La muerte que cambió el boxeo

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La muerte que cambió el boxeo
Fecha de publicación: 
15 Noviembre 2012
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La soleada tarde del 13 de noviembre de 1982 el boxeador surcoreano Duk Koo Kim retaba al campeón mundial Ray “Boom Boom” Mancini por el trono mundial de los pesos ligeros. Sin embargo, ese fue su último día con vida.

 

 

Han pasado 30 años del suceso y las heridas no han cerrado, pues no se trata de una muerte más, de las que han ocurrido más de 600 desde la llegada del profesionalismo al deporte de los puños.

 

En este caso el fallecimiento de Kim marcó una nueva era en el pugilismo rentado, al prohibirse desde entonces las peleas del Consejo Mundial de Boxeo más allá de 12 asaltos. Antes del fin de esa década, ya esa era la norma en todas las peleas de las distintas organizaciones planetarias.

 

Volviendo al Caesars Palace de Las Vegas, Mancini llevaba la iniciativa en todo momento, pero Kim no caía al encerado ni rehusaba el combate, por lo que el árbitro principal del encuentro, Richard Greene, se negaba a detener las acciones.

 

De entrada, el boxeador asiático había sido nombrado de manera errónea el contendiente número uno del mundo para el título del peso ligero en poder de Mancini, pues poseía un récord de 17 victorias, un empate y una derrota, con un solo nocaut, pero esa tarde cambiaría el destino de ambos contrincantes.

 

En el round 13 el italiano le descargó a su oponente 40 golpes que no fueron devueltos, pero el desenlace duró un rollo más, cuando Mancini golpeó al cuerpo y después en el caballete de la nariz a los 19 segundos de iniciado el asalto.

 

Kim, mareado, se tambaleó hacia atrás y recibió una segunda combinación que le hizo caer de espaldas, lo cual dio al hombre de blanco la excusa para parar la pelea y así lo hizo, aunque el valiente atleta asiático intentaba pararse nuevamente.

 

Se desplomó en su rincón muy poco después de que la batalla fuese detenida y se le retiró del cuadrilátero en una camilla.

 

Cuando terminó el desafío, Kim quedó en coma, nunca despertó y cinco días más tarde murió en el Desert Springs Hospital de Las Vegas, mientras que Mancini no fue nunca más el boxeador agresivo conocido como Boom Boom.

 

En adición el réferi se suicidó unos meses después por razones que aún permanecen sin ser aclaradas, y la madre de Kim hizo lo mismo cuatro meses después de la muerte de su hijo, que además debió bajar de peso para entrar al ring.

 

Más tarde se comentó que en el espejo de su habitación del Caesars estaban pegadas las proféticas palabras: "Matar o morir".

 

KIM NO FUE EL ÚNICO

 

Pero el deceso de Kim no ha sido el único ocurrido entre las 12 cuerdas, y Latinoamérica ha sufrido unas cuantas, como la del cubano Bernardo “Kid” Paret en 1962, el argentino Alejandro Lavorante en 1963, el peruano Domingo González en 1981, este último en el propio encerado.

 

Asimismo perdieron la vida a consecuencia de golpizas el mexicano Francisco “Kiko” Bejínes en 1983, el chileno David Ellis Venegas en 1992, el colombiano Jimmy García en 1995, el venezolano Carlos Barreto  en 1999, o el panameño Pedro Alcázar en 2002.

 

Se dice que el año más trágico fue 1953, en el cual perdieron la vida 21 boxeadores, 11 profesionales y 10 amateurs, y otros años fatales fueron 1949, con 19 muertos, y 1962 con 16 víctimas.

 

Pero como se aprecia, los tiempos modernos no escapan de tal tragedia, provocada por el afán monetario del profesionalismo, que en muchas ocasiones descuida lo más importante: al ser humano.

Comentarios

Y aun con esas muertes en su conciencia la AIBA quiere profesionalizar el boxeo amateur mundial, en estos tiempos, qué crimen. Hay que luchar en todos los escenarios y cónclaves mundiales por que esto no se materialice, pues iría en contra de los seres humanos que practican la viril disciplina del pugilato. Que todas las federaciones esgriman sus criterios y luchar por seguir protegiendo a los hombres es un deber ineludible.
Eso es soñar por gusto, el dinero es el que manda.
Si el dinero es el que manda ... a los que no tienen alma y ni corazon,; solo los atletas y hombres de bien que sueñan son los que pueden alcanzar el cielo, la verdadera gloria y el cariño de su pueblo.

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