Marcos Gómez en el kilómetro cero

Marcos Gómez en el kilómetro cero
Fecha de publicación: 
25 Diciembre 2014
0
Imagen principal: 

"Restaurar un edificio como ese te hace sentir importante. Cuando pasen los años y allí se estén decidiendo cuestiones vinculadas a los destinos del país, podré decir 'ahí estuve yo'. Entonces, ya no podré recorrer todos sus salones, como hago ahora. Es bello eso de la trascendencia."

Como Marcos, de 22 años, son jóvenes todos los que laboran en la restauración del emblemático edificio, salvo los constructores. En su brigada, comparten trabajo otro egresado de una academia de artes plásticas y muchachos de la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, quienes también están repartidos por toda la obra en labores de yesero, metales...

Los encargados como Marcos de restaurar las pinturas murales y otros detalles pictóricos en frisos, techos y otros espacios, primero preparan la superficie: le quitan el polvo de años 85 años que allí se acumula, luego aplican una solución amoniacal, y rellenan con yeso cualquier fisura.

"A los lugares donde detectamos hongos se les da lija; y si el yeso está muy maltratado, hay que tumbarlo y volverlo a hacer, pero eso le toca a los yeseros".

La fidelidad a las obras originales es la mayor exigencia. Y aunque se toman fotos constantemente para garantizarla, no hay que insistirles mucho a los muchachos. Están convencidos de la grandeza de su anónimo trabajo: "Lo sagrado inspira respeto, y este lugar es sagrado. El otro día sentí eso mientras estaba subido al andamio y miré toda esa inmensidad que estaba alrededor mío" –ratifica Marcos.

"A veces, al detallar bien de cerca, tú ves las pinceladas de los que hicieron antes el dibujo original, y te das cuenta de cuánto sabían, de su profesionalidad. Eso hay que protegerlo –insiste.

El joven artista devenido temporalmente restaurador cuenta que en oportunidades "Rayamos para buscar la pintura original a ver si no se había retocado con anterioridad. No hace mucho se le hizo una cala a una cenefa -la cala se hace en tres fases-, y encontramos que en realidad era dorada y no carmelita, como la habían pintado luego. Ahora, nosotros estamos restaurando con los colores que en un principio llevaba."

"El restaurador hace las calas con una cuchilla y yo, como pintor, vengo atrás con el pincel. Nos complementamos, pero no de inmediato porque luego que él indica los colores que deben ir, el supervisor da la aprobación y los mandan a hacer al taller de acuerdo con el contratista.

"Me ha gustado muchísimo la restauración. Y lo que más me impresiona son los detalles, la exquisitez con que fue hecho todo, la misma con que ahora se trata de reparar".
De aquí, a la Capilla Sixtina.

Iniciada en la práctica en 2012, la restauración del Capitolio constituye la obra más completa y de mayor envergadura emprendida por la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Tal colosal empeño incluye absolutamente todos los componentes de la edificación, desde el sistema eléctrico, los cerca de 50 baños, los bronces, yesos, carpintería, pinturas decorativas de paredes y techos, patios, jardines, esculturas, hasta la cúpula, considerada en 1929, cuando quedó inaugurado el Capitolio, la quinta más alta del mundo.

Este majestuoso edifico abrió sus puertas durante el gobierno de Gerardo Machado como sede al Senado y la Cámara de Representantes. Con el paso del tiempo se transformó en museo y posteriormente, sirvió de enclave al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) y a la Academia de Ciencias de Cuba. Oficialmente ha sido anunciado que al concluir su reparación, esta edificación, Patrimonio Nacional, acogerá al Parlamento cubano.

Marcos confiesa a Cubasí que en oportunidades, durante sus escasos ratos libres, se ha puesto a desandar los salones, donde puede percibirse el eco de los pasos a pesar de la caótica sinfonía que componen los ruidos de las labores constructivas. Durante esos andares meditabundos, en una oportunidad dio de frente con los 17 metros de altura (contando el pedestal) y 30 toneladas de la Estatua de la República, hecha en bronce fundido, dorada electrolíticamente y considerada, de entre las estaturas bajo techo, la tercera más alta del orbe. Se le quedó mirando y concluyó, según relata a la reportera: "Es el peso de la historia".

Una vez más, ante la gigantesca mujer dorada, en el Salón de los pasos perdidos, justo donde comienza el kilómetro cero de la carretera central, se recordó a sí mismo la tanta suerte que había tenido de poder poner su granito de arena donde no pocos quisieran trabajar, en la restauración del Capitolio Nacional, "porque de aquí, para la Capilla Sixtina,¿no?"

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.