Contracrítica: El lobo estepario y la brújula

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Contracrítica: El lobo estepario y la brújula
Fecha de publicación: 
17 Octubre 2025
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Herman Hesse representó la conciencia de un tiempo, ese tiempo en el cual la civilización europea estaba entrando en su etapa de mayor decadencia. Quien lea El lobo estepario hallará la crónica de un escritor que vivió la decadencia, la radiografió y la padeció. No hay, aquí, que negar que la manera en la cual resuelven las contradicciones es irracional, que en los símbolos que se proponen hay un idealismo subjetivo que niega la capacidad de racionalizar los procesos. En cambio, pararse sobre esa obra puede ser útil si se requiere disponer de un material de alta calidad artística, de una novela que detenta las cualidades esenciales de una clase devenida menos y de una visión del mundo que fue muriendo hasta tornarse otra cosa. 

El autor, nacido en el seno de una familia burguesa, describe en varias de sus obras su propio drama de aprendizaje. Los valores que estaban presentes en el entorno escolar y el de sus parientes parecían inconmovibles en apariencia, pero no resistían el contacto con la realidad. Ya desde una novela tan genial como Demian se pueden apreciar las enormes contradicciones que mueven al escritor y que lo colocan en un punto de doloroso desasimiento con respecto a la realidad. La visión del lobo como una manera de la existencia es algo que está en la mitología de Occidente y que marca un simbolismo poderoso. El lobo posee cualidades humanas, pero se separa de la civilización a la cual no va nunca a comprender del todo. Hesse usa esa metáfora para expresar el fenómeno de la enajenación. Estar alejado de la esencia de una clase puede llevarte a la lucidez y la crítica, pero solo desde las armas de la teoría social. Lo contrario es caer en la crítica mitológica, la creación de sentidos irracionales y la variación desde la perspectiva meramente cultural. Eso es lo que se ve en la novela en la cual un atormentado Harry Haller sale a las calles de la ciudad para hallar el sentido que le niega la sociedad y encuentra un submundo que solo es para locos. Literalmente, en los márgenes de lo permisible el protagonista halla sentido, lo expande y goza con la visión de lo irracional, lo irresuelto y lo cercano a la demencia.

El lobo estepario es una excelente pieza y nos muestra lo que descansa en el interior de los burgueses que se apartan del redil. La esencia lobuna es el filisteísmo que pervive por encima de las urgencias y que hace su presencia ahí donde la trama intenta una salida marcada por las imágenes o la poesía. Si bien no se hace alusión directa a la diferencia de clases y la crisis de un modelo de sociedad, el rechazo de Haller a lo puramente alemán, al discurso de la clase que estaba en la cúspide de la creación de sentido y que dio paso a dos guerras europeas, hacen que la pieza caiga en bolsones de razón, en críticas más o menos afortunadas desde lo simbólico. 

Hay una gran ganancia, la referencia a la cultura universal y su vínculo con la alemana, el no concebir lo nacional separado del mundo. Hesse a pesar de que le tocó una época llena de absurdo, creía en la necesidad de pensar alternativas que unificaran y que expendieran un espacio de pensamiento crítico. Su mensaje siempre tendente hacia figuras como Goethe marcan esa pasión universal. Y es que el autor de Werther es uno de los puntales de la Alemania que no se piensa exclusivamente desde la ideología del nacionalismo, sino que acude a los símbolos universales. Es, Hesse, un místico que halla en los pasajes de lo oculto y en lo inexplicable las claves para entenderse y brindar una versión plausible a lo que encuentra contrahecho, tosco, sin sentido y lleno de una violencia contenida.
 
Hay que recordar que durante el periodo de entreguerras se produce en Alemania un movimiento que por una parte recurría a las bases nacionales, pero por otra estaba centrado en la consecución de una libertad de pensamiento que emulara con Occidente. El arte multicultural fue considero por los conservadores como una deformación. Hitler, una vez en el poder, lo estigmatizó y lo persiguió. En la literatura la obra de Hesse no se salvó. No se consideraba que fueran libros que expresaran lo mejor del germanismo. Las contradicciones, la critica a lo burgués y el hallazgo de caminos irracionales, pero cercanos a un arte humanista; hicieron que el Tercer Reich mirase a Hesse con ojeriza. Esa inmensa generación de autores se vio impedida de libertad y de espacio en su país y en gran medida dicho drama los marcó a fuego. 

Pero El lobo estepario no expresa esencialmente el drama de entreguerras, sino el de la preguerra, ese que estaba en las filas de los muchachos que no conocieron lo terrible de los choques bélicos en generaciones y que de pronto se vieron lanzados a las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Fue la pérdida de la esperanza en la construcción de una estructura europea del universo lo que dolía a esas personas. Y digo esto porque la dolencia era individual y había nacido a finales del siglo XIX con lo que se consideraba un mal o un malestar inexplicable, especie de premonición, de anticipada angustia. El Estado alemán con su expansionismo, con sus políticas sobre el tema de la guerra, su carrera militar en materia naval, iba a chocar con el orden establecido y de ese equilibrio precario saldría el desequilibrio que se consideraba el principio del fin.

El mundo solo para locos que se coloca como referencia central en la novela expresa la locura no de una persona, sino de una clase social esclerotizada por las estructuras viejas, sin sentido, que debía defender. En palabras del propio protagonista, el himno alemán carecía de sentido cuando se le cantaba ya que estaba expresando no un anhelo cultural, sino una expansión forzada por los recursos, un relato para justificar la violencia y la enajenación y la negación de lo que realmente vale: el humanismo. En los meandros que nacen de la obra se Hesse hay varios elementos que se desbordan y que influyen al resto de las generaciones de autores. Pervive un rescate del germanismo desde su vertiente más pura y cercana a la civilización, una que no requería de la fuerza y que hundía sus raíces en esa nación de poetas y filósofos. Ese es el mensaje que se nos da a lo largo de la obra y que ofrece con sus matices un escape a un mundo mejor, si bien ideal, si bien sin asidero, uno que se pierde en la niebla del arte. 

Lo germánico no como un monstruo, no solo como lo lobuno, sino como lo humanista. En ese sentido a lo largo de la novela se es claro en remarcar que somos en esencia seres duales, que no nos conformamos con una sola visión. En esa naturaleza fáustica radica la búsqueda y el hallazgo de sentido. La contradicción surge aparejada a la movilidad del ser, a su variabilidad. 

Esa recurrencia a Goethe no solo nos conduce a una visión más humana de Alemania y del mundo europeo, sino a una esperanza que, si bien fantasmal hacia los finales de la novela, universaliza el drama y lo hace extensivo al resto de los mortales. No se trata de una sola crisis de identidad, sino de todas las crisis, esas en las cuales nos estamos definiendo de forma constante. Ahí, en el núcleo duro de la cultura, el autor viaja hacia las entrañas de una conciencia que a ratos pareciera ajena, a ratos propia. Hesse bebe además del orientalismo y en otras obras lo vemos aludiendo a Buda como una de las fuentes de su reconciliación con Occidente. En el más allá tanto geográfico como de estirpe espiritual el escritor no solo nos dice que pervive una esencia, sino que coloca la salvación de una vivencia, de un ser. El lobo estepario alude además a la lejanía, a cómo el sujeto humano pasa a vivir en las estepas, que son una metáfora del distanciamiento, de la reflexión sobre uno mismo y del rechazo. El hombre es lobo del hombre, pero cuando se es lobo se sigue siendo hombre, no se pierde ese magma, sino que se le trastoca, se le hiere y ahí es donde el dolor de la generación cobra sentido y brillo y se expresa a partir del arte. 

En un mundo de postverdad, de varios relatos en torno al poder, de transformaciones de identidad y de no saber dónde están las fronteras de la realidad; Hesse funciona como una brújula. 

 

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