Ser payaso muy en serio
especiales
Rescatarle a cada adulto el niño que lleva adentro puede ser tarea imposible para muchos. Avivar la fantasía y la espiritualidad de cada niño tampoco es empeño fácil.
Pero el Payaso Comebolas lo consigue de un modo tan aparentemente simple como respirar.
Magia, buen gusto, poesía y un corazón inmenso habitan en este clown del que casi nadie ha hablado, pero cuyos espectáculos son la suma de todo lo que debiera ser cuando se está delante de un niño y se es dueño de su atención y su curiosidad.
Sin embargo, basta solo asomarse a algunos cumpleaños infantiles, por ejemplo, para que las alas se le mustien a cualquiera y la sonrisa se trastoque en mueca al ver cómo los pequeñitos ríen, inocentes, con las vulgaridades del payaso de turno, incorporándolas sin saber a su decir y hacer.
No digo que sean todos, pero, como tendencia, lo que prima en el actuar de los payasos, al menos los de cumpleaños, es la falta de originalidad, el mal gusto, y hasta la grosería. Por no hablar ya de cómo los Mickey Mouse, las Sirenita Ariel, los Spiderman y especímenes similares han ganado el terreno de la visualidad infantil en esas fiestas; pero ese sería ya otro trabajo.
Estas líneas son para los payasos, para UN payaso.
Merecería cientos de entrevistas, premios, documentales... pero el pinareño Néstor Montes de Oca Fernández, el hombre que alienta tras el maquillaje y los colorines, se contenta con regalar felicidad.
Y lo hace tan bien porque su alma tiene mucho que brindar. Es poeta, narrador, y pintor graduado de la Academia de Bellas Artes San Alejandro. Ediciones Loynaz le ha publicado Magia de Luna Llena (2003) y La verdadera historia de Pancho Carrancho (2005), volúmenes de poesía y narrativa para niños; y la editorial Cauce le llevó a la imprenta Agua Crecida, un cuaderno de poesías, también para niños, merecedor del premio Alcorta de la filial pinareña de la UNEAC. Escribe, además, poesía para adultos.
Fue también ganador del Premio Literatura infantil del Concurso Hermanos Loynaz con Retablo de ilusiones (2009). Entre los géneros, incursiona en el romance, el soneto, la décima, la cuartetas ...
A finales de 2012 fue unos de los fundadores, en su natal Pinar del Río, del Proyecto Sociocultural Comunitario CREARTE (Crecer con las Artes), promovido por la Dirección Municipal de Cultura en esa occidental ciudad, para incentivar con la lectura de cuentos y poesías infantiles la imaginación de los “locos bajitos”, pincel y colores en mano.
Pero nada de eso cuenta Néstor a la periodista, prefiere presentarse como alguien que “escribe para niños, para adultos, y que trabaja en las artes escénicas como el Payaso Comebolas”.
“Son tres géneros diferentes pero que me hacen muy grata la comunicación con el público. Es que estamos huérfanos de fantasía”.
Aunque su formación como payaso es autodidacta, el unipersonal que presenta resuma maestría, coherencia e intencionalidad: exaltar la belleza y la creatividad. Como estudió en san Alejandro lo mismo su vestuario, su maquillaje y sobre todo, sus títeres, -la utilería- son un canto al color.
Basta ver al Guajacón, ese pez maravilloso y triste con aletas flotantes y magníficas, cuya confección es toda una obra de arte. Néstor cuenta que los diseños de los muñecos son de él y una tía costurera le ayuda con la realización.
Y si hermosa es la muñequería, igual resultan las historias que cuenta, todas de su autoría. Entre estrellas, taburetes, vacas, aves, abuelos, y mucho verde, no falta ese regusto a lo cubano. No el de las postales para turistas, sino aquel que se trae bien adentro, de cuna, y alienta sutil pero imperativo como el buchito de café recién colado.
Mientras otros colegas suyos intentan hacer reír con cuentos de gases estomacales, trompadas y burlas que lastiman, Néstor, que no es ningún comebolas aunque así haya bautizado a su payaso, apela a lo genuino y cotidiano, a las raíces y las brisas.
Aunque nadie se atrevería a imaginarlo por su dinamismo en escena, por su frescura y agilidad física y mental, Néstor tiene 60 años.
“Nací en abril del 57, sí, pero voy al gimnasio, hago pistas, y pido a dios que me ayude con el corazón, porque en mi familia existe ese padecimiento.”
Mientras tanto, el Payaso Comebolas ayuda al corazón de otros a latir al ritmo de la belleza, de la cubanía y del buen gusto. Y si eso fuera poco, al terminar cada espectáculo, echa a volar por los cielos cientos de “cohetes de la felicidad”, cohetes de papel que niños, y también adultos, se aprestan a recoger, cual si fueran talismanes.
Yo, también recogí el mío, y gracias al Payaso comebolas, o mejor, gracias a Néstor, más de una vez he sido su tripulante.
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