Brasil: Dilma, sin dilema

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Brasil: Dilma, sin dilema
Fecha de publicación: 
25 Junio 2013
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Confieso que me preocupó el estallido social de estos días en casi todo Brasil, así como que ello pudiera poner en jaque a un gobierno que, bajo las condiciones capitalistas, ha logrado avances en la calidad de vida de la población. Pero Dilma Rousseff, con inteligencia y sin demagogia, ha sabido enfrentar el entuerto, de tal manera que ha puesto contra las sogas a un Congreso que se ha opuesto al deseo de la mandataria de emplear el dinero proveniente del ingreso petrolero para aliviar las necesidades populares.

                                                 
Cierto, algunas de las demostraciones fueron aprovechadas por elementos derechistas con el fin de dañar el patrimonio nacional e incluso provocar la represión policial, lo cual derivó en una propaganda antigubernamental que envolvió a figuras célebres del deporte y la televisión.

                                                                                                                                     
Pero Dilma Rousseff ha convertido tal revés en lo que pudiera ser una victoria, al canalizar los reclamos de los manifestantes, en su gran mayoría jóvenes, en una bandera política para que todos los ministros y dirigentes partidistas, no solo del ente oficial, encaminen sus pasos hacia la consecución del deseo popular.

                                                                 
No recuerdo en mis más de siete décadas de vida arengas de un líder de una nación para que la población se manifieste en toda su expresión, aunque sin violencia, y creo que la Presidenta ha logrado su objetivo de hacer pensar y marcar la diferencia entre reclamos honestos de la mayoría y de aquellos elementos que, principalmente desde el exterior, solo quieren dañar la imagen de una nación que se encamina a engrosar la vanguardia económica y política del planeta.

No hay de qué asombrarse

                                                                           

Muchos de mis colegas se asombraron de lo que ha estado pasando en Brasil en estos días, y otros solo lo enfocaron como un elemento conspirativo del exterior. Pero esto no es exactamente así.
                                

Dilma supo asimilar las demandas de la población de mejores escuelas, hospitales, transporte público de calidad y a un precio justo; por el derecho a influir en las decisiones de los Gobiernos, en repudio a la corrupción y el desvío de dinero público.

                                                                                       

«Mi generación sabe cuánto costó llegar a esto», apuntó Rousseff, quien durante su juventud militó en organizaciones de izquierda cuando gobernaba la dictadura, por lo que estuvo más de dos años presa y fue sometida a torturas.

                                                                                                    

En una declaración, durante un acto público celebrado en el Palacio Presidencial de Planalto, Rousseff aseguró que el Gobierno «está empeñado en la transformación social» y en escuchar «la voz de las calles», y dijo que fruto de ese esfuerzo fue que unos 40 millones de personas salieron de la pobreza.

                                                                                 
Por eso se espera que, tras esta situación difícil, pero superable, Brasil, inmerso en un capitalismo no feroz, pero con su característico egoísmo y grandes desigualdades, salga más fortalecido, «porque consideró bueno, dijo, ver a tantos jóvenes y adultos —el nieto, el padre, el abuelo— juntos con la bandera de Brasil, cantando el himno nacional y diciendo con orgullo "Soy brasileño" y defendiendo un país mejor».

                                                                                                                                     
Las más recientes demostraciones evidencian el carácter pacífico y el éxito de la Presidenta para que la fuerza pública no caiga en excesos ni en las provocaciones de grupos que intentan dañar el patrimonio público y privado.

                                                                             

Pero hay que considerar el lógico accionar, tanto de aquellas personas que aún no han salido de la pobreza, como de aquellas que ya lo han hecho, pero están en el vórtice del principio revolucionario, marxista, acerca de las necesidades crecientes. Y en este aspecto, la dirigente brasileña aseveró:

                                                                                             
«Vi un cartel muy interesante que decía: "Disculpe las molestias, estamos cambiando el país". Quiero decir que mi gobierno está oyendo estas voces por los cambios… Cambian cuando nosotros también cambiamos Brasil, porque incluimos, porque incrementamos los ingresos, porque ampliamos el acceso a empleos, porque dimos acceso a más personas a la educación. Surgieron ciudadanos que quieren más y que tienen derecho a más».

                                                           

Sin dudas, el estallido popular, en el que también se protestó por el exceso de los gastos en eventos balompédicos mundiales —que pueden enmascarar movimientos corruptos—, es una oportunidad para el gobierno brasileño de mejorar su desempeño y de dedicar, recalcó, el grueso del total de los ingresos petroleros, como indicó Rousseff, a cumplimentar el sentir de la mayoría del pueblo brasileño.

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