Raidel Acea: De Montreal 76 a Veracruz 2014, solo hay que creérselo
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No es el Cristo Redentor, pero abrió sus manos al cruzar la meta como si hubiese llegado a las puertas del cielo. Para Raidel Acea, eso significó coronarse en el estadio Heriberto Jara de Xalapa, pues su marca personal de 45. 36 segundos en los 400 metros le valió además un asiento en primera clase destino Beijing (se exigía 45.50). A ese imponente Nido de Pájaro que acogerá el Mundial de atletismo del 2015.
Su primera señal tras mi felicitación vía Facebook fue «gracias por todo», como si yo le hubiese indicado qué ejercicios priorizar para sobreponerse a la altura y abrir turbinas en los 100 metros finales, ese remate que dejó a sus espaldas a todos en la vuelta al óvalo.
El adiós trajo al Alberto Juantorena de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976 al presente: «El profe me dio un consejo corto: “solo hay que creérselo”. Justamente así, con esa autoconfianza, llegué a la pista, tomé el bloque de arrancada y ataqué tras la curva de los 200 metros. El combustible me dio para llegar a la meta y me sentí en otra galaxia. Por eso abrí los brazos al cielo».
«Creo que salió otro Juantorena», me dijo sonriente. Al menos en lo físico, la similitud es grande. Acea es esbelto, de amplias zancadas debido a sus extremidades largas… salvando las distancias, por un momento recordé al «Elegante de las pistas».
Lo que muy pocos conocen es que Acea, hasta hace poco más de un año, era corredor de 800 y únicamente miembro de las postas del 4x400 antillanas.
¿Por qué el cambio?
«Siempre fui bueno en los tramos, decidí probar y mira tú, parece que tengo posibilidades. Esa capacidad aerobia proveniente de la resistencia sabía que podía favorecerme en todos los sentidos en las actuales condiciones de altura».
¿Mañana en el relevo?
«A barrer. En el Mundial de relevos dimos un avance de las potencialidades que tenemos. Es una posta bien pareja, con William Collazo, Omar Cisneros u Osmaidel Peillicier, Yoandys Lescay (plata individual con 45.56) y yo. Correré el segundo tramo como si en la meta estuviese el cielo de nuevo, y de ganar, abriré los brazos, sonreiré y abrazaré a los míos».
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