Familias cubanas en pandemia

Ni las Naciones Unidas —ni ninguna otra entidad o persona en el planeta— pudieron imaginar, cuando en 1993 instituyeron el 15 de mayo como Día Internacional de las Familias, que en este 2020, las familias del mundo estuvieran viviendo un momento tan crítico en la historia de la humanidad.

Tampoco en esta isla antillana alguien podía intuirlo. Sin embargo, como en buena parte del mundo, a las familias en Cuba les toca hoy un protagonismo insustituible durante esta lucha contra la Covid-19 en que nos va la vida.

Y ya vendrán libros, documentales, historias… sobre cuánto hemos hecho los cubanos, puertas adentro del hogar, para ayudar en este enfrentamiento a la pandemia. Pero mientras llegan, no puede transcurrir esta efeméride mundial sin un reconocimiento a cuánto hacemos hoy las familias cubanas.

Es imposible generalizar porque las familias son, desde hace mucho, tan heterogéneas como la realidad misma; sin embargo, en cada una de las casas, cada cual a su manera, todos estamos resistiendo, creando y confiando.

“Las familias se encuentran en el centro de las interacciones intergeneracionales y son nuestro apoyo durante esta crisis”, así lo resume la ONU a propósito de la conmemoración de este día.

Resulta un enunciado demasiado sintético para dar cabida a todo lo que en estos tiempos acontece en los hogares cubanos: lo mismo son escuela, laboratorio donde se experimenta con recetas e inventos para sustituir productos ausentes, espacio recreativo, que salón para terapia psicológica.

Igual se fabrican en familia nasobucos, que se desdobla mágicamente un tubito de picadillo en un montón de croquetas, y sobra para modelar par de hamburguesas.

Por supuesto que no todo fluye desde la armonía y el crecimiento en las familias. Aunque no se publique en portadas, de seguro junto al estrés y la angustia por el coronavirus, han aumentado disgustos, intolerancias, y también la violencia doméstica.

En nuestro país, donde una buena parte de las viviendas están en regular o mal estado, y la densidad poblacional es significativa en algunos municipios, donde hay dificultades con el abasto de agua y también con la alimentación, por supuesto que la convivencia puede hacerse difícil, más cuando es a tiempo completo debido al necesario aislamiento social.

No debe fluir igual la vida en un hogar de dos cuartos donde solo habita un matrimonio, que en otro, también de dos habitaciones, donde residen tres adultos, un adolescente y un niño, hay un solo baño, y el agua llega cada tres días.

Que conste: necesariamente no tendrían que existir más desavenencias en el caso de la familia ampliada; a veces, sucede al revés.

Aunque las diferencias generacionales y la necesidad de espacio para la privacidad suelen ser causas de conflictos, la clave para evitar problemas está esencialmente en quienes habitan en la casa, no en la casa misma.

Y las familias cubanas estamos hoy dando muestras, una vez más, de flexibilidad, tolerancia e inteligencia: lo mismo para alertar a aquel que entró y olvidó lavarse las manos, al otro que se está “haciendo el de los viajes largos” y lleva días sin ayudar en ninguna tarea doméstica, pero ensucia y come cantidad, que a aquel que le habló alto a la abuela.

A veces lo que salva es el humor, la jarana; otras, la palabra exacta, pero dicha sin ese énfasis molesto o acusatorio; en oportunidades es hasta el tarareo de una canción; lo cierto es que son variopintos y bien originales los recursos a que echamos mano, puertas adentro, para sobrellevar instantes difíciles.

Sobre todo, hay un motivo que nos hace fuertes a las familias cubanas: nos queremos. Por eso, ahora nos protegemos, vestimos los rostros con nasobucos y guardamos abrazos y besos para luego.

Serán dados a sus destinatarios, lo sabemos. Pero hoy, Día Internacional de las Familias, dediquémonos todos un aplauso tan sentido como ese que cada noche regalamos al personal de la salud. Lo merecemos.