Covid-19 en Cuba: El silencio de los confiados
El cubano que ha vivido en un edificio o en un barrio populoso sabe que los fines de semana cambia la “banda sonora” de la existencia: música alta, ronroneos de lavadoras, golpeteos por arreglos de albañilería o plomería, la vecina llamando desde la acera a la otra que vive en el décimo piso, perros ladrando porque los saquen a pasear, bronqueras, niños correteando por pasillos y escaleras, claxon de vehículos avisando que ya llegaron o que ya se van…
Sin embargo, ahora que vivimos en un perpetuo fin de semana, esos sonidos no están. Un silencio, a veces sobrecogedor, cubre edificios, barrios, calles y avenidas.
Ni siquiera se escucha un reguetón lejano o el bajo de un rock retumbando en el estómago. Creo que pudiera ser una forma de mostrar respeto por los de Cuba y del mundo que a esta hora lloran a los seres queridos que les ha llevado la pandemia y por los que cada día andan al filo del riesgo para ayudar a otros.
Hay silencio porque existe tensión, temor, incertidumbre, y esos estados de ánimo no se llevan con la música y la “bullería”.
Aunque algunos insensatos parecen no haberse enterado y desoyen indicaciones gubernamentales y de las autoridades de Salud, la mayoría continúa con su vida puertas adentro de los hogares, de centros productivos y de salud. Cada día, la gente se fija metas, a veces pequeñas, como arreglar un par de gavetas, y otras veces, enormes, como salvar una vida o reconquistar un amor. Empeñarse en cumplir esas metas es de las cosas que siguen dándole un sentido a este existir siempre bajo techo.
No está agazapado, se desborda por todos los ojales y ventanas, pero no es el silencio de los abatidos. Una psicóloga pinareña entrevistada por el Noticiero de la Televisión del martes último, Nilda Alina Santos Fernández, jefa del grupo de psicólogos del hospital León Cuervo Rubio, refería ante cámara sobre las asesorías y apoyos que brindaban a aquellos con impactos emocionales vinculados a la pandemia.
La doctora Santos Fernández decía que habían sido pocas y de escasa envergadura las reacciones psicológicas adversas que habían detectado. Y al reflexionar sobre el por qué de estos pocos impactos, aseguraba: “una de las razones de que así suceda es que se sienten respaldados por la seguridad que les ofrece el sistema de salud cubano”.
Sí, los cubanos por estos días no hacemos tanta bulla, pero el nuestro es un silencio que aguarda y confía, respaldado por garantías que muchos habitantes de este mundo hoy quisieran tener.
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Daysi sanchez cray
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