Dilma, guerrera
especiales
Cualquier otro mandatario hubiera podido flaquear ante tantos, disímiles e injustos ataques, acompañados de calumnias y de mucho dinero para comprar conciencias que algún día le fueron fieles.
Pero Dilma Rousseff se ha comportado hasta ahora como una guerrera frente a adversarios que intentan derribarla y no aceptar su mandato electoral, al tiempo que piensan que todo vale para desgastarla.
La más reciente intentona gestada en un Congreso que ya le es adverso, se estrelló contra la decisión de la Corte Suprema de Justicia de no enjuiciarla ante acusaciones fabricadas de que no cumplió la ley de responsabilidad fiscal, al ocultar parte del gasto en los presupuestos, abuso de poder político y económico y otras ocho implicaciones, todas las cuales fueron desechadas, debido a la forma burda e incoherente en que fueron presentadas.
Cierto que Brasil ha sido duramente golpeado por la crisis económica mundial y que afecta especialmente a la región, y en este contexto la Presidenta ha subrayado que se necesita estabilidad y la buscará pese a todos los intentos para deslegitimarla, porque “esto es una democracia y una democracia respeta sobre todo una cosa, la elección directa por el voto popular”.
Encuestas manejadas por emporios mediáticos que controlan la mayor parte de la información indican que la mandataria solo tiene de 8% a 10% de popularidad, y soslayan el apoyo que aun mantiene de organizaciones obreras y campesinas, en su afán de cambiar el signo político de Brasil, en la que involucran al ex mandatario y líder del Partido del Trabajo, Luiz Inácio Lula da Silva.
Sin querer dar a conocer claramente porque quieren fuera a la Presidenta, esa oposición, sin dudas permeada por la inteligencia imperialista, maniobra en parte en forma parecida a como se depuso a quien fuera presidente de Paraguay, Fernando Lugo, cuando el Congreso lo destituyó por un presunto mal funcionamiento en sus funciones; pero Dilma ha destacado que “Brasil no es Paraguay, porque aquí tenemos instituciones fuertes”.
Asimismo, indicó que a ella no se le derriba con cacerolazos y otros brotes callejeros, como también se ha intentado inútilmente en Argentina, Venezuela y Ecuador, y reiterado lo ya señalado por su colega argentina, Cristina Fernández, de que esas acciones “tienen marca registrada y el nombre de una agencia de un país del norte que suele intervenir en las democracias de América del Sur”.
Lo cierto es que Dilma mantiene la preferencia en los estados del norte, más pobres, mientras que la derecha es más fuerte en los grandes centros urbanos del sur.
En este contexto, con la mencionada coyuntura económica desfavorable en el exterior, la mandataria no ha cejado en tratar de que un Congreso hostil aprobara varias reformas pendientes en los ámbitos políticos (por ejemplo, la lucha contra la corrupción), laborales y tributarios.
Ante un poder legislativo fragmentado y una oposición más enconada como consecuencia de los duros ataques, es menos posible que estos cambios salgan adelante, pero Dilma ha demostrado que sabe crecerse frente a estos retos, incluido el peligro de una asonada golpista, ya que, como dicen sus partidarios, “es toda una guerrera que sabe moverse bien entre todas las dificultades”.
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