Fiestas COVID: La enajenación desbocada

Fiestas COVID: La enajenación desbocada
Fecha de publicación: 
20 Julio 2020
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Foto: tomada de elnacional.com

Ya ha fallecido el primero, pero, dolorosamente, le seguirán otros.

Se trata de las llamadas Fiestas COVID, que desde junio han empezado a abrirse espacio entre jóvenes de Estados Unidos.

Cual si fuera la última temporada del demencial juego a la ruleta rusa, ahora los muchachos organizan fiestas en las que, al menos, uno de los invitados debe estar contagiado con la COVID-19.

La “diversión”  radica en ver quién se infecta primero. El que dé positivo lo comunica confirmándolo con certificado médico, y gana el dinero recogido entre los participante en la fiesta.

No es necesidad económica la que los mueve. Aseguran varias agencias y medios de prensa que han reportado esos sucesos, que los muchachos se proponen demostrar que la alarma por el nuevo coronavirus es infundada.

Como lamentable muestra de la equivocación de esos “divertidos”, el primero en fallecer, un joven de 30 años en Texas, declaró antes de expirar: “Creo que cometí un error. Pensé que era una estafa, pero no lo es”.

¿Desinformación?, ¿ignorancia?, ¿egoísmo con sus seres queridos y con el resto del mundo?, ¿enajenación?... No hay una respuesta categórica para estas interrogantes, pero lo cierto es que esas conductas ponen en evidencia la confianza en las entidades de salud y en los líderes de su país.

O no se informan por sus medios de prensa, o no les importa lo que estos dicen. Lo mismo una que otra variante hablan a gritos de fracturas en el nivel de credibilidad y confianza de esos muchachos en la institucionalidad.

Las también llamadas Fiestas Corona -que hasta ahora se registran en Washington, Texas y Kentucky y que han sido criticadas por las autoridades locales- igual ponen en cuestionamiento la capacidad de análisis de esa juventud, cuyo sistema educativo se precia de ubicarse entre los de más alta calidad.

Evidentemente, no les han educado en la autorresponsabilidad, tampoco en pensar en los demás, porque aun cuando no resultaran víctimas de un desenlace fatal, pueden ellos contagiar a sus familiares, poniendo en riesgo sobre todo a sus abuelos y otros mayores.

Pero no les importa, no creen que suceda o ni siquiera se detienen a pensar en que pueda ocurrir.

Ese nuevo y trágico divertimento, además de la real peligrosidad de este coronavirus, también anda revelando en el tejido social de esa nación otras enfermedades que no se detectan con pruebas PCR.

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