Extorsiones y violencia abruman a los guatemaltecos

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Extorsiones y violencia abruman a los guatemaltecos
Fecha de publicación: 
10 Noviembre 2017
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Piloto (chofer) visto, Piloto muerto, es la sentencia que impera como ley del más fuerte en una época llamada a la reconciliación que solo encandila desde los anuncios y vallas publicitarias.

Desde principios de semana una ola de extorsiones mantiene en jaque a comerciantes, conductores y ayudantes del transporte local en Santa Catarina Pinula, un municipio del departamento de Guatemala, aunque no hay sector que escape a este flagelo, convertido en un modo de vida por pandilleros e imitadores.

Las caras desafiantes de tres jóvenes capturados en un reciente operativo policial dan una idea de lo poco que les importa poner en riesgo sus vidas y las de otros. Comienzan desde muy niños en ese añejo "oficio", que incluso puede involucrar a familias completas.

El modus operandi se repite a diario: suben de improvisto a los autobuses y a punta de pistola le dicen al conductor que no puede circular porque lo matarán, la emprenderán contra su familia o los usuarios del transporte colectivo.

Exigen de esa forma un llamado "bono de aguinaldo", un extra de al menos cinco mil quetzales (más de 600 dólares) que deben abonar por encima del pago diario al que ya están acostumbrados. Si se rehúsan, reciben amenazas que luego ejecutan personalmente o mediante sicarios.

Según la Fiscalía contra las Extorsiones, la práctica del chantaje abarca casi todas las actividades económicas, aunque afecta mucho más a los buses urbanos, extraurbanos y comercios informales.

Entre las técnicas más usadas, explican, está la intimidación telefónica con el directorio como vía para seleccionar a sus víctimas, una práctica muy extendida entre los imitadores de pandillas.

Los operativos para combatir este fenómeno cíclico apuntan novedades como la apertura de cuentas bancarias a nombre de menores de edad como beneficiarios, con documentos alterados o recibos de luz y agua de otras personas.

Las investigaciones revelan que familias completas se dedican a extorsionar: el papá dirige, la madre, cobra el dinero, y los hijos entregan los celulares con la amenaza.

Al menos 165 personas fallecidas por extorsiones en lo que va de año es el saldo que manejan fuentes de la Procuradoría de Derechos Humanos, una cifra que definitivamente aumentará hasta diciembre cuando los comercios incrementan sus ventas.

En Santa Catarina Pinula -nuestra localidad ejemplo de inseguridad pero no la única-, los conductores de ómnibus han decidido quemar llantas, ausentarse del trabajo y, en algunos casos, hasta tomar la justicia por sus manos ante lo que califican como debilidad en las acciones policiales.

Negocios en llamas, niños baleados como "daños colaterales", y personas heridas engrosan las estadísticas que la prensa amarillista exalta con su típico regodeo.

"Uno sale de la casa y no sabe si regresa", afirma desde la pantalla del televisor un hombre entrevistado al azar, y mueve la cabeza en señal inequívoca de resignación.

Resignación que desgraciadamente es hoy parte de la vida cotidiana de los guatemaltecos.

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