Béisbol cubano: Violencia en los estadios
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No por supuestamente aislados deben ser tomados a la ligera, pues lanzar un cucurucho de maní al terreno de pelota, además de una total falta de educación y conciencia ciudadana, es también el primer paso para luego trastocar ese papelito en una botella o cualquier otro objeto contundente.
Por suerte, en nuestro país las manifestaciones violentas en los estadios son esporádicas, pero lo lamentable es que se tratan con demasiada benevolencia en la mayoría de los casos, y esto puede llevarnos a una realidad lamentable.
Los países donde hoy se dan fenómenos desagradables de este tipo tuvieron también sus momentos como los de la Cuba de hoy, y por esa misma indolencia se fueron recrudeciendo las actitudes del público hasta llegar a niveles de escándalo. Por eso es mejor atajar a tiempo los problemas y evitarlos a toda costa.
En muchas naciones las conductas antisociales en los estadios son consideradas delitos, tipificados en la Ley, y no pasan desapercibidas. También existen circuitos cerrados de televisión en esos recintos para monitorear el comportamiento de los fanáticos, e individualizar los comportamientos, porque tanto aquí como en la Conchinchina se trata de personas o grupos de individuos, no de la gran mayoría.
Cuando se identifica a los infractores, se les prohíbe temporal o totalmente la entrada a esas instalaciones, en dependencia de la gravedad de las indisciplinas cometidas.
Otra medida ha sido formar y entrenar unidades operativas de la Policía Nacional, especializadas en la lucha contra desmanes de los grupos radicales, y establecer un control policial de los contenidos de las páginas web de estos grupos, ya que a menudo las batallas campales y demás actos vandálicos son convocados a través de ellas.
Lo más drástico ha sido clausurar cualquier estadio cuando los actos graves de violencia se desarrollen en su interior, y en esos casos, celebrar los partidos a puerta cerrada y sin televisión, para que el castigo a los clubes que no impiden la violencia incluya una merma económica real.
Por supuesto, algunas de estas medidas no se ajustan a la realidad cubana o son económicamente inviables como la de las cámaras, pero sí se pueden aplicar las otras, para que estos hechos no queden impunes. Todavía estamos a tiempo, no dejemos que unos pocos individuos arruinen un espectáculo concebido para el disfrute popular.
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