REFLEXIÓN: El miedo paraliza
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Imagen tomada de https://revistamercado.do
El miedo es la sensación mental que experimentamos ante una posible amenaza y nos mantiene alertas. Es el modo que tenemos de responder con precaución si creemos que estamos en peligro, pero es un malestar incontrolable que llega a ser físico, a molestarnos tanto que podemos perder la objetividad y dejarnos paralizados.
No es una bobería, es serio. La buena noticia es que se puede superar, lleva tiempo, pero es posible.
¿Qué es lo que nos sucede cuando sentimos miedo? Más allá de lo que experimentamos a nivel fisiológico, de aquello que no podemos explicar sin tener conocimiento científico pero que implica la liberación de hormonas como la adrenalina y el cortisol, ante un episodio en el que nos sentimos vulnerables el cuerpo reacciona de distinta forma para cada quien.
Generalmente con la fuerte necesidad de escapar o acabar con lo que nos intimida llegan sensaciones como sudoración, hiperventilación, palpitaciones, frío en el pecho, debilidad, escalofrío, tensión muscular, dolor de cabeza, piel erizada y mucho más. Y esto puede durar desde segundos o minutos o todo el tiempo que estemos expuestos.
No obstante, en ocasiones el miedo puede ser capaz de paralizarnos, de sentir todo eso y no hacer nada por huir o terminar con el incidente. Esta respuesta del cuerpo es también normal, pero no deja de agobiarnos, todo lo contrario. Proviene de una exagerada percepción de la amenaza, incluso ante un miedo irracional, sin sentido, como a las hormigas, hablar en público, o a subir en un ascensor sin haber entrado nunca a uno, solo con la idea de que los insectos son repulsivos, que si hablamos haremos el ridículo y que el ascensor es una caja cerrada sujetada por unos cables endebles.
Claro que la desconexión está en el cerebro, por eso decimos que puede ser reversible ese miedo desproporcionado que en muchas ocasiones no nos ofrece peligro real.
¿Qué podemos hacer para manejarlo? Si se trata de un contexto en el que nadie puede intervenir para sacarnos y que solo de nosotros depende, el primer paso ya está dado. Sí, porque si intentamos salir de la fobia esto quiere decir que reconocemos que tenemos un problema y queremos tener el control.
Después de identificarlo algunas estrategias son hacer ejercicios de respiración profunda y lenta para calmar el sistema nervioso y reducir la intensidad del miedo, mientras ponemos en nuestras mentes ideas e imágenes positivas. Es importante concientizar que seguramente es solo un momento, es temporal, así que estaría bien cambiar la atención.
Si nos encontramos paralizados podemos reconectar cerebro y cuerpo intentando movimientos suaves, primero dedos, manos, pies, y así sucesivamente hasta que podamos estirar las extremidades, movernos y salir de la frustración. Esto favorecerá que nos liberemos de la tensión acumulada.
Una vez calmados, un método efectivo es exponernos poco a poco, al ritmo que toleremos, a aquello que nos atemoriza. Si es a las alturas podemos probar con distancias que tengamos bajo control e ir incrementándola muy gradualmente para que comprobemos que no nos ocurre nada, para que el cerebro se adapte.
Muchas son las herramientas y dependerá de la aversión. Por supuesto siempre ayuda poder conversar con una persona de confianza, y si es recurrente e interfiere en el desarrollo normal de la vida, conviene buscar orientación psicológica especializada. El aislamiento nunca será la mejor opción.
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