisa, quizás socarrona, de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, “novio espiritual” de Natalia, y el baile de Miguel Benavides, con un Shangó espectacular.
En la última se robó el show Descemer Bueno. Viejas, jóvenes, hombres, querían tirarse fotos con él y también con Cucú Diamantes. Esta vez La Casa del Alba fue el escenario. No es extraño la presencia de de estos dos cantantes. La casa de Natalia es lugar de tránsito de cineastas, escritores, actores, actrices y todo aquel que desee aprender sobre las religiones de origen africano.
De hecho Los orishas en Cuba nació de la insistencia de Manuel Octavio Gómez, Titón, Armando Suárez del Villar y Roberto Blanco, por situar algunos ejemplos, para que Natalia pusiera en blanco y negro lo que tenía en decenas de libretas y en su memoria, a partir de las enseñanzas de su maestra Lydia Cabrera. Esos conocimientos, la investigadora los usaba en función de asesorar filmes, puestas de teatro, instalaciones plásticas para que no se fuera irrespetuoso con los cultores de las religiones afrocubanas.
Si no me falla la memoria, el 27 de febrero de 1991, con la complicidad de Rolando Pérez Betancourt, publiqué una breve nota en el periódico Granma en la que decía que el texto de Natalia era un ebbó a la cultura cubana. Casi un cuarto de siglo después la vida me ha dado la razón.
La actual edición de Los orishas…, de la Editorial José Martí, corregida y aumentada, tanto en los patakíes, como en recetas de comidas, collares, atributos del panteón yoruba es una muestra que aquel primer libro de la pintora, luchadora clandestina, fundadora de instituciones, sigue siendo una suerte de biblia para quienes se acercan a conocer un tronco importante de nuestra nacionalidad. Fue el título más vendido y más solicitado de la última feria del libro de La Habana. Así lo dijo Adalberto Hernandez, director de la librería Alma Mater.
Durante esa orgía del libro en febrero pasado, Natalia estaba en España en un encuentro América es femenino, en la Casa América de Cataluña, y en una reunión de los descendientes y familiares de Simón Bolívar, porque esta octogenaria irreverente como cuando siendo una joven fue torturada en las ergástulas batistianas, ha bebido por estudios y por ADN de múltiples culturas y cosmovisiones.
Extrañé a Lázaro Ross en la presentación de estos orishas. Él estuvo en otras con la sapiencia, humildad y brillantez auténtica de las estrellas. Pero unos jóvenes, seguidores del maestro, integrantes del grupo Osaín del Monte le cantaron a Elegua. Natalia coreó sus cantos y disfrutó de esa música que le trasmitió en la cuna su nana negra Isabel Cantero. También brindó con una botella de ron ¿cómo no hacer ese homenaje a Eggun?. Sus amigos, con el vaso en alto, le deseamos que venga otra edición de los orishas… para que el ebbó a nuestra cultura sea per secula seculorom.