ESTRENOS DE CINE: Fátima, un filme sobre la perseverancia
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Fátima, o el parque de la Fraternidad, por mucho la mejor película de Jorge Perugorría como director, nace de un cuento no del todo logrado del escritor e investigador Miguel Barnet.
Como obra literaria, Fátima o el parque de la Fraternidad, premio Juan Rulfo, se publicó en muchos países y se tradujo a varios idiomas. Normalmente las adaptaciones cinematográficas no superan a los originales literarios. El cine y la literatura son dos lenguajes diferentes, y en su apareamiento no pocas adaptaciones de libros de Gabriel García Márquez y Alejo Carpentier -por solo citar par de autores de Latinoamérica- se han devaluado en sus versiones para la pantalla grande.
Por suerte, este no es el caso de Fátima, o el parque de la Fraternidad. Jorge Perugorría, convencido por sus tres películas anteriores de que no siempre era buena idea de que hiciera el guión de la cinta que se dirigía, confió en Fidel Antonio Orta para desentrañar el en¬tra¬mado dramático del monólogo que conforma el cuento de Miguel Barnet, y adaptarlo a una es¬tructura narrativa de más acción y de una visualidad impactante, justo como amerita el cine.
La cinta cuenta la historia de amor – si es que pudiera llamársele amor, por la mezcla de egoísmo y de explotación que implica- entre Vaselina (Tomás Cao) y Fátima (Carlos Enrique Almirante). A pesar de las representaciones sociales esquematizadas y los lugares comunes del cuento original de Miguel Barnet, el filme Fátima o el parque de la Fraternidad sale airoso ante las tentaciones de los tonos prefabricados y las representaciones sociales esquematizadas.
Hay muy buen tino y una ausencia total de estereotipos a la hora de transmitir el suceder de abusos y desgarramientos del personaje, lo cual, unido a la fotografía y las excelentísimas actuaciones, resulta el principal mérito de la película.
Esta cuarta película del actor y director Jorge Perugorría fue coproducida por el ICAIC y por la productora NMP sociedad anónima: La cinta, que huye a desbandada de los estereotipos de toda clase, es un drama que transcurre en un solo día a lo largo de unas seis horas en las que el personaje recuerda parte consistente de su vida: una en la que, como él mismo dice, deviene homosexual, travesti y prostituta.
Carlos Enrique Almirante, que interpreta el personaje de Fátima, dignifica al máximo su carrera actoral y asume su papel con una austeridad y un desempeño histriónico tan notable y exquisito, que convierte a Fátima, desde ya, más allá de prejuicios y esquemas, en una entrañable del cine cubano. Almirante pasa en esta película de ser una promesa a ser una figura consagrada: su Fátima supera las ideas preconcebidas y los lugares comunes; su interpretación enorgullece al cine cubano actual.
No es de extrañar entonces que, pese al bendecido elenco de la película: Tomás Caos (en Andrés), Broselianda Hernández (en la madre), Néstor Jiménez (en el padre), Mirta Ibarra (en Olena) Mario Guerra (en Vega) y Jazz Vila y Cucú Diamantes (en las travestis jineteras), todos se convierten en una suerte de personajes accesorios para Carlos Enrique Almirante.
Fátima… es un filme sobre la perseverancia. Justo por eso se inserta con facilidad en la dramaturgia cubana; justo por eso su personaje va más allá de su identidad sexual y conforma parte de la idiosincrasia de los cubanos.
“Fátima no se rinde, Fátima es inmortal” es la frase con la que concluye el cuento de Barnet y la cinta de Perugorría.
La vida le pone una sucesión de trabas bien agudas a Fátima, pero su espíritu de lucha y de constancia la lleva a seguir intentando lograr sus sueños. Justo como hacemos todos, cada día, amén de nuestro género o preferencia sexual.
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