Paralímpicos por la vida
especiales
Aquí encontramos de todo, como nuestra excepcional Omara Durand, que nació con discapacidad visual y de ser una niña tímida se trasformó una temible competidora, multicampeona y multirecordista mundial y olímpica, o Yunidis Castillo, a quien un accidente quiso borrarle la sonrisa y ella le ganó la batalla final convirtiéndose en la Reina de casi toda competencia donde va. Ahora en Río derramó muchas lágrimas por no poder completar su participación por culpa de una lesión, pero seguramente la veremos volver por sus fueros y entrar primera en otros momentos.
También tenemos la historia de otros que no llegan al podio de premiaciones, como el ciclista Damián López, pero sí al de la vida. Su presencia nunca pasa desapercibida, porque además de tener los dos brazos cercenados hasta el codo, y así y todo montar bicicleta mejor aún que muchos en plena capacidad, tiene el rostro desfigurado por sufrir una potente descarga eléctrica siendo un niño, mientras intentaba alcanzar un papalote enredado en los cables de tensión, en la azotea de su casa.
Personas así las hay por decenas en estos Paralímpicos, cuyo mayor legado es precisamente dignificarlos a todos, lo mismo al que nació con alguna discapacidad, como el que la padece luego por un accidente o como resultado de un conflicto bélico, que desgraciadamente también existen esos casos.
Todos ellos dan gracias a la vida por seguir respirando, y han encontrado en el deporte un premio a su esfuerzo y constancia, una motivación para seguir adelante, un rayo de esperanza para no tirar la toalla, y una manera también de decirle al resto del mundo que no todo está perdido.
Por eso cuando hablo de estos atletas no me gusta referirme a medallas ni récords, aunque lógicamente eso los llene de orgullo. Prefiero que se sientan felices porque con su ejemplo nos motivan a todos a ser un poco mejores cada día, y por eso les quiero agradecer a todos, a los que estuvieron en Río y a los que por una razón u otra no lo lograron, pero se esfuerzan diariamente. ¡Gracias por recordarnos lo más puro de la naturaleza humana!
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