A propósito de la actuación de Cuba en los Panamericanos
especiales
Fotografía tomada de Facebook
Soy el primero que hubiera querido que nuestra delegación deportiva panamericana lograra resultados como aquellos que hasta el 2011 eran usuales. Yo, que tuve mi primer acercamiento a eventos multidisciplinarios en Ponce 90, La Habana 91 y Barcelona 92, desde mi corta edad asumía que estar entre las cinco mejores potencias deportivas del mundo era algo normal. Y a la vista de los años, evidentemente, muchos cubanos seguimos dando eso como una verdad absoluta.
Pero también a la vista de los años uno empieza a entender cómo funciona el deporte, cómo evoluciona a estructuras de industria y cómo otras variables, más vinculadas a temas ajenos al deporte que al deporte en sí, influyen, cada vez con mayor peso, en que un país logre obtener una medalla.
Así que para nada me siento decepcionado de las 30 medallas de oro en Santiago 2023, ni del quinto lugar en el medallero. El deporte no es ajeno a los embates que ha padecido Cuba, sobre todo en materia económica. Si hasta inicios de siglo reinamos en eventos regionales, fue porque recogimos los frutos de décadas de condiciones muy favorables para el desarrollo de nuestro deporte.
Pero todo eso cambió, por causas sabidas. Y hay que ser muy estrecho de mente para no entender que entre el Muro de Berlín y el reforzamiento de la guerra económica contra Cuba, habría impacto en nuestro movimiento deportivo. Del robo de talentos, de las fugas de atletas, y de cubanos compitiendo por otras banderas, creo que es redundante hablar.
Por eso admiro a nuestros atletas, y no significa que renuncie a exigir más en resultados, y al Inder en organización, diseño y estrategias competitivas; pero ganen o pierdan, son NUESTROS atletas, los que nos representan y ponen en alto el nombre de nuestra Patria.
Cuba logra esos resultados en condiciones únicas y extraordinarias. Ninguno de los 40 países que junto a Cuba compitió (y menos los cuatro que quedaron por delante nuestro), padece un bloqueo que impacta directamente en el desarrollo de su movimiento deportivo (véase el Informe recién presentado por Cuba, y respaldado por 187 países).
Por delante de Cuba quedaron Estados Unidos, Canadá, Brasil y México, naciones que nos superan en población y economía, bases primarias ambas para poder diseñar una estrategia de desarrollo deportivo.
Por detrás quedaron no pocos países con esas mismas características, como Colombia, Argentina, Chile, Venezuela, Ecuador y Perú. No es por presumir, pero hay que poner en su lugar las 30 de oro de Cuba, cifra insoñable para Uruguay y Panamá —sí, la gran Panamá—, que solo alcanzaron dos cada uno; o Costa Rica y El Salvador, que solo escucharon una vez su himno. Sí, ese mismo El Salvador que algunos trasnochados han querido vendernos como un modelo de desarrollo a copiar. Agrego, además, que ningún país tuvo mejor índice de medallas de oro por millón de habitantes que Cuba.
Con todas esas razones, nos sobran los motivos (licencia sabinista) para sentirme profundamente orgulloso de mi país, de sus atletas y de que, a pesar de todas las penurias que bien conocemos, se hayan mantenido priorizados esfuerzos y recursos que han permitido este resultado.
Otro análisis que no he oído a ningún especialista tiene que ver con la calidad de las medallas cubanas. Observen cómo de los Centroamericanos a los Panamericanos, el presunto predominio de México y Colombia sobre Cuba se redujo, e incluso superamos a estos últimos. Y si tomamos de referencia los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, veremos que tanto los mencionados como Brasil y Canadá, quedaron por detrás de Cuba.
Por tanto, hay una variable en juego que podríamos llamar como la calidad de las medallas y del resultado deportivo, que evidencia que las medallas cubanas logran prevalecer mucho más que las de todos los países de la región (excepto Estados Unidos), cuando trascienden hacia eventos de mayor exigencia y calidad. Poniendo un ejemplo sencillo: las medallas y oros centroamericanos y panamericanos de Cuba logran concretarse mucho más en las Olimpiadas que las de Brasil, Canadá, México y Colombia.
Por todo eso, hay que ser muy anticubano, muy antipatriota y muy ignorante deportivamente, para pretender demeritar el resultado de nuestra delegación panamericana. A esos que presagiaban una debacle, que no fueron capaces de disfrutar a punto de infarto con las innumerables demostraciones de grandeza de nuestros atletas, esos que quieren hablar de fracaso de proyecto social a base de comparaciones absurdas y subjetivas, les ha salido otra vez el tiro por la culata, y no me refiero al tiro deportivo.
Tampoco conozco que en ninguno de los países que quedaron por detrás de Cuba se haya pretendido generar tal catarsis de antipatriotismo e hipercriticismo irracional que algunos quisieron validar aquí. Chile, con sus 12 oros, por ejemplo, ha firmado su mejor actuación histórica, y muy felices ellos.
Así que usted, cubano que me lee, puede sentirse orgulloso de nuestras 30 medallas de oro. No somos menos que nadie. Venga esa alegría, que Cuba es grande y lo seguirá siendo, a pesar de las dificultades. Nuestro deporte demostró que el lema de «Más retos, más compromiso» era por, sobre todo, un compromiso con el pueblo. Y eso molesta mucho a quienes mal nos quieren.
Comentarios
Zarza
PGarret
Milagros
Antonio Solís
Alejandro Faura
Añadir nuevo comentario