Geopolítica: El fin de la Pax Americana y el fracaso arancelario

especiales

En este artículo: 
Geopolítica: El fin de la Pax Americana y el fracaso arancelario
Fecha de publicación: 
1 Junio 2025
0
Imagen: 

Emma Moore/Trumpet

¿Qué mundo viene quedando luego de la llegada al poder del partido republicano y los intentos de restauración del viejo orden mediante los aranceles? La realidad le está dando un baño de pragmatismo a los trumpistas, ya que las promesas, en su inmensa mayoría están cayendo en saco roto. Se había dicho de una paz en Ucrania en menos de 24 horas, pero las negociaciones se extienden y no tienen para cuando arrojar resultados.

Cuando se haga un balance de lo que en política internacional viene siendo el trumpismo hay que evaluar la permisividad de los que sucede en Gaza, lo cual le pasa factura a los Estados Unidos como garante de Israel; también el fracaso ante Rusia, a la cual han querido tratar como una potencia de segundo orden; la imposibilidad de hacer nada ante los hutíes y su poder en el Golfo de Ormuz; así como lo ridículo de la guerra de aranceles contra China que no conduce a ninguna parte. Ese juego lo tienen perdido y lo que se oye es el murmullo de una superpotencia que ha tratado de reeditar su lugar como primera, pero que ya le queda cada vez más grande ese nombre y se retira poco a poco de la arena internacional ante el empuje chino. En lo doméstico, se menciona cómo Elon Musk, quien en un inicio iba a ser casi la otra cabeza del gobierno de Trump, se ha decidido por el bajo perfil y por menos apariciones en la Oficina Oval, ante los cuestionamientos por ser un ente no electo y porque además en sus propias afirmaciones los aranceles le han traído pérdidas millonarias. El choque de intereses y la imposibilidad de una política coherente que vaya en una sola dirección han paralizado las acciones de los trumpistas en el más alto escaño. Y si se evalúan las metas internas, hay que decir que la vida del norteamericano medio es más difícil, ya que a la crisis anterior hay que sumar el ascenso de precios esenciales, la carestía de la mano de obra para empresarios de manufactura y de productos agrícolas (por la salida de millones de empleados baratos de origen latino), los efectos de la inflación global producto de las guerras en curso, así como la imposibilidad de Trump de conciliar fuerzas ya que su naturaleza es dividir para llegar al poder. Pero, una vez allí, ¿qué hacer?

En medio de las conmociones, los Estados Unidos o apuestan por la excepcionalidad y el aislamiento o se acaban de hundir más rápido. Y quizás eso explica la urgencia de Trump por cancelar guerras o no hacerlas. Sencillamente le salen muy caras y van sobre la cuenta de la deuda, un valladar para salir de la crisis y que sigue poniendo en jaque el poder del dólar y compromete de manera existencial a los propios norteamericanos. ¿Qué tan serio es este problema? Si la deuda se extiende más, será imposible cerrar el déficit comercial que los Estados Unidos tienen con China, cosa que ya parece algo imposible de solucionar al menos en un corto plazo. Y es que la potencia asiática surte a los del norte en casi todo y de esa manera ha desplazado a las manufacturas locales y las ha hecho ineficientes y fuera de competencia. China es la otra cara de la realidad norteamericana y gracias a los asiáticos se puede mantener el nivel de consumo de los estadounidenses. Pero, en términos de dominación, ¿a qué precio?

Estados Unidos se salva que la política al menos visible de China en el mundo es expansiva solo en lo económico, con políticas muy conciliadoras y respetuosas de la soberanía de los países. Beijing apuesta por el crecimiento exponencial y en los últimos tiempos no se mete en ninguna guerra, aunque tiene varios conflictos que la rondan. El choque con Taiwán, si bien pudiera ser un peligro latente, ha sido neutralizado, ya que se trata de una guerra proxy de los Estados Unidos en la frontera de su enemigo chino para desviarlo, desgastarlo y llevarlo a una posición de debilidad. Esto ha fracasado, Beijing tiene su propia estrategia que pareciera ser un jiujitsu de la política, o sea usar la fuerza del adversario y evitar un choque directo. Pero en lo que los Estados Unidos están perdiendo es en la economía y se espera que la transición definitiva hacia el poder chino sea en este siglo, cuando los hijos de Washington se enfrenten a la realidad de que o producen lo que consumen o no tienen un elevado nivel de vida. Quizás solo territorios como Texas o California, con la capacidad para ser naciones independientes, se salen de esa debacle y puedan crear su propia red de influencia internacional. Los demás estados de la unión lo tiene difícil para sobrevivir.

Ahora bien, lo que viene en los próximos meses es un enfrentamiento entre los partidarios de la vertiente maguista (aranceles), los industriales que se han visto afectados por las medidas absurdas anticomercio de Trump y los globalistas financieros especuladores que están nucleados en torno al Partido Demócrata. Lo peor que pudo hacer el actual presidente fue crear las barreras al comercio que dañaron a una parte de los aliados del gran capital de la campaña trumpista, lo cual ha generado un cisma más hacia el interior de la maquinaria de poder estatal norteamericana. Lo que se pensaba un programa de gobierno conservador, que iba a ser proteccionista en el buen sentido, se ha traducido en el absurdo de una persona que realiza concesiones a países del medio oriente a cambio de adulaciones y de frases altisonantes que hagan aparecer a Trump como un “gran estadista”. Todos están viendo cuán ridícula se ha vuelto la política exterior de los Estados Unidos, cuando su líder no conoce las reglas, las viola y luego no le interesa el resultado real de las negociaciones. La política gira en torno al ego de una persona, totalmente despegada de la verdad.

Mientras esto pasa, ¿qué sucede hacia el interior de los Estados Unidos? Persisten las divisiones sociales ahora ahondadas por la cuestión de los recortes. La clase media baja que había dado su voto a Trump está viendo cómo vuelan sus ahorros y se hunde en el subempleo, las promesas de bajadas de precios son puestas en el olvido y todo se concentra en una inmensa operación de marketing que constantemente le lava la cara al gobierno. La oposición demócrata, por su parte, no acaba de aprovechar bien las circunstancias y está también dividida en varias facciones en pugna. La que hasta el momento ha tenido mayor visibilidad es el proyecto “Lucha contra la oligarquía” de Alexandra Ocassio y Bernie Sanders, dos representantes del pensamiento cultural globalista que, no obstante, se han concentrado esta vez en tratar un discurso tendente a los intereses de los obreros, distanciado de las políticas identitarias de género que en el pasado resultaron ser un fracaso. Eso no quiere decir que, si llegan al poder, no retomen la agenda neoliberal divisoria entre hombres y mujeres que antes su partido enarboló.  Un punto de vista que les hizo regalar votantes al maguismo y que, en la ceguera del dúo Biden/Harris jamás tuvo una rectificación.

Cuando pase este mandato legislativo y se vaya de nuevo a elecciones de medio término se van a definir muchas cuestiones hacia el interior de la política norteamericana. Se espera, por lógica pendular, un regreso de los demócratas como mayoría a ambas cámaras, con lo cual el gobierno del ejecutivo se transforma en un tigre de papel. Ello puede tener varias lecturas a raíz del panorama cambiante de la política interior de los Estados Unidos. Por una parte, pudiera ser una basa para el que el Partido Demócrata vuelva a la hegemonía ideológica en el país, transformando a los maguistas de nuevo en un movimiento de los márgenes sociales; pero el efecto que ello posee puede funcionar como un bumerán. La derecha trumpista se mueve bien en la resistencia y es de hecho un fenómeno marginal que puede luchar desde la lateralidad de la política. Una de las cosas que llevó a Trump al poder fue eso, la noción que caló en una parte de la juventud pobre y blanca norteamericana de que se trataba de una revolución conservadora, que iba a rescatar el país del absurdo y del satanismo de los demócratas.

Cuando pasen las elecciones de medio término tendremos unos nuevos Estados Unidos en cuestiones de enfoques internos y externos que pudiera acercarse al obamismo y alejarse de los maguistas. Eso no quiere decir que vaya a ser mejor para los pueblos del mundo incluyendo a los norteamericanos. Las élites de poder no cejan en su empeño de construir un sistema en el cual la gente común decida poco o nada por lo cual lo que se impone está en los intereses más oscuros y excluyentes. Tanto los maguistas como los demócratas woke saben a lo que van y ambas vertientes, como variables de reciclaje de los Estados Unidos, están fracasando. Se trata de ideologías de extremos que no resuelven lo central en la crisis estructural de una nación que está llamada a dejar su puesto como líder económico y militar del mundo.

 

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.