Carilda en la memoria eterna de la lírica cubana

Carilda en la memoria eterna de la lírica cubana
Fecha de publicación: 
6 Julio 2020
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La muerte inesperada de Carilda Oliver Labra hace casi ya dos años sorprendió a muchos e hirió a quienes la amaron. Su partida física no se llevó a Carilda de la memoria de su pueblo, de quienes la siguieron y amaron su obra.  Ella sigue viva y vigente en el pensamiento de quienes encontraron en su obra, un espacio de reflejo, un sitio de encuentro con el amor, la tristeza y la esperanza.

A noventa y ocho años de su nacimiento, a Carilda se le recuerda con el más puro sentimiento y agradecimiento a su legado en la literatura y en especial en la lírica cubana. Su huella queda latente y palpable porque supo marcar un estilo y una forma de concebir la poesía.

Más allá del protagonismo, la sencillez, humildad y pasión caracterizaron a esta mujer que su apego inseparable a la ciudad que le vio nacer y el profundo sentimiento a su ciudad, le hicieron merecer el renombre de “La novia de Matanzas”.

Desde su primer libro, Preludio lírico, que fue publicado en Matanzas en 1943, ya se avizoraba el talento innato de la joven Carilda por aquel entonces, que, con el paso de los años, se fue enriqueciendo y dotando de recursos expresivos que la hicieron única y reconocible en el panorama de las letras cubanas del siglo veinte.  

Su fructífera obra poética conquistó lectores de diversas latitudes y prestigiosos certámenes literarios, ratificaron el valor de su obra.

Bastaría acercarnos a algunos der sus poemas como Al sur de mi garganta o Me desordeno, para adentrarnos en la ternura de sus textos y el amor cómplice de su tiempo, para comprender la grandeza de esa mujer.     

Con el triunfo de la Revolución en 1959, Carilda se consolidó como una de las poetisas más prominentes de la cultura cubana. Su vínculo al magisterio la hicieron participe de la campaña nacional de alfabetización. Su apego al proceso revolucionario y admiración por Fidel Castro le hicieron componer esos versos que quedan para la historia como testigos de su pasión por su nación.

Canto a Fidel

No voy a nombrar a Oriente,
no voy a nombrar la Sierra,
no voy a nombrar la guerra
–penosa luz diferente–,
no voy a nombrar la frente,
la frente sin un cordel,
la frente para el laurel,
la frente de plomo y uva:
voy a nombrar toda Cuba:
voy a nombrar a Fidel.

Ése que para en la tierra
aunque la luna lo hinca,
ese de sangre que brinca
y esperanza que se aferra;
ese clavel en la guerra,
ese que en valor se baña,
ese que allá en la montaña
es un tigre repetido
y dondequiera ha crecido
como si fuese de caña.

Ese Fidel insurrecto
respetado por las piñas,
novio de todas las niñas
que tienen el sueño recto.
Ese Fidel –sol directo
sobre el café y las palmeras–;
ese Fidel con ojeras
vigilante en el Turquino
como un ciclón repentino,
como un montón de banderas.

Por su insomnio y sus pesares
por su puño que no veis,
por su amor al veintiséis,
por todos sus malestares,
por su paso entre espinares
de tarde y de madrugada,
por la sangre del Moncada
y por la lágrima aquella
que habrá dejado una estrella
en su pupila guardada.

Por el botón sin coser
que le falta sobre el pecho,
por su barba, por su lecho
sin sábana ni mujer
y hasta por su amanecer
con gallos tibios de horror
yo empuño también mi honor
y le sigo a la batalla
en este verso que estalla
como granada de amor.

Gracias por ser de verdad,
gracias por hacernos hombres,
gracias por cuidar los nombres
que tiene la libertad.

Gracias por tu dignidad,
gracias por tu rifle fiel,
por tu pluma y tu papel,
por tu ingle de varón.

Gracias por tu corazón.

Hasta sus últimos días, Carilda fue un ícono de la cultura matancera y en general de todo nuestro país. Ella, a pesar del paso de los años seguirá siendo puntal de la cultura cubana.

 

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