La educación en el mundo en tiempos de pandemia

La educación en el mundo en tiempos de pandemia
Fecha de publicación: 
24 Julio 2020
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Foto: PNUD Iraq/Alex Potter

Las escuelas cubanas anuncian su reapertura el venidero septiembre y todo parece regresará a una relativa normalidad en el ámbito educacional.

Gracias a la voluntad política, a la cohesión de las entidades e individuos que conforman nuestro entramado socioeconómico, en este punto del Caribe hemos logrado levantarle un valladar a la temible Covid-19,  aun cuando continúen previsiones para evitar rebrotes.

Pero en buena parte del mundo la vida marcha por carriles bien distintos y dramáticos. Si se acerca la lupa, no ya al dantesco panorama de contagiados y fallecidos, sino al ámbito escolar, también las estadísticas alarman:

Casi mil100 millones de estudiantes y jóvenes de todo el mundo han estado afectados por el cierre de escuelas y universidades, lo que representa más del 60% de la población estudiantil mundial; en total, suman unos 109 los países que se han visto marcados por esta inédita situación.

 


Foto: UNESCO

Son los datos más recientes de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cuya directora general, Audrey Azoulay, ha sentenciado que "Nunca antes habíamos sido testigos de una interrupción educativa a esta escala, la colaboración es el único camino a seguir...”.

Muchos han sido los efectos adversos de esta fractura en el mundo de la educación a nivel global porque no solo con la interrupción del habitual aprendizaje los estudiantes en general se ven privados de esa oportunidad que es también de crecimiento y desarrollo, sino que, los más desfavorecidos cargan con otras secuelas negativas.
 
Sucede que no son pocos los países donde muchos niños y jóvenes dependen de las comidas gratuitas o con precios preferenciales que les brindan en las escuelas, y al cerrar estas, se ha visto comprometida la nutrición de esos estudiantes.

Además, al cerrar las escuelas, muchos padres se vieron precisados para no perder el empleo  a dejar solos a sus hijos en casa con el consiguiente aumento de la accidentalidad y también del consumo de sustancias nocivas por parte de jóvenes y menores.

Y si la variante escogida por los padres fue permanecer en el hogar para cuidar de sus hijos, entonces las consecuencias se anotaron en las arcas familiares dada las pérdidas salariales así como lo que esa desvinculación laboral representa para la economía de cada país.

En particular en el caso de los trabajadores de la Salud que se vieron precisados a quedar en sus hogares para atender a sus hijos, entonces el impacto es mayor porque igual eso repercutió en la carencia de ese personal cuando más se le necesita.

A ello se suma que el ejército de docentes se ha sentido descolocado y también marcado por la incertidumbre debido a que no todos conocen como mantener una educación a distancia.

Además, en muchas geografías al cerrar las escuelas la solución para el magisterio ha sido licencias o cancelación de contratos.

Se agrega a lo anterior que, en los lugares donde ha sido posible la educación a distancia, por Internet, por televisión o radio, las familias en el mundo a veces no están preparadas y en ocasiones tampoco interesadas en ayudar a sus hijos porque los necesitan ayudando en el campo o en otros trabajos relacionados con la supervivencia familiar.

Mayor exposición a la violencia y la explotación, pérdida del contacto social y desafíos para medir y validar el aprendizaje son otras de las consecuencias que pueden asociarse, según UNESCO, a esta fractura ocurrida en el habitual devenir de la educación a nivel mundial.

El desafío de educar a distancia

Trasladar de manera sorpresiva la enseñanza tradicional a una educación no presencial, puertas  adentro de cada hogar, ha implicado enormes desafíos para el personal relacionado con esos procesos y también desde el punto de vista tecnológico y de recursos.

Dentro de esos retos, quizás los mayores sean la brecha tecnológica y, en general, las disparidades en el desarrollo, al punto que, por ejemplo, en el África Subsahariana no tienen computadoras en casa el 89% de los alumnos y el 82% carecen de acceso a Internet.

 


 Hani Al-Ansi/dpa

 

Aun cuando los teléfonos celulares son una alternativa a las PC o laptops para conectarse con profesores, indicaciones de estudio, etc., cerca de 56 millones de estudiantes  residen en zonas donde no llega la cobertura de las redes móviles, cerca de la mitad son del África Subsahariana.

Hay también que considerar que aun cuando existieran las posibilidades de conectividad y el equipamiento para hacerlo, el salto al aprendizaje en línea es muy complejo y tampoco los maestros y profesores están preparados para asumirlo. De los docentes del África Subsahariana, la zona más desfavorecida, solo cerca de la mitad recibieron al menos una formación mínima en cuestión de nuevas tecnologías.

Atendiendo a esas y otras razones de no menos peso, la directora de la UNESCO ha asegurado que “Si bien deben multiplicarse los esfuerzos para proporcionar conectividad a todos, ahora sabemos que la continuidad de la enseñanza y el aprendizaje no puede limitarse a los medios en línea”.

“Para reducir las desigualdades existentes, también debemos respaldar otras opciones, como el uso de programas de emisoras de radio y televisión comunitarias, y la creatividad en todas las formas de aprendizaje. Estas son soluciones que estamos estudiando con nuestros asociados de la Coalición Mundial para la Educación”, añade Audrey Azoulay.

Aprender en la Antilla Mayor

Hace solo unos días, la voz de Cuba se hacía escuchar en un foro virtual del Parlamento Latinoamericano (Parlatino) donde la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología y Comunicación debatía sobre el sector educacional durante y después de crisis sanitaria por la Covid-19.

El diputado cubano Miguel Enrique Charbonet, presidente de dicha comisión, lamentó la brecha digital que hoy marca a países latinoamericanos y caribeños, y abundó en el empleo de la televisión en Cuba como alternativa para garantizar la continuidad del proceso docente.

Para paliar desigualdades, desde marzo hasta finales del pasado mes, el Ministerio de Educación de Cuba optó por dar continuidad al curso escolar empleando la televisión, equipo existente en la gran mayoría de los hogares.

 


Foto: Cubaeduca

A raíz del cierre el 24 de marzo de unas 10 mil escuelas por decisión gubernamental frente a la amenaza del nuevo coronavirus, más de 2 millones de educandos de todos los niveles de enseñanza quedaron sin sus habituales clases presenciales.

Pero no por ello se interrumpió el calendario docente, del cual había ya transcurrido el 70%, incluyendo evaluaciones sistemáticas y exámenes parciales.

La solución aportada por el Mined fue continuar el curso en los distintos niveles y tipos de enseñanza por el Canal Educativo, creado desde sus orígenes, y como su propio nombre indica, para esos fines.

Aunque muchos se asomaron a lo nuevo en cuestiones de teleclases, no era algo inédito en Cuba, donde, desde finales de los 90 la llamada Tercera Revolución Educacional, inscrita en la Batalla de Ideas, incluyó el uso de la televisión, el video y las computadoras.

Las experiencias que ahora alimentaron esta vuelta a las teleclases, incluyen de modo particular el curso escolar 2002-2003, cuando todas las escuelas cubanas, hasta las que contaban con un solo estudiante en lugares apartados y montañosos, fueron dotadas por más de 81 mil televisores y 22 mil videocaseteras que permitían 92 horas de clases televisivas semanales, pero estas recibidas desde las propias aulas.

Retomando esos antecedentes, así como los programas “Universidad para todos”, entre otros, fueron ahora preparadas en tiempo récord por los docentes las nuevas clases por televisión, que en esta oportunidad se transmitían en vivo e incluían también educación para la salud, especialmente llamados a la prevención frente al coronavirus.

 


Foto: Radio Guamá

No por gusto la ministra de Educación felicitó a las familias y al personal docente bajo su gestión, y en especial a quienes directamente se responsabilizaron con estas teleclases que han ayudado a salvar el curso escolar, a disfrutar a los estudiantes y sus padres de este “Verano por la vida” y a permitir que el venidero septiembre las escuelas cubanas reanuden, en una nueva normalidad, su quehacer entre pizarrones, pupitres y alumnos sanos.

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