Enrique Peña Nieto: Cuestionamientos y retos
especiales
Difícil tarea le espera al nuevo presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien desde este diciembre, al asumir su mandato, encuentra fuertes cuestionamentos de amplios sectores del país acerca de la legitimidad de su asunción al poder mediante vía electoral.
Sus promesas, sin dudas, tienden a llevar a la nación por un proceso de paz, de amplia lucha contra la violencia, la pobreza y la inequidad, aunque el panorama que se le presenta es desalentador. En fin, si fueran ciertos, sus deseos deben tener también en cuenta la presencia de un congreso en que su Partido Revolucionario Institucional (PRI), no tiene la mayoría.
Por eso tiene que aunar voluntades para enfrentar la delincuencia, el narcotráfico y la corrupción, que durante el sexenio del anterior gobierno del Partido Acción Nacional, arrojó un saldo de 83 000 víctimas entre muertos y desaparecidos, con el agravante de que el 95% de los hechos delictivos permanecen impunes.
Quizás un elemento favorable que encuentra el flamante Presidente fue la buena labor en política exterior del mandatario saliente, Felipe Calderón, en la que México ha vuelto a ocupar un lugar cimero entre las naciones latinoamericanas.
No obstante, el país sigue dependiendo del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, y está atado a una política neoliberal que hizo aumentar en tres millones el número de pobres en el sexenio pasado y elevado significativamente los precios de los alimentos de la canasta básica.
Abundante dinero de poderosos sectores de la burguesía nacional, con el respaldo de una campaña mediática encabezada por la empresa Televisa, influyeron en el resultado electoral, no obstante la protesta de las fuerzas progresistas que también habían cuestionado el resultado de los anteriores comicios del 2006.
Peña Nieto tendrá que enfrentar importantes elementos que violan la soberanía nacional, independientemente de que tenga o no lazos personales con entes que controlan asuntos relacionados con la migración y los constantes abusos de los derechos humanos de los mexicanos que laboran legal o no en Estados Unidos.
Sin dudas, la violencia desatada en territorio mexicano por los cárteles de la droga muestra la persistencia de los asesinatos y choques sangrientos en distintos puntos del país con los grupos de narcotraficantes armados hasta los dientes.
Para colmo de males, es enorme el poder de fuego actual de los brazos armados de los cárteles de la droga, gracias al incontenible contrabando de armas de todo tipo procedentes precisamente de Estados Unidos, que no encara la enorme responsabilidad que tiene al respecto.
Se dice que una adecuada ley de inmigración podría ayudar al respecto, pero lo cierto es que la administración del presidente Barack Obama no pudo aprobar en su anterior mandato ni una línea de las medidas que pretendía adoptar y, al revés de lo que se quería, aumentó el número de mexicanos deportados, muchos de los cuales, desesperados, caen en las redes de los jefes de la droga.
No obstante, Obama logró paliar en algo al final la extrema presión de la ultraderecha, y hecho nuevas promesas en ese y otro aspecto, lo cual le valió la confianza de la mayor parte del electorado latinoamericano para un segundo mandato, que, de resultar, aliviaría sobremanera el quehacer de Peña Nieto.
Sin dudas, el mandatario mexicano debe lograr una cooperación bilateral para evitar que el crimen organizado y el narcotráfico desangren al país, por lo cual se necesitan planteamientos integrales y novedosos.
También se requiere un trabajo de fortalecimiento estructural del sistema de salud y la educación, así como, subrayo, se exija a Estados Unidos toda la responsabilidad que conlleva el mercado consumidor de drogas más grande del mundo, lo cual es la fuente principal de los recursos financieros de las organizaciones criminales que actúan en México.
Fuera de cuestionamientos admisibles o no, el Presidente de México tiene la tarea de debe buscar una solución que disminuya significativamente la extendida pobreza y coadyuve a evitar que la nación siga poniendo los muertos en la batalla contra los traficantes.
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