Cuba, globalización y valores: ¿Hacia dónde vamos?
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No es noticia para nadie que vivimos en un mundo globalizado. Las transnacionales inundan los mercados de productos; los medios de comunicación, de anuncios, y a los políticos, de guerras y contratos intercontinentales.
Hace muy poco tiempo el mundo sufrió una devastadora crisis por causa del fenómeno globalizatorio. La burbuja inmobiliaria del 2008 no solo explotó en los Estados Unidos, sino en muchos otros lugares del orbe. Aún hoy las secuelas de la crisis persisten con el incremento del desempleo, poco acceso a oportunidades de educación y salud, aumento de la violencia, la droga y la prostitución, entre otros males sociales. No podemos escapar de estos efectos, pues precisamente globalización significa interconexiones intercontinentales. La globalización le imprime un carácter unificador a nuestro planeta. Si uno de los países o regiones resulta afectado, esto traerá repercusiones al resto.
Resulta muy común pensar que la globalización solo se encuentra en la economía, o en el desarrollo de las tecnologías de las comunicaciones, como es el caso de la Internet. Pero este fenómeno es mucho más complejo. Su multidimensionalidad incluye además aristas como la ecológica, la política, la cultural y la ética. Al mismo tiempo, los anuncios publicitarios y las noticias no son expresión de cualquier tipo de globalización, sino de una manera de expansión del capitalismo neoliberal. Es la hegemonía capitalista la que se propaga con una rapidez de epidemia por los intersticios de la vida cotidiana. Como cualquier otro sistema económico, el capitalismo debe sustentarse en una ideología que es inyectada a los ciudadanos del planeta. El propósito es lograr que todos pensemos que la verdad que nos venden es la única verdad. Más allá de eso, el objetivo esencial es reproducir y desarrollar su sistema.
¿Qué valores difunde la globalización neoliberal y capitalista? El individualismo, el egoísmo, el consumismo, la banalidad, la competencia por encima de la colaboración, la prosperidad económica a toda costa. Las sociedades civiles respiran los valores capitalistas casi sin percatarse de ello.
En Cuba tampoco somos inmunes al proceso globalizatorio. La sociedad cubana sigue las modas mundiales, los artistas creados por las compañías americanas, las series coreanas. La parte de la población cubana que posee recursos para el consumo los invierte en un consumo globalizado. Según el sociólogo Zygmunt Bauman, la globalización produce un tiempo y una identidad líquida, pues nada permanece, todo se diluye con rapidez y deja a las personas en la incertidumbre y la desesperanza.
En una investigación sobre percepción de éxito realizada por jóvenes psicólogas de la Universidad de La Habana, se evidenció que los proyectos de vida de 28 habaneros y habaneras entrevistados eran puramente individuales. El éxito para estas personas estaba marcado por la seguridad y el bienestar familiar y económico. Ni una sola persona de la muestra refirió querer hacer algo por su comunidad o por su país. Marx diría que el capitalismo conlleva a la enajenación social.
También la psicóloga Daybel Pañellas, en su macroinvestigación sobre los jóvenes que frecuentan la calle G, constató que estos se subdividen en grupos de frikis, repas, mikis y emos. Sus gustos estéticos y culturales reproducen los patrones globalizados de la música y la ropa de moda. Al mismo tiempo, consumen productos culturales a tono con la identidad grupal que los caracteriza.
Por otra parte, es ya bastante usual en nuestros espacios la venta del «paquete», que contiene series, películas, documentales, conciertos en vivo, entre otros archivos. Este paquete está lleno de materiales extranjeros que resultan más atractivos que el consumo de algunos programas de la televisión nacional.
Si nuestra intención como país es desarrollar un proyecto socialista, estamos errando si no nos percatamos de la influencia del discurso globalizante en un modo de pensar, hacer y sentir del cubano. Para ser más felices no necesitamos importar modas y costumbres ajenas, sino desarrollar las propias, que cada vez más se diluyen en la homogeneización mundial. Si queremos un país con justicia, democracia, dignidad, compromiso y equidad social, todos debemos constituirnos en actores críticos, y resolvamos una mejor prosperidad social. Debemos construir, desde la participación democrática de todo el pueblo en la toma de decisiones, un proyecto social entre todos que responda a las necesidades e intereses reales de los ciudadanos cubanos, que eso sea lo que nos haga vibrar, y no reunir dinero para comprar objetos de consumo en el mercado.
La globalización es un fenómeno social, no es buena ni mala, es lo que haga la gente con ella. La esperanza social de un mundo inclusivo para todos está en nuestras manos.
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