La televisión es, si no el primero, sí mi gran amor

La televisión es, si no el primero, sí mi gran amor
Fecha de publicación: 
11 Agosto 2020
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Dicharachero, lleno de proyectos, feliz con su familia, el actor, guionista y director de televisión Rolando Chiong integra la destacada lista de reconocidos profesionales del Instituto Cubano de Radio y Televisión que recién obtuvieron la condición de Artista de Mérito.

En la década del 80 llegó a la televisión como actor de una telenovela de Abel Ponce, en la que asumió los momentos de retrospectiva que encarnaba Julito Martínez. Por supuesto, necesitaban una cara joven, y a ese proyecto llevó el camarógrafo Juan Castellano al muchacho recién graduado de actuación en la Escuela Nacional de Arte. “Me vieron trigueñito, narisoncito, perfecto, me preguntaron si sabía nadar, por supuesto, el sí enseguida lo di y yo sabía, pero no nadaaaar, pues nadé hasta con las orejas cuando vi que había en la escena nadadores de verdad. Después vinieron propuestas como “Julián Guerrero”, “El tiempo joven no muere”, hasta que llegó el momento de dirigir, una vez graduado del Instituto Superior de Arte. Justamente la propuesta Retablo personal fue mi tesis de graduación”.

Dicho así, más que en síntesis se muestran algunos momentos que distinguen la labor de este hombre incansable, con una respuesta clara para salir hasta de las situaciones más complicadas, con un sentido de la ética y la justica probadas y un compromiso con la historia de la televisión que lo hace revisitar constantemente zonas poco exploradas. De hecho, en los momentos en que conversamos tuvo la gentileza de posponer una reunión de trabajo para comentarnos sobre lo que está gestando en estos momentos:

“Ahora mismo estoy en la pre de la pregrabación de una serie histórica sobre Frank País, o sea, una serie de ficción de 20 capítulos. Realmente fue un proyecto que inicié desde hace varios años, la escribimos mi hermana Lucía y yo, ha de llamarse “Mi País”. Cuando pensé hacerla eso no pudo ser por razones de salud, y la dejé ahí quietecita y sé que ahora, por interés de la propia televisión, es muy posible que pueda realizarse. No significa que voy a hacerla ya, pues al presentar la factibilidad, tal vez la televisión no pueda asumirla, pero sí estamos trabajando en ella y con unas ganas inmensas. Porque, aunque ya sabemos cuál fue la realidad, siempre es un sueño poder representarla a través del arte”.

Y en ese sentido, ¿hasta dónde te hizo soñar la figura de Frank País?

‒Lo primero es que esta historia es conmovedora, y aunque medie la ficción hay hechos para contar tal cual fueron. Hay que prender la Estación de Policía, ya se verá cómo, con efectos especiales, pero hay que hacerlo. Hay que mostrar el entierro de Frank, que fue un suceso que movilizó a toda la ciudad de Santiago; hay que hacerlo, aunque esos son hechos que ya desde el punto de visa productivo encarecen los trabajos, sin embargo, poder recrearlos también forma parte del sueño. Y es que mientras más investigas sobre él, más fuerza te da para asumir el trabajo: se trata de acercarse a la grandeza de un joven asesinado con tan solo 23 años, y que organizó el alzamiento de Santiago, con una visión de futuro y un carácter de liderazgo increíbles. Realmente era un muchacho excepcional. Creo que cada una de esas cosas y más, no lo dudes, me hicieron soñarlo para llevarlo a la televisión.

Para quien escribe lo que luego puede dirigir, ¿cuál es el mayor desafío?

‒Jerarquizar el valor de ambas cosas, es que lo mejor que tiene ser realizador y guionista es que escribes con los pies en la tierra. Así es que echas a volar las ideas, nunca te distancias de lo que escribes, sino lo visualizas mientras lo concibes. Cuando escribes, incluso lo haces productiblemente factible. No se te ocurre crear una escena dentro de un central azucarero con diálogos muy largos, cuando sabes que hay que doblar, puede haber requerimientos con el sonido o tal vez la iluminación no vaya a ayudar, entonces, prefieres variar el espacio. En ese caso, el director tiene que facilitar un poco los aires de invención, o lo que es lo mismo: soñar despierto.

Y cuando te sientas a escribir esta serie u otra, ¿ya piensas en qué actores pueden asumirla? Por ejemplo, ¿ya tienes a tu Frank?

‒No, realmente no pienso en actores, aunque siempre tengo algunos preferidos. En el caso de esta serie de Frank, como hace tanto tiempo que fue concebida, los actores que intervengan han de ser casi todos salidos de un nuevo casting, como es natural. Sucede que en este tipo de series históricas la gente conoce los referentes, al menos por fotos, lo cual quiere decir que el casting trae consigo esa exigencia. La actriz que va a interpretar a Vilma Espín, por ejemplo, no puede ser una mulata, por tanto, hay que intentar lograr que los actores tengan cierto parecido a las figuras que representan. Ahora, si hay dos actores para un rol y uno es muy parecido y el otro es mejor actor, conmigo la respuesta no se hace esperar, el elegido es el mejor actor.

Y esta vez mirando a lo histórico, obras de modo desenfadado, lo cierto es que el Chino Chiong vuelve una y otra al trabajo de época, en ese sentido viene a la mente la telenovela Al compás del son.

‒Te confieso que, ahora que me lo dices, es que me doy cuenta. Me hablas de Al compás del son, década del 30 que trabajé con Mayté Vera, “mi novia” de 73 años, así le decía. Fue un proyecto que nunca imaginé hacer, pero tenerla a ella ya se convertía en hecho. Por entonces, logramos un tremendo equipo y prevaleció una confianza en lo que sabes y un estudiar lo que no sabes, te exigía meterte en ese mundo y la suma de todo ese esfuerzo resultó fascinante. Luego vino Santa María del Porvenir, década del 50, y lo mismo sucedió en el teatro, pero esto no es algo que he buscado conscientemente, ha ocurrido así, y a lo largo del camino lo agradezco mucho porque me ha exigido fundamentalmente estudio. Lo que sí ha sido intencional en cada propuesta es procurar que la gente crea en lo que le estamos contando. Puede haber espontaneidad en la manera en que logras hacer las cosas, pero no puede haber casualidad. Todo tiene que ser pensado.

Y justamente la credibilidad es uno de los rasgos que distingue a la serie que también diriges, Rompiendo el silencio.

‒Lo principal es sentir que no hay que temerle al término violencia, y me hace muy feliz saber que hemos podido abordarla sin miedo y sí con mucho respeto hacia las historias reales que hicieron posible esta ficción. La serie aborda un tema necesario porque la gente tiene que saber que existe no solo a su alrededor, sino que, en más de una ocasión, sin saberlo, se puede ser víctima de ella, porque hay muchos tipos de violencia de género. Y la realidad supera la ficción. El sabor que me dejó el trabajo fue muy bueno, logramos un buen equipo y me siento satisfecho, unos capítulos superan las expectativas, otros se quedan por debajo por talento o por las propias condiciones. Por ejemplo, grabar en exteriores cada vez se torna más difícil por el nivel de ruido que impera en esta ciudad, pero todo eso es nada cuando uno siente que hay una responsabilidad cumplida, y esta serie es un buen ejemplo.

Ya reflexionamos a fondo con la primera temporada; la segunda está prevista que se transmita en este mes de agosto, los martes en la noche, y que forme parte de una especie de revista cuyo centro de atención será justamente el tema de la violencia de género.

Con un guion para cine guardado, que fuera finalista en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en 2015, cuyo tema es la violencia hacia la mujer y las niñas, el cine sigue siendo para el Chino Chiong una aventura a la que mucho quisiera dedicar energías. Por lo pronto, sin descartar la posibilidad de que la vida lo sorprenda con esa posibilidad, agradece estar muy bien de salud, que sus chicos estén encaminados y realizados en sus respectivas elecciones de vida, que el mar siga siendo su cómplice al comentarle de sus empeños desde el balcón de casa, que no haya más cigarrillos desde el 31 de diciembre de 2019, y que Dagmara sea esa “amorosa pepe grillo” que le hace despertar feliz y con esos deseos de dedicarle mucho tiempo a la televisión que, si no es el primero, sí es su gran amor.

 

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