Geopolítica: La respuesta armada israelí a Irán y la fórmula de perder/perder
especiales
Israel respondió el ataque de Irán con unas acciones contra estructuras en el territorio persa. La escalada en el Medio Oriente sube a niveles históricos y crece por ende la tensión geopolítica. En Siria hay un enclave ruso y en Irak, uno norteamericano. Además, en Chipre está la base más grande de Inglaterra en el Mediterráneo. Arabia Saudita que es la otra potencia en ascenso de forma global, posee uno de los gastos militares más altos del planeta. Los grupos armados musulmanes han logrado poner en jaque a las fuerzas de los occidentales y afectar el tráfico de combustible a través del Golfo de Ormuz. Con ello el precio de todos los productos en el mundo ha subido y los líderes de dichas organizaciones irregulares han hallado la forma de desestabilizar a los Estados Unidos y presionar a su administración. No quiere ello decir que el poder de Occidente en el Medio Oriente haya terminado, sino que los movimientos de las fichas en el tablero apuntan hacia un nuevo desequilibrio que habría que ver hacia dónde se decanta. Rusia que es el otro gran actor militar de la región no está interesada en luchar en dos frentes y esa puede ser la apuesta que está aprovechando Israel para lograr metas de índole histórica en contra de Palestina. Pero en ese juego pueden quemarse y salirles todo mal.
En realidad, Irán atacó a Israel porque era lo que se imponía tras lo que sucedió con la embajada en Damasco. Pero hay que tener en cuenta que el desequilibrio en la región está relacionado con los resultados de la guerra en Ucrania. Mientras la OTAN está desgastándose en una confrontación con Rusia, Israel ha aprovechado el momento para realizar operaciones de orden bélico que van en la línea de ganar terreno en el proceso de colonización. Rusia, principal aliado de Irán y socio estratégico, no podría prestar atención a un choque regional en el Medio Oriente. A su vez, la OTAN y los Estados Unidos tendrían que darle su beneplácito a Israel en esta aventura pues lo necesitan como jugador en el tablero. Pero quizás Israel y Occidente están volviendo a subestimar a Rusia y su capacidad de darle respuesta a agresiones y provocaciones a sus intereses en cualquier parte del mundo. En todo caso, Moscú ha dejado clara su alianza con Teherán y las terribles consecuencias de un movimiento mal pensado por parte de los occidentales. Las tensiones en el Medio Oriente, azuzadas por los intereses de Israel y por la necesidad de la OTAN de permanecer en la zona, han crecido y tienen que llegar a un punto en el cual no se quiebre el orden y se activen las alianzas bélicas.
Pero más allá de los choques directos en materia militar hay que analizar las matrices detrás de la respuesta de Israel. Mediáticamente menos potente y publicitada, quizás se hizo de esta manera para jugar con la percepción global de colocar a Irán como el agresor. También porque, de hecho, Israel realizó una operación bastante quirúrgica que no tocó centros poblados densamente. Todo apunta a un juego de equilibrio en el cual Tel Aviv respondió el ataque, pero sin provocar la ira de Rusia con una magnitud desproporcionada y, por otro lado, buscando que la tensión se quedase en ese punto de tablas. A fin de cuentas, el objetivo de Israel es Palestina, en donde poseen los más fieros enemigos de sus planes expansionistas y a quienes no han logrado doblegar en seis meses de guerra. Por ahora Irán es un enemigo inalcanzable a gran escala, ya que está blindado por las alianzas regionales y globales. ¿Cuán lejos puede ir Occidente en su escalada en el Medio Oriente?
En la medida en que no se pueda sostener el orden que está creado por el sistema de acuerdos posterior a 1945 se irá destruyendo la base sobre la cual el Medio Oriente es una región ocupada por potencias occidentales. En el caso de Irán existe una enemistad desde la Revolución Islámica por el papel que Londres y Washington tuvieron en el sostén del Sha y su régimen. Además, Estados Unidos se ha comportado como el sucesor de Inglaterra en el ordenamiento de dicha zona, asumiendo los compromisos del Imperio Británico como por ejemplo el referente a la creación y preservación de un Estado judío en Palestina. Pero ese mundo, que se basa en el reparto de las esferas de influencia entre las tres grandes potencias posteriores a la Segunda Guerra Mundial, está cayendo con el ascenso de otros poderes. En realidad, en la medida en que los occidentales ya no sean fuertes para ejercer una dominación en el Medio Oriente, la respuesta de sus gobiernos es previsiblemente más violenta y caótica. Ello da paso a que se salgan de control los conflictos y escalen. Pero como Irán también lo sabe y tampoco le conviene una guerra de grandes proporciones, se limita a hacer apoyos a los grupos árabes para que actúen en la medida de lo posible como organismos contenedores de los impulsos de Israel. Es una guerra de desgaste que ambos bandos realizan, pero que puede salirse de su cauce y dar con la precaria paz que existe en la región.
Hay que seguir muy de cerca el desarrollo de la invasión a Gaza pues de los resultados en el orden militar y humanitario que surjan, así será la respuesta del mundo islámico y árabe y por ende la reacción de Occidente. Todo eso en una cadena que siempre se tensa entre los extremos ruso y norteamericano. Pero no hay que desestimar el poder de Irán, ni las capacidades de, ante una eventual agresión, responder a Israel. Una de las cuestiones que han sido esenciales en este periodo de la historia en el cual está cayendo Occidente es la manera en que los órganos militares de inteligencia de la OTAN se han equivocado al estimar a Rusia y su poder global. Asimismo, hay errores de percepción y de perspectiva con China. Desde el tema de las sanciones económicas hasta la posibilidad de desgastar a las potencias emergentes, Estados Unidos ha hecho un juego en el cual el boomerang se le vira y termina golpeándolo. Y es que las leyes de la economía rigen la geopolítica global y no se puede hacer una determinada línea de decisiones sin que se tengan en cuenta las conexiones generadas por la necesidad del comercio o de la propia naturaleza industrial del mundo. Y en tal sentido, la creación de un grupo de presión económica con capacidad de una propia divisa fuerte es el otro paso que Washington ha tratado de evitar, sin éxito. Nada del aislamiento sobre Moscú y Beijing ha tenido resultados, sino que crea más inseguridad en torno a tratar con la divisa del dólar y la Reserva Federal que se han vuelto armas políticas.
En el caso de esta escalada, ni siquiera a los norteamericanos les conviene, ya que están en un año electoral en el cual otro frente de guerra abrirá un debate social que no favorece a la clase política. La aprobación en el Congreso de más ayuda a Ucrania es una manera de resbalar en una confrontación peligrosa y por ende no se debe hacer otra apuesta arriesgada. Se está hablando no solo de la paz del Medio Oriente, sino de la capacidad del ser humano de preservar la posibilidad de vida en el planeta, aunque parece que eso a las élites de poder no les interesa. Se ha llegado a este punto porque algunos de ellos prefieren darle fuego literalmente al universo, antes que reconocer que su momento como dominador de la historia ha terminado. La crisis del viejo orden internacional es la crisis del globalismo, que disfrazado de agendas culturales ha tratado de colarse en las naciones y propender hacia un gobierno mundial. Ese es el proyecto de los occidentales y del sionismo de cara a los pueblos, toda vez que se dibuja en el horizonte un nuevo orden en el cual se impone el multilateralismo.
La respuesta de Israel se inscribe en una escalada en la cual, como ya se ha analizado en este espacio, se está fraguando el nuevo mundo del equilibrio entre las potencias emergentes y el viejo orden. Si Estados Unidos deja de ejercer como imperio global, de inmediato se produce una crisis en torno a Tel Aviv ya que pierde el sistema de alianzas que le dan entidad y que lo reconocen como un estado ante el resto de las naciones del Occidente colectivo. Ese escenario previsible va a desembocar en una guerra de la cual solo sabemos el esbozo inicial, pero no hasta donde puede afectar las posibilidades de que siga la vida en el planeta. Un choque en el Medio Oriente de entrada dispara los precios de todos los productos en base al combustible y genera una hambruna total en gran parte de la población mundial precarizada. Además, se rompen las cadenas comerciales y se paraliza buena parte del mercado. Hay que ver cómo los norteamericanos manejan en paralelo la crisis con los hutíes en el Golfo de Ormuz, en la cual desde hace meses se está definiendo el tráfico global de combustibles y por ende el valor del dólar. Si Irán logra que todo ello determine en la política doméstica y exterior de los Estados Unidos, estamos a un paso de un nuevo orden en el Medio Oriente. Si la Casa Blanca logra salir airosa, entonces puede hacer otras jugadas que la sitúen en una posición de cierta ventaja y ganar tiempo ante Rusia.
La base de todo esto es que el nuevo orden multilateral de las naciones industriales emergentes no tiene por qué contemplar ni proteger los intereses del reparto posterior a 1945 y en la medida en que esos tratados dejen de reflejar una realidad geopolítica, comenzarán a morir. Un momento para el cual el Occidente colectivo no está preparado. Ojalá y estemos equivocados en torno a cómo se van a solucionar las cosas y la crisis no desemboque en un mal definitivo para todos. Sería la fórmula de perder/perder. Ni Irán está interesado ni Israel en el fondo, que sabe que su aspiración no puede sobrepasar la capacidad de defensa de Occidente de tales intereses.
Añadir nuevo comentario