Cubadisco 2024: Gala de apertura dedicada a la hermosa tradición musical campesina
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En el acontecer cultural del país siempre hay sorpresas. No hay quien detenga, bajo ninguna circunstancia, la consecución de eventos en la capital y su extensión a las provincias.
Uno de ellos, imprescindible para el desarrollo y afincamiento de nuevos valores musicales, quedó inaugurado este domingo en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional. Dedicado nada menos que a la tradición musical campesina y a Colombia, con la Sinfónica Nacional como intérprete y acompañante icónicos.
Un programa variado, con excelente gusto, deleitó a la audiencia. Punto y tonada de Carlos Fariñas abrió el espectáculo. Le siguió un estreno mundial de Beatriz Corona, Preludio y guajira XVII. Preciosa pieza que reviste de silencio al oidor, lo instala en esos umbrales de lo desconocido que tan sanador resulta. Ya está colocada en la lista de obras que escucho en casa, mientras trabajo o simplemente disfruto.
Beatriz es, además, la encargada de los arreglos musicales del espectáculo. Posee la Distinción por la Cultura Nacional. En el 2021 se convirtió en la primera mujer en alcanzar el Premio Ibermúsicas de Composición para Obra Coral. La obra de la que me enamoré finaliza un ciclo de creaciones iniciado en los años ochenta.
De donde viene el amor, de Pepe Ordaz Aguilera, resultó ser la tercera pieza. Dio paso a Pancho Amat, nuestro virtuoso tresista, cuya voz poderosa esperábamos disfrutar. Pero nos dio otra sorpresa. “Va a producirse algo curioso a continuación”, anunció, “cuando se mezcle la música campesina y el rock que interpreta este joven italiano que invito al escenario”.
Con su guitarra eléctrica, Davide Lo Surdo, demostró en un mano a mano con Pancho, virtuosismo y pasión. El muchacho es tanto zurdo como derecho, metafóricamente hablando. Qué dominio del instrumento. Otra muestra de por qué tantos músicos del orbe se sienten como en casa cuando comparten escenario con sus colegas cubanos. Qué flexibilidad y apertura la de nuestra música, para incluir y empastar hermosamente con cualquier género.
El cierre llegó, inevitablemente, y con otra dosis fuerte de emociones. María Victoria Rodríguez, interpretó Mis raíces, un tema suyo cuyo disco homónimo recibió dos lauros en el Cubadisco 2010. “Nací de un vientre guajiro, en el centro del Vedado”, dice la letra de la autora, comprometida con las sonoridades guajiras. El texto evoca a la gran Celina González.
En este punto del espectáculo, en un día de tributo al amor de madre, incondicionado y preservador, recordé cuánto admiraba la mía a Celina. Las vi fundidas en un abrazo donde se reconocían por la felicidad a manos llenas que regala la música. Porque entre los autores insignes, sus obras más nobles, sus intérpretes y su público, durante unos minutos se abre un mar de amores donde navegan juntos, sin apenas darse cuenta sino cuando la magia termina.
Lo mejor del asunto, y lo que algunos temen, es que ese hechizo puede proseguir silenciosamente su trabajo socavador del odio. Puede sustituir esta emoción por un sembradío de amor por la belleza. Y con el tiempo, hasta transformar para bien a cada uno de nosotros.
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