Más sabe Cupido por viejo, que por Cupido
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Ahora, confieso que dicho acercamiento no fue por voluntad propia. Y he aquí el primer problema. Casi siempre pensamos, como jóvenes que piensan que nunca llegarán a ser viejos, que el amor es un sentimiento incompatible con los que peinan canas, pero que también, contrario a lo que creen algunos, también sienten y padecen.
Si, nuestros abuelos no son de piedra, bien que se entristecen cuando nos escuchan referirnos a ellos negativamente. O me van a negar que nunca han dicho, o escuchado, frases como: tan viejos que están para eso o ya su tiempo pasó. Ideas como estas se empeñan en mostrarnos a los miembros de este grupo etario como seres asexuales, incapaces de vivir, y sentir a plenitud su sexualidad.
¡No hay nada más incierto! Se sorprenderían si les dijese que una ancianita de 80 y tantos años sabe inventar cuando de sexo se trata. Se sorprenderían si les contase que esa misma señora también sabe que hay muchas maneras de hacer el amor, unas más físicas que otras, pero todas igual de disfrutables e intensas. Tal vez no me creería si le confesase que esa mismita de la que llevamos hablando desde inicios de este párrafo, conoce bien cómo mostrarse enérgica y llena de vida, incluso cuando su cuerpo no responde a su corazón.
Conocemos de sobra las complicaciones que trae consigo el arribar a cierta edad, pero el sumar a esta etapa de la vida, complicada de por sí, obstáculos que creamos nosotros mismos, no ayuda. Por qué ahogarnos en un vaso de agua si nuestro abuelo decide invitar a vivir a su pareja a nuestro hogar o por qué poner el grito en el cielo cuando nuestra abuela a sus 75 años vuelve a enamorarse, y como adulto que es, decide caminar hacia el altar una vez más.
Sabemos que el temor a que dañen a nuestros ancianos siempre anda merodeando por ahí, y más en una edad en la que las fuerzas van en picada; pero actitudes como estas no tienen que ver sólo con la situación económico – social de nuestro país. Por eso basta de excusarnos tras los problemas de la vivienda o la alimentación, y dejemos de cortarle las alas a ese sector de nuestra población que merece y tiene derecho a ser feliz.
El negarles la oportunidad de volverse a enamorar a nuestros ancianos no es la respuesta. Esos que tanto nos entregaron, desinteresadamente, solo piden terminar felices sus días. Ellos, como todo ser humano, nacieron y morirán amando, deseando algo, soñando a lo grande y despertando también si la realidad obliga a hacerlo.O es que acaso no recuerda esa última escena del filme El amor en los tiempos del cólera cuando Fermina Daza y Florentino Ariza, tras pasarse la vida entera amándose a distancia, se reencuentran 50 años después, y dan riendas sueltas a su amor olvidándolo todo. Allí, aparecen sus dos cuerpos desnudos hechos un saco de huesos, y aun así, dispuestos a amarse el uno al otro, tal y como son.
En esta vida siempre hay tiempo para volver a amar. El tiempo no tiene validez en una aventura como esta. Pierde importancia contar los años vividos, y aquellos que aún nos quedan por venir. Recuerde que la mente no envejece nunca. Eso a Cupido y a mí nos consta. ¿Y a usted?
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Maitté
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