ESTRENOS DE CINE: Te hace reír, pero no tiene ninguna gracia

 
El Lobo de Wall Street, última entrega cinematográfica del director norteamericano de 71 años Martin Scorsese, está basada en la autobiografía de un magnate del mundo financiero estadounidense de los años 90. Cuenta la historia de Jordan Belfort, corredor de bolsa de Wall Street, cuyas habilidades para embaucar lo convierten en un millonario, situado por encima de la ley y de cualquier tipo de atadura moral.

Como en otras obras de Scorsese, (El taxista, El toro salvaje...), el desarrollo del personaje protagónico conduce el hilo dramatúrgico del filme. El eje estructural de la película va absolutamente guiado por el crecimiento –o decrecimiento, en el caso específico de El Lobo de Wall Street- psicológico y moral del actor principal. De ahí la importancia de que el personaje de Belfort fuera interpretado por un profesional ya probado. Y es precisamente por eso que Scorsese escoge como protagónico de su filme a un actor que jamás decepciona: Leonardo DiCaprio, quien -por cierto-, supera en esta película las posibles expectativas y termina ya consagrándose absoluta y totalmente.

El Lobo de Wall Street es un retorno al pasado para Scorsese, hasta el punto de que el filme podría integrar una trilogía con Uno de los Nuestros y Casino, tanto por el contenido mismo del filme, como por la estructura –la narración con voz en off-.  Lo que diferencia sustancialmente a esta nueva entrega, esta comedia negra del año 2013, es el tono con el que Scorsese decide narrar la película: sin cuestionamientos éticos o morales al personaje de Belfort. El guión de Terence Winter no intenta buscarle sentido a la figura de Belfort. Muestra sus bajezas, sus infamias, y con ellas las más crudas degradaciones humanas, (como preguntarse si un enano es una persona, como hacerse rico vendiendo acciones sin valor…), pero no lo hace con indignación. Es un filme sobre los verdugos, pero no asume el punto de vista de las víctimas de estos.

De hecho, trata de no asumir ningún punto de vista. Muestra personas autoritariamente impías, drogas, prostitución y todos los demás excesos humanos, sí; toca temas feos, sí; pero no toma partido sobre ellos.

¿En nuestro mundo hay frivolidad, crueldades y actos soeces? Por supuesto. Había antes de esta película y es bastante probable que siga habiendo. La labor del cine no es enjuiciar ni hacer condena social, y El lobo de Wall Street se cuida de hacerlo. En cambio, sí deja claro, desde el inicio mismo de la película, su mensaje: la vida en ese epicentro del mercado financiero que es Wall Street es expresión del más salvaje capitalismo; es poco más que un fraude ejercido por quienes venden chatarra como si fueran joyas preciosas.

¿Era preferible un drama pesaroso, contrito y perturbado sobre la economía de finales del siglo XX, con un personaje al que ajusticiar en la ficción? Scorsese no lo cree así. Como consecuencia elige tratar temas sumamente graves, sin gravedad alguna. Por tanto, no es extrañar que la película provoque algunas carcajadas, porque el guión tiene mucho de humor negro, pero son risas conscientes, porque sabemos –dado que vivimos en un mundo moral- que nos hemos reído de algo que no tiene la más mínima gracia.

Ciento ochenta minutos cargados de sexo, mentiras, drogas, adicción y más sexo, que, sin embargo, se cuidan mucho de mostrar una postura ética en contra o a favor de los delitos que se mencionan. El filme se aleja de los esquemas predecibles; ni denuncia ni enjuicia.  Como en la vida misma, los personajes se muestran sin etiquetas de “bueno” o “malo”; como en la cotidianidad, esto desconcierta, pero enseña. O al menos, debiera hacerlo.

Dirección: Martin Scorsese
Guion: Terence Winter (Libro: Jordan Belfort)
Música: Howard Shore
Fotografía: Rodrigo Prieto
Reparto: Leonardo DiCaprio, Jonah Hill, Matthew McConaughey, Jean Dujardin, Kyle Chandler y Margot Robbie.
Duración: 180 minutos
Productora: Paramount Pictures / Red Granite Pictures / AppianWay
País: Estados Unidos