Violencia hacia las mujeres: ¿Por qué Baltazar debe ir preso?
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Una vez más la telenovela brasileña Fina Estampa, que se transmite por estos días, coloca la mirada sobre un tema social que resulta preocupante: la violencia contra la mujer.
Esta vez Baltazar (Alexandre Nero) permanece tras las rejas, aunque, a decir verdad, mucho trabajo, ¡pero mucho!, le costó a su esposa, Celeste (Dira Paes), firmar el acta en la comisaría para que su esposo fuera enjuiciado. Lo pensó una y mil veces, y lo hizo bajo el «asedio» físico y psicológico de su hija Solange (Carol Macedo) y su amiga Griselda (Lília Cabral), ambas ansiosas de poner un punto final a tanto maltrato.
La amistad de Celeste y Griselda (de izquierda a derecha) pasa por la sensibilidad hacia los temas de la violencia de género.
Pero estas líneas no tienen como propósito hacer una crítica a la obra desde el punto de vista artístico, sino visibilizar un asunto que cada año cobra cientos de vidas humanas, sobre todo en América Latina, una de las regiones más violentas del planeta.
Nosotras, las violentadas
Algunas personas minimizan el asunto cuando expresan: «Bueno, ella aguanta porque quiere» o «se hubiera ido y ya». Pero la odisea de las mujeres violentadas no resulta tan sencilla, es toda una espiral que comienza, incluso, años atrás, cuando el amor era «pura maravilla».
La bibliografía especializada reconoce que la violencia es la coacción física o psíquica ejercida sobre una persona para viciar su voluntad y obligarla a ejecutar un acto determinado. De ahí que pueda adoptar formar diferentes: física, verbal, psíquica, sexual, social-económica.
La violencia (de género) contra las mujeres adquiere diferentes formas.
La mujer violentada va cayendo poco a poco en estas redes, por determinadas razones, y luego no encuentra el camino —muchas veces no tiene herramientas psicológicas— para salir de tal laberinto. Eso ocurre en el mejor de los casos; en otros, el sufrimiento y la dominación terminan con la muerte.
La máster Ivón de la C. Ernand Thames* hizo alusión, en el artículo «Mujer sándwich y violencia: La importancia de darse cuenta», a una exploración realizada a un grupo de 102 mujeres cuyas edades oscilaban entre 40 y 59 años, quienes participaron en los grupos psicoeducativos de atención a las mujeres de edad mediana en el Centro Nacional de Educación Sexual, durante enero de 2008 y abril de 2011.
Entre los resultados, la investigadora comentó que la mayoría de las entrevistadas no conocía la amplitud del concepto de violencia, ni las diferentes formas en que puede manifestarse. Solo consideraban conductas violentas las mayormente visibilizadas, es decir, la física y la sexual. De la misma forma, no identificaron estar sometidas a formas de violencia imperceptible o de baja intensidad (microviolencias).
Estas son algunas de las frases recogidas en esos momentos: «Él me mira y ya yo sé que no le gustó; no me gusta contradecirlo; no tengo que preocuparme por nada, él se ocupa de decidir y hacer las gestiones; me dice que a los hombres nadie los engaña y es más fácil que él lo haga».
Igualmente, la mayoría consideraban que no estaban sometidas a algún tipo de violencia sexual, pues tenían «fuertemente arraigada la creencia que debían cumplir con sus deberes sexuales dentro del matrimonio o de una relación estable».
Ellos, los violentadores
La destacada investigadora cubana Clotilde Proveyer, profesora de la Universidad de La Habana, y quien lleva más de un cuarto de siglo estudiando la temática, define la violencia de género de manera sencilla: «es la violencia que se ejerce contra la mujer por el solo hecho de ser mujer».
Se trata de un fenómeno que es resultado de la cultura patriarcal heredada durante años.
Según Gabriel Coderch Díaz, coordinador general del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero, «todavía existen en todas las sociedades un lenguaje machista y excluyente con el cual se construyen los sentidos de la realidad. La mujer como símbolo sexual se mantiene.
«El patriarcado cumple su función de dominio simbólico donde las féminas desempeñan el rol de madres, cuidadoras, en el ámbito del hogar, mientras los hombres ocupan puestos de mayor valía».
Los especialistas reconocen que en relación con la violencia de género existen mitos y realidades, y que sin la información el conocimiento y la sensibilización necesarios, las personas miran la problemática desde las normas de la cultura patriarcal, que tienden a mantener la superioridad del hombre sobre la mujer.
«Es un asunto privado: entre marido y mujer nadie se debe meter; la violencia psicológica no es tan grave como la física; no ocurre cuando hay buenas condiciones de vida y nivel cultural», son algunos de los estereotipos y falsas creencias.
De la misma manera, también hay personas —sobre todo por ignorancia— que justifican a los maltratadores y afirman: «sus razones deben tener o algo debe haber hecho (la víctima) para merecerlo; es así por los maltratos que recibió en la infancia; está enfermo, consume alcohol u otras drogas que lo ponen agresivo; los celos son una muestra de amor».
Padre y esposo maltratador
Quizás sea este último argumento el que más abunde, y el cual disfraza disímiles sentimientos egoístas y de superioridad. No obstante, volviendo al triángulo Baltazar-Celeste-Solange, nada justifica la actitud agresiva y prepotente de este personaje, precisamente, con las personas que más lo aman en la vida: la esposa y la hija.
¿Es culpable Baltazar? ¿Merece estar preso? ¿Es posible otra alternativa? Por lo pronto, habrá que seguir muy de cerca el conflicto, pero todos los golpes que les ha propinado a esas dos mujeres merecen un castigo, aunque una ayuda especializada tampoco le vendría mal.
*También del Grupo de Reflexión y Solidaridad Oscar Arnulfo Romero.
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